Los pronósticos más agoreros sobre el futuro profesional de Robert de Niro (76) aventuran que el actor quizá tenga que retirarse dentro de poco. Los más cautelosos, en cambio, apuntan a que el actor está atravesando una mala racha que tarde o temprano pasará, y que cada vez está más cerca el día en que remonten sus finanzas.
Pero a día de hoy, en pleno verano de 2020, lo cierto es que De Niro está prácticamente arruinado, consumido por las deudas y sin trabajos a la vista. La razón primera de esta situación es, lógicamente, la pandemia que tan duramente está afectando a Estados Unidos, donde el protagonista de Taxi Driver tiene sus intereses: sus negocios en Nueva York y el desarrollo de nuevos proyectos para el cine.
Los rodajes están prácticamente detenidos, y el que De Niro tenía reservado para este mes de agosto -la película Oklahoma- se ha aplazado sin día de retorno aún previsto, lo que en la práctica implica que no va a cobrar todavía por su trabajo. La crisis del Covid-19 afecta prácticamente a todo el mundo por igual -menos trabajo, menos ingresos-, pero en el momento en el que nos movemos a rentas altísimas como las de Robert De Niro, el recorte en ganancias implica que el tren de vida lujoso al que estaba acostumbrado se hace prácticamente imposible. Sus gestores y abogados han explicado que el actor tendrá suerte si este año consigue ganar 7.5 millones de dólares, que para cualquier persona normal sería la solución de sus problemas para toda la vida, pero que para él es poco menos que calderilla.
Hay más factores añadidos que agravan la crisis financiera de De Niro. Los dos negocios de hostelería en Nueva York en los que participaba, Nobu -un prestigioso restaurante de cocina japonesa- y la cadena de hoteles de lujo Greenwich Hotel, han tenido que cerrar hasta próximo aviso, y eso también ha supuesto un recorte importante a su previsión de dividendos. Nobu perdió tres millones sólo en abril, y para paliar esta sangría los socios -incluido De Niro- han tenido que abonar dinero de su bolsillo, en su caso particular hasta 500.000 dólares.
Además, este año ha comenzado el juicio referente a su divorcio con su última esposa, Grace Hightower, con la que convivió 21 años y tiene dos hijos en común, y que se consumó en 2019. Es ahora cuando deben resolverse los detalles más espinosos. Por ejemplo, el actor está obligado a pagar un millón de dólares anualmente si sus ingresos de todo un ejercicio superan los 15 millones -algo que, hasta 2019, era pan comido-, pero si ganase menos de esa cantidad, que es lo que se prevé, debería ajustar el pago a un nuevo ratio. Uno de los conflictos más recientes con Hightower consiste en la negociación del límite de la tarjeta de crédito de ella: en plena pandemia, la ex esposa intentó aumentarlo de 50.000 a 100.000 dólares mensuales en gastos, algo que De Niro ahora no se puede permitir.
Aparte de estos gastos, más los derivados de su manutención -el piso en Nueva York, los caprichos disparatados y otros lujos-, está también el hecho de que De Niro siempre ha tenido fama de manirroto. Acostumbrado a ganar cantidades obscenas de dinero, el ahorro nunca ha sido una de sus banderas, y nunca se ha privado de nada. Como le ocurre a muchos ricos, tiene propiedades en abundancia pero poca liquidez en comparación con sus necesidades, y eso le impide afrontar muchos gastos derivados de la crisis y del divorcio con la solvencia con la que lo haría de estar trabajando con normalidad. También se han reducido sus ingresos por su participación en la película El irlandés, que esta temporada se le abonarán a un año vista por un total de 2.5 millones de dólares, hasta cubrir todo 2021. Así que no volverá a cobrar hasta 2022. Se comenta en su entorno que ese dinero, además, ya se lo ha gastado.
¿Qué puede hacer alguien en esta situación? Lo primero, resistir hasta que vengan tiempos mejores. Pero si la crisis se prolonga muchos meses, perfiles como los de Robert de Niro -es decir, muchos nombres importantes del mundo del espectáculo- verán dañadas sus finanzas por falta de trabajo lucrativo, y más si de refilón se ven afectados sus intereses en otros negocios como el de la hostelería o el turismo. Lo segundo, intentar adaptarse a una nueva escala de gasto y consumo, algo difícil cuando se ha entrado en un bucle propio de quien cuenta sus millones por decenas.
Para los asesores de De Niro, por tanto, una posible solución sería reajustar su patrimonio, crearse un fondo de jubilación, rebajar su tren de vida e intentar retirarse dignamente. Ahora está por ver si la situación es tan grave como para llegar a ese extremo.