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Telescopio James Webb despega y va en búsqueda de las primeras estrellas

Costó US$10.000 millones y tardó tres décadas en construirse

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El telescopio James Webb despegó del espaciopuerto europeo de Kurú, en la Guayana Francesa. Los motores de su lanzador, un cohete Ariane 5, rompieron horas atrás; el silencio matutino del complejo espacial, situado en una auténtica una reserva natural, y ha empezado un viaje de 1,5 millones de kilómetros y 13.500 millones de años.

Veintisiete minutos después del lanzamiento, el telescopio se ha separado de la última fase del cohete a 1.400 kilómetros de altura sobre el Índico y ha puesto rumbo a su destino. ¡Adelante, Webb!, ha dicho entonces el director de vuelo y la sala de control de Kurú ha estallado en aplausos. Gracias a una cámara del cohete, veíamos por última vez al James Webb, alejándose de la Tierra.

A la cuarta ha sido la vencida. Hace un mes, el despegue del James Webb se retrasó del 18 al 22 de diciembre para que los técnicos de la NASA comprobaran que, durante su desempaquetado en Kurú, la liberación accidental de una correa no lo había dañado. 

Ocho días antes de la nueva fecha, un fallo en la comunicación entre el observatorio y el cohete obligó a postergar el lanzamiento hasta la mañana de Nochebuena. Y el miércoles pasado la meteorología lo retrasó otras 24 horas. Hoy, por fin, ha comenzado una misión científica que la NASA, la ESA y la Agencia Espacial Canadiense (CSA) preparan desde hace 30 años.

El James Webb es el observatorio espacial más complejo y grande de la Historia. Ha costado más de 9.600 millones de dólares y su construcción ha exigido más de 40 millones de horas de trabajo a técnicos, ingenieros y científicos de catorce países, incluido España. Ha despegado plegado en lo alto del cohete, pero mide 21 metros de largo y 14 de ancho, que son las dimensiones de su escudo térmico. Durante las próximas cuatro semanas, irá abriéndose poco a poco como un “transformer” en una sucesión de delicadas maniobras. Los técnicos de la misión se enfrentan ahora a veintinueve días al borde del abismo, según la NASA.

Media hora después del lanzamiento, ha desplegado el panel solar y, hora y media más tarde, se ha extendido la antena de comunicaciones. Poco después de la próxima medianoche, encenderá sus motores para corregir una trayectoria que lo llevará a sobrevolar la Luna el lunes. El martes empezará a desplegarse la estructura del parasol, que no estará completamente abierto hasta dentro de una semana. Luego, se desdoblarán los dos espejos. La llegada a L2 tendrá lugar dentro de veintinueve días.

El Universo primitivo

Cien veces más sensible que el Hubble, el James Webb tiene como destino el llamado segundo punto de Lagrange o L2. Si trazamos una línea recta del Sol a la Tierra, L2 se encuentra 1,5 millones de kilómetros más allá que nuestro planeta. Las atracciones gravitatorias de la estrella y la Tierra hacen que un objeto que orbite L2 permanezca estable respecto a nosotros. Allí, dará siempre la espalda al Sol, de cuya radiación se protegerá con un gigantesco escudo de cinco capas que garantizará que sus cuatro instrumentos estén siempre a menos de 233 grados bajo cero. Necesitan estar tan fríos para detectar la radiación infrarroja de los objetos más distantes del Universo. Según los responsables de la misión, el blindaje térmico que ofrece su escudo al James Webb es el equivalente a un factor de protección solar de un millón, necesario en este caso para que el telescopio sea capaz de detectar el equivalente al calor que desprendería un abejorro en la Luna.

Con una masa de 6.200 kilos y un espejo principal de berilio de 6,5 metros compuesto por 18 segmentos hexagonales, el James Webb tiene entre sus principales objetivos viajar en el tiempo más allá que su antecesor. La Luna la vemos como era hace un segundo, el tiempo que tarda la luz que refleja en llegar a nosotros; el Sol, como era hace 8 minutos, el tiempo que tarda su luz en viajar hasta a la Tierra. El James Webb verá objetos a miles de millones de años; es decir, como eran hace miles de millones de años.

"Estoy deseando ver la ciencia que sale del James Webb, pero por ahora estoy orgulloso del trabajo que se ha hecho", ha dicho Josef Aschbacher, director general de la ESA, en Twitter. Además de con el cohete y toda la infraestructura para el lanzamiento, la ESA ha contribuido a este proyecto con dos de los cuatro instrumentos científicos. 

Los astrónomos europeos disponen ya del 33% del tiempo de observación del nuevo telescopio durante su primer año de servicio. "El potencial del James Webb no radica en lo que sabemos que descubriremos, sino más bien en lo que aún no entendemos o no podemos comprender sobre nuestro Universo. ¡Estoy impaciente por ver todo lo que desvela!", ha coincidido Bill Nelson, administrador general de la NASA.

“El Hubble retrocedió en el tiempo hasta hace unos 12.500 millones de años. El James Webb irá mucho más atrás. Yo suelo decir que el Hubble vio el Universo cuando era un adolescente y el James Webb lo verá cuando era un bebé”, explicaba hace unos días a este periódico Macarena García Marín, astrofísica del equipo científico y de operaciones de la ESA para el telescopio espacial.

Durante los cinco años que como mínimo durará la misión, verá el Cosmos como era hace 13.500 millones de años solo 300 millones de años después del Big Bang, analizará las atmósferas de planetas extrasolares para ver si la Tierra es un mundo único, estudiará la evolución de las estrellas y las galaxias... Los astrofísicos sueñan con encontrar algo sorprendente, inesperado.

Fuente: El Correo