El nuevo coronavirus ya ha dado un triple salto mortal en el imaginario colectivo: desde un murciélago chino habría pasado al pangolín, del pangolín al ser humano y, en su más reciente brinco, del humano a los felinos y a los perros. Es un viaje verosímil, con varios saltos entre especies en tiempo récord, pero la realidad es que los científicos todavía no tienen certezas. Es solo una hipótesis, como casi todo lo que rodea a un virus que oficialmente no existía hace apenas tres meses.
La última parada confirmada del periplo del nuevo coronavirus por el reino animal es una tigresa malaya con tos seca que este domingo dio positivo en el Zoológico del Bronx, en Nueva York. “Parece que los felinos se van perfilando como sensibles al virus, pero de momento es algo anecdótico”, tranquiliza Víctor Briones, del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. En Estados Unidos ya hay más de 330.000 personas infectadas registradas, pero solo consta un animal: la tigresa del Bronx, acompañada por otra media docena de tigres y leones con síntomas pero sin confirmación.
“La propagación actual de la Covid-19 se debe a la transmisión de humano a humano”, recalca la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), que investiga otros saltos entre especies. Hong Kong comunicó en un primer momento dos casos caninos positivos —un pastor alemán y un pomerania— tras analizar 17 perros y ocho gatos en hogares vinculados a personas con la enfermedad. El 23 de marzo, las autoridades belgas también informaron del caso de un gato “sospechoso" de sufrir una infección activa. Y el 31 de marzo de nuevo Hong Kong anunció que un gato había dado positivo.
Con más de 1,2 millones de casos registrados en personas, la infección solo se ha confirmado en dos perros, uno o dos gatos y una tigresa. Y no existe ningún indicio de que las mascotas hayan transmitido el virus. “Por consiguiente, no existe justificación alguna para tomar medidas relacionadas con los animales de compañía que puedan afectar a su bienestar”, sentencia la OIE, que sí recomienda que las personas enfermas eviten el contacto con las mascotas por si acaso.
En China no se han andado por las ramas para salir de dudas. Un equipo del Instituto de Investigación Veterinaria de Harbin ha inoculado el virus directamente en la nariz de animales de diferentes especies, dentro de un laboratorio de alta seguridad. Sus resultados preliminares, publicados el 31 de marzo sin revisión externa, sugieren que el nuevo coronavirus “se replica mal en perros, cerdos, gallinas y patos, pero lo hace de manera eficiente en hurones y gatos”.
Los científicos chinos, encabezados por el virólogo Bu Zhigao, inocularon el virus humano a cinco gatos y los sacrificaron a los pocos días. Las necropsias mostraron que el virus fue capaz de multiplicarse en su tráquea y en su garganta, pese a que ninguno tuvo los síntomas típicos de la enfermedad. Además, los felinos infectados contagiaron el virus a un gato sano que estaba en la jaula de al lado, lo que sugiere una transmisión por gotas respiratorias, como en los humanos.
La Asociación de Medicina Veterinaria de EE UU ha expresado su escepticismo ante estos resultados, obtenidos con muy pocos animales y en condiciones de laboratorio. “El hecho de que un animal pueda infectarse experimentalmente con un virus no significa que se infecte con ese mismo virus en condiciones naturales”, advierte la organización.
Un estudio todavía más reciente, publicado el 3 de abril, también apunta al salto de los humanos a los gatos. Los autores, de la Universidad Agrícola de Huazhong, han analizado la sangre de un centenar de gatos de Wuhan tras el brote y han encontrado anticuerpos contra el nuevo coronavirus en el 15% de ellos. “Nuestros datos demuestran que el virus SARS-CoV-2 infectó a la población de gatos”, afirman los investigadores, liderados por la veterinaria Jin Meilin. Sin embargo, sus datos también deben ser interpretados con cautela, porque tampoco han sido sometidos a la revisión externa esencial en el sistema científico internacional.
