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"Quisiera que me crecieran alas para salir volando de acá. Mi situación está complicándose cada día más y no sé qué va a pasar", dijo Alejandro Álvarez, un argentino de 53 años que está varado desde hace ya tres meses en Quepos, Costa Rica , luego del cierre de fronteras impuesto por el gobierno argentino para frenar la propagación del coronavirus . Aunque en el número de varados bajó , se estima que todavía quedan cerca de 12.000 argentinos repartidos por el mundo.

La tragedia motivó su viaje a Costa Rica. En febrero, partió al país centroamericano junto a su madre, de 78 años, para sepultar a su hermano que vivía allí, fallecido en un accidente de moto junto a su pareja. Hoy, Alejandro no sabe cuándo volverá a su hogar en Sarandí, en la zona sur del conurbano bonaerense. Tampoco sabe qué ocurrirá con su estado de salud. Dentro de unos días se le acaban los medicamentos que necesita para el HIV . Dejó de hacerse las sesiones regulares de diálisis que requieren sus riñones. Y también sufre de hipertensión arterial.

"Verlo a mi hermano muerto fue durísimo . El cuerpo estaba en la morgue y necesitaban que fuera un familiar directo a reconocerlo. No podía dejarla venir sola a mi mamá hasta acá, con la edad que tiene, a reconocer a su hijo muerto. Es una persona mayor con problemas cardíacos . Si a mí me pasa algo, ella queda a la deriva", explicó Alejandro.

Su regreso estaba previsto para el 28 de abril, pero le cancelaron el vuelo de vuelta varias veces. Primero, se lo postergaron a mayo. Después a junio. Y ahora ya ni siquiera tiene una fecha concreta. Mientras tanto, los días pasan. Y su medicación se le acaba.

"Le pido a Dios que me saque de acá. Necesito mi medicación [para el HIV]. El 2 de julio me voy a quedar sin ningún tipo de remedios", explicó. No es la primera vez que se le terminan los medicamentos a Alejandro. Ya le ocurrió antes, y aquella vez consiguió que su hermana se los hiciera llegar a través de la Embajada.

Demasiado lejos del Hospital Muñiz

"Nunca me imaginé que íbamos a quedar clavados por el coronavirus. Traje medicamentos del HIV para tres meses. Ya se me acabaron una vez. Logré que mi hermana fuera al hospital a buscar la medicación con una autorización mía, y que me la mandaran a través de la Embajada. En cinco días llegó. Agradezco haberla tenido, y espero que me la manden de vuelta", agregó. En tiempos normales, Alejandro iba personalmente al Hospital Muñiz a buscar las recetas de sus medicamentos.

 

La falta de diálisis para tratar los problemas renales que sufre es otro problema que inquieta a Alejandro. Aunque come sano y recorre todos los días más de 10 kilómetros en bicicleta (están viviendo en la casa de la familia de la pareja de su hermano fallecido), ya empezó a sentir en su cuerpo los efectos de no dializarse hace varios meses. "Me hace bien lo que estoy haciendo. Todavía no estoy mal. Me siento fuerte, porque sé que si no mi mamá no tiene a nadie más acá. Pero tengo síntomas, uno conoce a su cuerpo y sabe los signos. Mi organismo me dice que me está faltando la diálisis", afirmó. Solía hacerse diálisis tres veces por semana, pero en Costa Rica no puede hacérsela porque no tiene cobertura médica.

Álvarez tiene 53 años y necesita los medicamentos para el HIV y dializarse

Las dificultades económicas son otro motivo de preocupación. Alejandro es pensionado, y además trabaja como albañil y pintor para tener un ingreso extra que le permita llegar a fin de mes. Su madre es jubilada. La aerolínea en la que viajaron insiste en que paguen nuevamente el pasaje, que cuesta unos 1500 dólares. No tienen recursos suficientes para hacerlo.

"Copa no nos reconoce nada, nos dicen que hay que pagar el pasaje otra vez. Tendría que cobrar un año y medio completo de mi pensión para poder pagármelo. Nunca se me hubiese ocurrido comprar un pasaje para venir acá a Costa Rica, porque no me da el cuero. Pude venir porque los amigos de mi hermano me pagaron el pasaje. Pero ellos tampoco pueden volver a pagarlo. Y yo acá no puedo trabajar, no tengo cómo conseguir dinero. Estamos en cuarentena, y encima no conozco a nadie", sostuvo.

Tampoco recibió asistencia económica de la Embajada argentina. Lo único que lo alivia es no tener que pagar un alquiler, porque se está hospedando junto a la familia de la pareja de su hermano. "Agradezco que me hayan mandado la medicación tan rápido, pero además de eso no recibí absolutamente nada", observó sobre la Embajada.

"Me gustaría volver, porque soy argentino y amo a mi país. Me siento mal estando lejos de mi país, de las cosas que amo. No quiero estar acá ni morir acá. Yo soy argentino y quiero morirme en la Argentina. Lo único que pido es seguir vivo hasta que me vaya de acá. El resto, Dios dirá. Será lo que tenga que ser", concluyó Alejandro, visiblemente emocionado.

Al igual que él, otros 150 argentinos permanecen varados en Costa Rica, rodeados de incertidumbre y sin una fecha exacta de retorno. Atraviesan dificultades económicas, emocionales, de salud y de diversa índole, como en el caso de una mujer embarazada que deberá tener a su hijo allí. O el de una mujer de 90 años que aún no pudo regresar. También hay familias con niños pequeños, y personas que están cerca de quedarse sin alojamiento.

Fuente: La Nación / Argentina

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