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El famoso cantautor Víctor Manuel, presenta su faceta como consumado cocinero, una pasión que le viene tanto por su amor por la gastronomía como por el carácter social que esta encierra, eje vertebrador de emociones y sentimientos que exaltan la alegría de vivir y compartir.

Dio una amplia entrevista con el diario La Vanguardia para contar algunas de sus historias.

 

Mi Víctor-Manuel es por mis dos abuelos: ¿y el suyo?

Mis padres iban a llamarme como el abuelo Víctor.

El abuelo que “fue picador, allá en la mina”...

Y una parienta pontificó: “Mejor Víctor Manuel, que suena a rey”, y ellos lo aceptaron

Y hoy el abuelo es usted.

Abuelo músico... y cocinero: mis nietos se comen lo que les cocino con mucho gusto.

¿Desde cuándo cocina?

Desde lo mal que comí en mis primeras giras como músico, mediados los sesenta. Reaccioné.

¿Cómo reaccionó?

Metí en la furgoneta un arcón frigorífico con cosas ricas, incluida alguna mariscada.

¿Su niñez fue más musical o cocinera?

Mi madre cantaba en casa. A veces me dejaba en la cocina, atado a una reja.

¿Atado?

Ella salía, y para que no me moviese. Con cuatro años, me dejaba un tarro de azúcar y un trozo de pan en la mesa de la cocina. ¡Y yo, feliz! Es uno de mis dos primeros recuerdos.

¿Y el otro?

Por la ventana vi pasar un entierro. Y en ese momento entendí: “¡Yo también moriré!”.

Y de ahí lo triste de sus canciones.

Hay también muchas que expresan vitalidad.

¿De qué canción se enorgullece más?

Sólo pienso en ti , de 1983: visibilizó la discapacidad, hoy mejor asumida que entonces.

¿Dónde nació su vocación musical?

Escuchaba mucha radio, canciones italianas y francesas... Aznavour, Bécaud... Y con once años me regalaron una guitarra. Y llevo compuestas más de 500 canciones.

¿Recuerda la primera canción?

Sí: Tendré tu amor , la titulé, y era en 1961.

¿Hay algo que una todas sus canciones?

Podría enhebrarlas en tres hilos: el social, el amoroso, el costumbrista.

Y Asturias.

De ahí extraigo el agua de recuerdos, sabores, vivencias, arroyos cristalinos, prados, bosques, felicidad...

¿Cuándo supo que sería cantautor?

Desde 1965, con 17 años: concursé en festivales de canción por el norte, y en Benidorm.

Grabó Un gran hombre , oda a Franco.

En 1966 tenía apenas 18 años, yo era un chaval desinformado, no sabía nada de la guerra, nadie me había contado...

¿No?

Mis padres callaban. La guerra les infligió dolor: a mi abuelo Ángel le encerraron en 1938, mi abuela Eloísa le llevó comida a la cárcel durante tres años.

¿Le soltaron?

No, le fusilaron en 1941, y está en la fosa común del cementerio de Oviedo. Su hermano, tío Kiko, al que mi padre veneraba, en la Navidad de 1958 me regalaría aquella guitarra.

¿A qué se dedicaba su padre?

Era ferroviario. De noche, bajo una manta, para que los vecinos no oyesen nada, él escuchaba Radio Pirenaica.

Emisora del PCE, prohibida aquí.

A mi padre le amenazaron de muerte luego, por mi causa, cuando me afilié el Partido Comunista, en 1973, con Ana: los dos lo dejamos en cuanto tuvimos Constitución.

El 6 de diciembre de 1978.

Ese día estaba yo con Izascun, de Mocedades, y me dijo: “Ya tenéis Constitución”. ¿Tenéis? ¿Los vascos no? Eso me impactó.

¿Cómo conoció a Ana Belén?

Nos la presentaron, en A Coruña, a Julio Iglesias y a mí, que actuábamos juntos allí.

¡Julio Iglesias!

Julio decía: “En cuanto reúna 50 millones de pesetas, me retiraré: con eso me arreglo”.

A mí me dijo: “Sin jet privado no podría vivir, todos deberíais tener uno”.

Julio besó la mano de Ana. Y a Ana le pareció un chico demasiado demodé . Esa noche salimos todos de bailoteo y...

Ganó usted.

Y hoy Ana se pone muy nerviosa cuándo le cocino un plato nuevo. Pero luego... ¡repite!

¿Conocen la cocina catalana?

¡La esqueixada de bacalao, y los caracoles, me encantan! Joan Manuel Serrat me ha enseñado mucho. Y todo lo que sabemos hablar en catalán ¡a Juanito se lo debemos!

¿Aúna paladar y oído, comida y música?

Si. No olvido el chillido del cerdo al degollarlo, el día de la matanza, después de haberlo sacado a pasear como un perrillo durante ocho meses. ¡Ah, cuánta hambre ha quitado el cerdo en Asturias!

Viene usted de la prehistoria.

El perro de mi tío, Tula, le llevaba cada día al campo una cestita con su comida caliente. Hasta el final. Un día mi tío le cavó la fosa. Y Tula, muy viejo, entró en la fosa. ¡Él sabía!

Qué escena.

Iba yo a visitar a mi abuela al geriátrico, y me decía: “Ai, fiu miu! Tírame al tren!”. Cuando nos llega la hora, ¡todos lo sabemos! Y... ¿sabe usted lo último que perdemos?

¿Qué?

¡La música! En esa sala de la residencia veía yo al grupo de viejitos devastados, amnésicos... Pero si entonces sonaba un pasodoble, todos iban moviendo sus cabecitas.

Fuente: La Vanguardia

Su canción célebre

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