“Los gatos que pasan mucho tiempo fuera de casa podrían, potencialmente, ser infectados por otra persona, así que es mejor mantener una distancia con ellos, como se hace con las personas”, ha aconsejado en su cuenta de Twitter el veterinario William Karesh, presidente del grupo de trabajo sobre enfermedades de la fauna salvaje de la OIE. El veterinario Víctor Briones, catedrático de Sanidad Animal, está “totalmente de acuerdo” con esta recomendación.
Briones subraya que las tres o cuatro mascotas infectadas hasta la fecha convivían estrechamente con enfermos y que estos saltos anecdóticos desde los humanos a los animales de compañía ya se detectaron en el brote del virus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), otro coronavirus hermano del actual que surgió en China en 2002 y mató a casi 800 personas antes de ser aparentemente erradicado. “Parece que los gatos y los perros son un fondo de saco epidemiológico y no actúan en la transmisión, como ya ocurrió con los perros en el brote de ébola en África occidental”, señala Briones.
La veterinaria estadounidense Deborah McCauley está acostumbrada a perseguir tigres a lomos de elefantes. Lucha en la jungla de Nepal contra las enfermedades que azotan a los últimos grandes felinos y a otros animales en peligro de extinción. La organización que dirige, la Iniciativa Veterinaria para la Fauna Salvaje Amenazada (VIEW), alerta de que algunas especies están siendo apuntilladas por enfermedades que comparten con los humanos o con los animales domésticos, como el virus del moquillo de los perros que ha saltado a los tigres.
“El 75% de las enfermedades emergentes provienen de la fauna salvaje. Y ya compartimos el 60% de las enfermedades infecciosas con los animales”, advierte McCauley. “Si esta pandemia del nuevo coronavirus nos ha enseñado algo es la necesidad crítica de investigar nuevas técnicas de diagnóstico y de invertir en formación y en infraestructuras en la primera línea de la naturaleza salvaje, para identificar rápidamente estas amenazas”, urge la veterinaria. “La salud de la fauna silvestre debe ser incluida dentro del paquete de la conservación del medio ambiente, porque la salud de las personas está estrechamente conectada con la de los animales”, recalca McCauley.
El 29 de marzo, el presidente de la Organización Colegial Veterinaria Española, Luis Alberto Calvo Sáez, envió una carta al ministro de Sanidad, Salvador Illa, para lamentar la ausencia de veterinarios en el comité científico creado para combatir la Covid-19. “Mire a su derecha y a su izquierda, no verá a ningún veterinario entre sus asesores en esta lucha”, le reprochó Calvo Sáez. En Alemania, le recordó, el principal gestor científico de la crisis del nuevo coronavirus es un veterinario, Lothar Wieler, presidente del Instituto Robert Koch de Berlín.
Castilla y León sí ha fichado a un veterinario para su comité científico de emergencia: Elías Rodríguez Ferri, catedrático emérito de la Universidad de León. “El salto entre especies es un fenómeno fascinante en biología”, reflexiona el veterano profesor. En 2003, rememora, el miedo al virus de la gripe aviar H5N1 —que empezó a saltar de las aves de corral a los humanos cada vez con mayor letalidad— cristalizó en la creación del concepto “Una sola salud”: la salud humana y la sanidad animal son interdependientes. La OMS adoptó rápidamente el enfoque.
El veterinario William Karesh, de la OIE, fue quien acuñó en 2003 la expresión “Una sola salud”, pero Rodríguez Ferri recuerda que la idea no era nueva. Hay un cuadro de Rubens en el Museo del Prado que esconde una clave para evitar futuras pandemias. Es La educación de Aquiles, un óleo pintado en 1635 que muestra al héroe griego a lomos de su bisabuelo, el centauro Quirón. Aquella criatura de la mitología clásica, mitad hombre y mitad caballo, conocía las artes de la curación y era capaz de aliviar el sufrimiento de humanos y animales, según relata Rodríguez Ferri. Tanto los médicos como los veterinarios reivindican ahora a Quirón como un precedente legendario. El centauro es la prueba de que la medicina humana y la veterinaria pueden cabalgar juntas.
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