Nueva York pasa por uno de los momentos más difíciles de su historia al convertirse en epicentro del Covid-19.
La pandemia de coronavirus, tal como destaca un artículo publicado por el diario español El Confidenial, se ha ganado por derecho propio el adjetivo de "bíblica". Y, como en la Biblia, la gran Babilonia de nuestros días.
El número de casos confirmados ya supera los 100.000 en el estado y más de 3.000 personas han fallecido. Una prueba que se nota, sobre todo, en los vecindarios más humildes de la ciudad: allí donde el virus ha golpeado con mayor fuerza, tanto en la salud como en el bolsillo de sus habitantes.
"Hemos tenido un aumento tremendo de la actividad", dice Melony Samuels, presidenta de The Campaign Against Hunger (TCAH), una ONG que da comida a los más necesitados desde 1998, a El Confidencial. "Normalmente servimos comida a 250 personas al día. Ahora mismo estamos intentando servir a 4.500 personas".
La estrategia de Samuels ha tenido que adaptarse a toda prisa. Antes, solían establecer puntos de distribución de alimentos. Ahora, dada la distancia física que exigen las circunstancias, entregan la comida a domicilio, especialmente a la gente mayor. "Estamos recaudando dinero de forma agresiva, reclutando voluntarios, buscando bolsas en las que colocar la comida", dice Samuels. "Jamás hemos visto nada igual. Ni siquiera durante el Huracán Sandy".
El huracán de 2012, que destrozó 70.000 viviendas neoyorquinas, quedó grabado en la memoria colectiva de la ciudad, como los atentados del 11-S en la década anterior: un desafío que requirió la movilización conjunta de vecinos y autoridades, y que ayudó a las ONG a afinar sus instrumentos y operar de manera más flexible.
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Nueva York, epicentro de la epidemia
"Después del Huracán Sandy, repartimos comidas de emergencia a 64.000 neoyorquinos mayores que se habían quedado atrapados en sus casas en toda la ciudad", rememora a este diario Beth Shapiro, directora ejecutiva de Citymeals on Wheels, una ONG que da de comer a los neoyorquinos de la tercera edad. "Pero el Sandy solo afectó a partes de la ciudad. Ahora cada uno de los barrios está siendo afectado, Nueva York, el país, el mundo entero", añade. "Ya hemos repartido 200.000 comidas y vamos a repartir 300.000 más en los próximos días".
Shapiro dice que, viendo las noticias de la pandemia en China y luego en Europa, Citymeals comenzó a prepararse en febrero "por lo que pudiera pasar". Acumularon alimentos y trazaron planes de respuesta. En los últimos días han duplicado el personal de los almacenes y han dividido a los voluntarios en grupos que se van alternando semanalmente. Una forma de observar mejor los síntomas si alguno de los repartidores cae enfermo. "También hay que decir que, aún con toda esta planificación, nadie se pudo imaginar el tamaño y la gravedad de la emergencia".
Los barrios humildes también son especialmente sensibles para los voluntarios y trabajadores sociales, dado que tienen la mayor proporción de infecciones. El distrito postal de Queens que está justo al sur del Aeropuerto de La Guardia, por ejemplo, tiene cuatro veces mayor proporción de enfermos que Park Slope, la zona blanca y centrificada de Brooklyn en la que vive el alcalde, Bill de Blasio.
"Sabemos que, en Queens, muchas familias, dada su pobreza, viven juntas en espacios estrechos", declaró a Fox News el doctor Mitchell Katz, jefe ejecutivo del sistema de hospitales públicos. "Así que, aunque estemos practicando el distanciamiento social como ciudad, tenemos a múltiples familias viviendo juntas en un apartamento muy pequeño. Así que es muy fácil entender dónde ocurren muchas de las transmisiones de Covid". Los hogares más afectados de la ciudad son los de las familias judías ultraortodoxas, que tienen el mayor número de hijos per cápita y que se han mostrado más reacios a seguir las recomendaciones de distancia física.
Los hogares pudientes, además, son capaces de aguantar mayor tiempo confinados y encargar comida por Amazon o FreshDirect: tienen menos necesidad de exponerse al virus. Las profesiones liberales o corporativas tampoco han sido impactadas con la misma fuerza que los empleos de clase trabajadora en la hostelería, el entretenimiento o el sector minorista: los primeros en desplomarse.
En Babilonia no se habla inglés
Claire Moodey y su pareja, residentes del barrio de Flatbush, en Brooklyn, perdieron sus empleos al mismo tiempo y ahora tienen dificultades en pagar el alquiler. La semana pasada invitaron a los residentes de su edificio a buscar soluciones en común. "Queríamos abrir un diálogo y ver si podemos juntarnos y ayudarnos mutuamente a navegar en este momento", dice a El Confidencial.
Moodey, que ya en 2012 participó en Occupy Sandy, una iniciativa de izquierdas para ayudar a las personas que habían sido embargadas o desahuciadas en el contexto del huracán, se ha ofrecido a hacer la compra para los vecinos que lo necesiten, o ayudar con el papeleo a quienes puedan tener dificultades de idioma. "La gente habla muchas lenguas diferentes en nuestro edificio, y probablemente tengan un difícil acceso a material de lectura en estos idiomas", dice.
Las iniciativas y organizaciones solidarias operan en el particular tejido neoyorquino: una Babilonia abigarrada, con 800 idiomas comprimidos en unos cuantos barrios. Universos que viven juntos sin apenas tocarse, con sus servicios y su prensa y sus tradiciones. Tanto TCAH como Citymeals on Wheels tienen intérpretes para acceder a los hogares que hablan español, cantonés, ruso, hebreo o criollo. Idiomas que superan al inglés en muchos de los vecindarios de Brooklyn y Queens.
El 11-S trajo catarsis, el Covid no
A diferencia del 11-S, o el Huracán Sandy, la pandemia ha añadido un elemento nuevo al desafío. Les ha quitado a los ciudadanos la posibilidad de juntarse en un espacio físico: la magia del efecto catarsis que se da cuando miles de personas se ponen de acuerdo y lo celebran 'in situ', con todo el ritual de la movilización, los saludos y los abrazos. El virus se ha llevado el consuelo del contacto humano.
"Tenemos que mantener el distanciamiento social", dice Melony Samuels, de TCAH. "Las personas a las que entregamos comida saben que vamos a ir, saben dónde recogerla. Ahora mismo no hay falta decir nada, no hay intérpretes. Es muy impersonal. Y va a seguir siendo impersonal durante una temporada".
Los desafíos anteriores, los atentados, los huracanes, la recesión, no habían logrado arrancar el elemento de calor humano que engrasa la respuesta a la catástrofe. Las víctimas y los voluntarios, en este caso, permanecen en la oscuridad de sus cuevas; solo salen con guantes y mascarilla, y cualquier acercamiento a una superficie o un ser vivo provoca un abanico de sensaciones feas, diferentes grados de repulsión.
"Citymeals siempre ha tratado con neoyorquinos mayores que están solos", dice Beth Shapiro. "Son gente que ha sobrevivido a sus amistades, a sus familiares e incluso a sus hijos. Cuando se les lleva comida, muchas veces el repartidor entra en sus casas y la dejan en la cocina. Ahora no pueden. La dejan colgada en la puerta. Antes teníamos un programa de visitas, para hacer compañía a las personas mayores, ahora ya no podemos. Pero les llamamos por teléfono. El distanciamiento social ha cambiado las cosas radicalmente".
Fuente: Diario El Confidencial / España