Mathilde Braithwaite no tuvo dudas. Se hizo con la camiseta oficial del Fútbol Club Barcelona y se la llevó puesta y orgullosa al instituto, el Rybners Gymnasier de Esbjerg (Dinamarca).
Allí, a orillas del Mar del Norte, también había estudiado el hermano mayor de Mathilde, Martin Braithwaite (1991) . La familia, ya acostumbrada a los éxitos inmobiliarios en Estados Unidos del emprendedor Philip Michael, tío del futbolista, aún intenta hacerse a la idea de lo ocurrido en las últimas semanas. El abuelo materno, Frede Christensen, director durante tres décadas de la cadena de cocinas y baños HTH Køkkener, no se cansa de revisar con orgullo vídeos y fotografías antiguas del pequeño Martin. Nadie olvida que, de niño, estuvo postrado en una silla de ruedas durante dos años por culpa del Síndrome de Legg-Calvé-Perthes, trastorno infantil en el que se interrumpe la irrigación sanguínea a la parte esférica de la cadera. Su historia alcanza el Bernabéu.
La deficiente planificación liderada por Josep Maria Bartomeu -presidente y vicepresidente deportivo del Barcelona-, y ejecutada desde la secretaría técnica por Eric Abidal y Ramon Planes, dejó al equipo con lo puesto después de las lesiones de larga duración de Luis Suárez y, sobre todo, de Ousmane Dembélé. Zanjar el mercado invernal sin refuerzos para esta temporada -el portugués Trincao y el brasileño Matheus Fernandes firmaron para el próximo curso- obligó al Barcelona a buscar soluciones de emergencia una vez la comisión médica de la Liga aceptó que el Dembélé no volvería a jugar esta temporada. La solución pasó por pagar al Leganés la cláusula de rescisión de Martin Braithwaite (18 millones de euros), firmarlo por cuatro temporadas y media para minimizar las amortizaciones, y advertirle de que una buena Eurocopa con Dinamarca podría desembocar en una venta al mejor postor.
Aunque Braithwaite ha llegado al Camp Nou con la ambición de quedarse. Tal es la motivación mostrada en los entrenamientos que incluso oposita a hacerse con un hueco en el clásico frente al Real Madrid.
ESPERA A SU CUARTO HIJO
Quique Setién, que en los encuentros frente a Eibar y Nápoles optó por deconstruir a Arturo Vidal para que el chileno ejerciera de extremo, no pasó por alto la irrupción del delantero danés en su estreno en el Camp Nou. En 20 minutos tuvo tiempo Braithwaite para participar en dos goles y también para recibir la bendición del pantocrátor de Rosario. «Si el fútbol fuese una religión, Messi sería Dios», clamó Braithwaite a los medios oficiales del club azulgrana. Luis Suárez, el otro gran líder de la caseta, reunió en RAC-1 las sensaciones del vestuario ante la llegada del atacante: «Lo hemos hablado con los compañeros. Martin va a sorprender. Mucha gente sólo se fija en que viene del Leganés, pero tiene un gran curriculum con la selección [internacional en 39 ocasiones, participó en los cuatro partidos de Dinamarca en el Mundial de Rusia]. Con los jugadores que tendrá aquí podrá demostrar que tiene potencial».
Braithwaite, como recién llegado, ocupa uno de los rincones del vestuario azulgrana. Su taquilla está junto a la del jovenzuelo Ansu Fati. El día de su presentación acudió con sus tres hijos, todos ellos con un cuidado pelo afro, el mismo peinado que él mismo había llevado hasta que la alopecia ganó terreno. También estaba allí su pareja, la francesa Anne-Laure Louis, a la que Braithwaite conoció durante su etapa en el Toulouse mientras ella trabajaba como periodista. Ambos esperan para el próximo mes de abril a su cuarto hijo.
LUTHER KING Y MUHAMMAD ALI COMO REFERENTES
Lo primero que hizo el futbolista tras concretarse su fichaje por el Barcelona fue llamar a su madre, Heidi Christensen, una ex jugadora de balonmano danesa que conoció a Keith Braithwaite, padre de Martin, mientras trabajaba como au pair en Estados Unidos. Keith nació en Guyana, ex colonia británica en la costa norte de Sudamérica con algo menos de 800.000 habitantes.
Las desigualdades raciales siempre estuvieron en la cabeza de Martin Braithwaite, de ahí que sus referentes en el deporte, y en la vida, sean Muhammad Ali y Luther King. Sí, de nombre Martin. Como él. En cuanto a la música, tampoco se deja arrastrar el futbolista por los nuevos tiempos del autotune. Él admira el sonido de la Motown. El soul de The Temptations.
«Estoy viviendo un sueño», es lo que repite una y otra vez Braithwaite, tanto dentro como fuera del club. Y éste tiene poco que ver con el aumento de sus emolumentos como profesional al pasar a formar parte de un club de la burguesía futbolística. En los últimos años, Braithwaite se ha asociado con su tío Philip Michael. Éste, ex periodista y ex comentarista de boxeo, emigró a Nueva York en 2014 y enseñó en un libro cómo «multiplicar por diez el patrimonio neto en 18 meses» gracias a los bienes raíces. Tío y sobrino están llevando a cabo varias promociones inmobiliarias en suelo estadounidense. Como un proyecto de viviendas inteligentes para estudiantes en la Universidad de Temple, en Filadelfia. O la construcción en Jersey del llamado edificio Summit, rascacielos destinado a jóvenes con riesgo de exclusión social. Con la integración racial siempre en mente.
Braithwaite es mucho más que aquella ovación con gusto a chirigota con la que fue recibido en su debut en el Camp Nou.