Como nunca antes se había visto en la historia de la iglesia católica, el papa Francisco rezó en soledad este viernes desde la Plaza San Pedro del Vaticano.
Durante este suceso inédito en la historia de esta religión, el pontífice otorgó una indulgencia plenaria universal hacia todo los fieles en medio de la pandemia por el coronavirus que golpea en todo el planeta.
Es la primera vez en la milenaria milenaria de la Iglesia católica que el Papa reza en solitario ante la inmensa plaza vacía de San Pedro. Esto se produce en medio de la emergencia ocasionada por el brote de Covid-19 en Italia y el resto del mundo.
“Un vacío desolador que paraliza todo a su paso. Se palpita en el aire, lo dicen las miradas”, dijo el Papa. “Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que los discípulos del Evangelio nos sorprendió una tormenta. En esta tormenta estamos todos", añadió.
El máximo representante de la iglesia católica caminó unos 50 metros en soledad mientras la lluvia cubría la plaza de San Pedro. Al llegar a la escalinata, fue ayudado por su secretario privado, sobre quien el pastor argentino se sostuvo para poder subir al atrio.
“Señor, no nos abandones”, suplicó el papa Francisco al hablar de una “tormenta inesperada y furiosa”, de “una tempestad que desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades”, dijo.
Francisco recalcó como la crisis generada por el coronavirus le ha demostrado a los seres humanos que no pueden seguir cada uno por su cuenta, sino que por el contrario se deben mantener juntos porque nadie se salva solo.
También hizo énfasis sobre el sacrificio de los "trabajadores silenciosos", refiriéndose a médicos, enfermeros y enfermeras, empleados de supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas.
Se trató de un rito inédito durante el cual líder la iglesia católica dio a al ciudad y todo el mundo, la "Urbi et Orbi" - o bendición papal-. El evento fue transmitido por televisión, internet y radio.
"Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos", dijo al invitar "a activar la solidaridad, capaz de dar sentido en estas horas en las que todo parece naufragar... Fingimos estar sanos en un planeta enfermo, pero nadie se salva solo", enfatizó.
La bendición permitió a los más de 1.300 millones de católicos obtener la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de sus pecados, en un momento tan difícil, con medidas de confinamiento que afectan a más de 3.000 millones de personas.
Después de terminar su homilía, Francisco caminó hacia el ícono de la salud del pueblo romano, que fue llevada especialmente. Después rezó frente a un crucifijo que habitualmente está en la iglesia San Marcelo del Corso, al que se le atribuye la sanación de la gran peste de 1522.
Desde que se desató la epidemia de coronavirus en Europa, que golpea con particular fuerza a Italia y España, el papa Francisco se ha pronunciado en varias oportunidades, recordando en particular a los médicos y enfermeras, en la primera línea de la lucha, e instando a los sacerdotes a acompañar a los enfermos y moribundos.
Francisco, que ha tenido que limitar sus actos y agenda para evitar eventuales contagios de coronavirus, se prepara a celebrar la primera Semana Santa de la era moderna sin fieles ni procesiones.
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