Desde que el pasado 23 de enero China decretó la cuarentena de Wuhan, epicentro de la pandemia del coronavirus, las grandes ciudades del gigante asiático se han convertido en fantasmas. Y pocas cosas resultan más extrañas que caminar por las calles vacías de Shanghái, una megalópolis de 24 millones de habitantes reducida a un esqueleto de hormigón, acero y cristal.
No en vano, durante casi dos meses, la capital económica de China ha sido el escenario perfecto para una de esas superproducciones apocalípticas de Hollywood: transporte público desierto, administraciones cerradas a cal y canto, controles de temperatura, y hasta barricadas para evitar la entrada a edificios residenciales de quienes no habitan en ellos. Solo han faltado los zombis.
Este domingo, sin embargo, la ciudad china amanecía con un magnífico tiempo primaveral y, un día más, sin ningún nuevo contagio local. Las infecciones que se han registrado los últimos días son todas importadas de otros países, razón por la que quienes llegan del extranjero están obligados a cumplir una cuarentena de 14 días. Si no fuese porque el de Shanghái es uno de los principales aeropuertos de China, la ciudad se sumaría a las 11 provincias que no han tenido ningún caso de SARS-CoV-2. En algunas, como Tíbet o Qinghai, llevan ya más de 20 días sin sumar un solo infectado, muestra de que la segunda potencia mundial está ganando la primera batalla contra el coronavirus.
Quizá por eso, Shanghái recupera poco a poco la actividad. Oficialmente, las vacaciones extendidas del Año Nuevo Lunar acabaron el 10 de febrero, pero las restricciones han impedido que la mayoría de los trabajadores se reincorporen a sus puestos. Ahora, el tráfico cada vez más denso indica que la economía arranca de nuevo el motor. Los comercios que mantienen la persiana bajada son ahora minoría, y, aunque el transporte público todavía cierra antes de lo habitual y el uso de mascarilla sigue siendo obligatorio, las calles vuelven a cobrar vida.
En la turística Tian’ai, conocida por los mensajes que los enamorados escriben en las paredes de ladrillo, las parejas vuelven a retratarse con sus móviles mientras disfrutan de un helado. Y en el cercano centro comercial de Hongkou Plaza las cafeterías han reabierto -aunque siguen estando poco concurridas-, las tiendas alientan las compras con jugosas ofertas que parecen tener éxito -muchos analistas esperan un súbito rebote del consumo-, y los guardas de seguridad ya apenas miran los termómetros con los que aún deben tomar la temperatura de todo el que entra. Lo mismo sucede en los edificios residenciales, donde ya pocos exigen ver el código de salud que una aplicación del Gobierno genera en el ‘smartphone’.
“Es el primer fin de semana que salimos a tomar algo desde hace más de un mes. Llevar mascarilla es un incordio, pero se nota que el ánimo de la gente ha mejorado mucho. Sé que todavía es pronto para cantar victoria, pero creo que hemos derrotado al coronavirus”, se congratula una joven apellidada Li que agarra del brazo a su novio y busca unos zapatos nuevos. “La verdad es que ahora me apetece mucho ir de compras”, ríe. Pero su sonrisa se desvanece cuando pregunta por la nacionalidad del periodista. “Lo siento por vosotros. Es momento de permanecer unidos y de seguir los dictados de las Autoridades. Estoy segura de que lo haréis fenomenal”, alienta.
En las redes sociales chinas se repiten mensajes similares. La mayoría muestra su apoyo a Italia, el país que más está sufriendo la pandemia en este momento, pero también hay quienes se acuerdan de España. “No es momento de hacer reproches sino de acabar con el virus”, escribe un internauta en Weibo, el Twitter chino. También se rebotan vídeos en los que se ve cómo ciudadanos de origen chino ofrecen mascarillas y gel desinfectante a la Policía Nacional, y la llegada a Roma de un avión de China Eastern cargado de material médico también aviva el patriotismo. “Me alegro de que nuestros compatriotas sean solidarios. Ojalá el mundo también lo hubiese sido con China”, es uno de los pocos reproches que se pueden encontrar.
Que la situación ha dado un vuelco se demuestra también en la actitud de algunos de los viajeros que llegan a China. Según ha anunciado la prensa local, una docena están siendo investigados por haber tomado fármacos para ocultar los síntomas del coronavirus y por mentir en los formularios de salud que se deben cumplimentar a la llegada. “China tendrá tolerancia cero”, advierte el Global Times. El diario ultranacionalista también recuerda que quienes sean portadores del coronavirus y entren en China conscientes de la infección se enfrentan al cobro del tratamiento que reciban, que para el resto de la población es gratuito.
“Entiendo que ahora algunos se sientan más seguros en China, porque Europa y América han tomado medidas mucho más laxas y demasiado tarde”, comenta Chen, el novio de Li. “Mi familia se marchó de China escapando del virus y ahora, aunque está obligada a hacer cuarentena a su llegada, ha vuelto de España con el mismo objetivo”, cuenta un trabajador español en la provincia oriental de Zhejiang. “Imagino que se trata de algo cultural, pero no entiendo por qué en casa la gente no se lo toma en serio. A veces echo de menos la disciplina que tienen los chinos”, sentencia.