La versión oficial de las autoridades en Colombia es que la muerte del capo Escobar se dio el 2 de diciembre de 1993 y que el llamado Bloque de Búsqueda dio con su paradero por cuenta de una llamada que él mismo hizo a su familia, que por esos días se encontraba en el Hotel Tequendama, en Bogotá, para dar instrucciones a su hijo.
Según detalló en esa época la Fuerza Pública en Colombia, la Dijín dio con el paradero gracias a tecnología francesa y británica que ayudó a que fuera localizado en una casa en la que se escondía en el barrio Los Olivos, en Medellín, en donde pasó sus últimos días acompañado de Álvaro de Jesús Agudelo (alias ‘Limón’).
Sin embargo, por estos días con la novela del Canal Caracol volvió a la escena una versión que escribió Aura Rocío Restrepo, amante y confidente de Gilberto Rodríguez Orejuela, uno de los enemigos acérrimos de Escobar, en su libro ‘Ya no quiero callar’.
De acuerdo con su testimonio, una noche ella se encontraba a solas con el líder del cartel de Cali y, luego de una fiesta, le reveló una versión muy diferente a la que dan las autoridades colombianas. Resulta que ese jueves 2 de diciembre, horas antes de que Escobar fuera abatido, la Policía encontró baleado el cuerpo de Gustavito Gaviria, hijo de Gustavo Gaviria, primo y socio del capo.
“Según me dijo Gilberto, el hijo de Gaviria había llegado del exterior un par de días atrás, se había reunido con Escobar y es proponía salir nuevamente del país cuando fue retenido por los Pepes. El ingreso a Colombia fue detectado por agentes de inmigración del DAS, que lo reportaron de inmediato. El capo estaba tan desesperado y aislado que cometió el error de llevar a Gaviria a la casa donde se escondía”, asegura Aura Restrepo en su libro.
Además, recuerda que el mismo Gilberto Rodríguez le dijo que nadie soportaba una tortura y todo el mundo se quebraba más tarde o temprano sin excepción.
“Gustavito Gaviria, el hijo de Gustavo, primo de Pablo, fue quien suministró la ubicación del escondite de Pablo. Lo demás ya se sabe”, asegura la examante del líder del cartel de Cali.
Además, dice que revela ese hecho, sin intención de generar controversia porque es consciente de que ese relato ha sido contado por varios oficiales en Colombia y todo el mundo les creyó.
“No tengo cómo probar nada, pero sí puedo dar fe de lo que mi pareja me contó y su relato coincide en su totalidad con lo que él les contó a su vez a algunos de sus escoltas, que veinte años después hablaron conmigo para este libro”, sentencia.
Pablo Escobar y su primo Gustavo Gaviria