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Simeone pasó de ser un entrenador fiable a transmitir inseguridad

Está sufriendo un martirio. Es la primera ocasión que Simeone siente que no controla su equipo, pese a que tenga el convencimiento de que hay que salir adelante como sea.

Hay algo diferente en esta crisis que atraviesa el Atlético de Madrid tras la debacle en la Copa del Rey contra un rival de menor categoría (Segunda B) y presupuesto (apenas tres millones de euros por los más de 500 del club rojiblanco). La Cultural tuvo excitación. El Atleti de Simeone adoleció de empuje. También de puntería. Pero sucumbió al entusiasmo del contrario. Esto se consideraba como el mejor activo en la filosofía cholista. La crisis pone en cuestión el modelo del Cholo. El entrenador que mejor convencía a los jugadores de ser un bloque intenso y sacrificado se quedó sin argumentos en León.

Simeone pasa de ser un entrenador fiable a un técnico que transmite inseguridad por los resultados y el escaso rendimiento de una plantilla con talento, pero sin espíritu de trabajo. El conflicto de Simeone es serio. Está en un proceso de valorar si tiene que seguir o le conviene marcharse. No le van a despedir. Puede que esto todavía sea peor para un entrenador que está acostumbrado a sufrir derrotas dolorosas, pero tiene un calvario con la pérdida del estilo reconocible del mejor Atlético de Madrid. No lo puede ocultar con la impotencia que transmite desde la banda. "Estamos dormidos", les gritó el sábado pasado en Ipurua con el primer gol del Eibar.

 

Si Miguel Ángel Gil Marín decidiera tomar la decisión de echar a Simeone podría ponérselo más fácil. Lo complicado de esta situación es que la pelota sigue estando en el tejado del técnico argentino. Es al Cholo al que le corresponde aclarar sus ideas y resolver las dudas que hay en el club. Con Gil Marín tiene una relación casi fraternal. No es la normal entre un director general y un entrenador. Son incapaces de separar la amistad de lo profesional. Esto hace más difícil el trago para Gil Marín. Tiene en un pedestal a Simeone y no le va a echar. Tendrá que ser el entrenador el que dé el paso.

La pérdida de identidad

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La crisis la pueden enfriar Gil Marín y Enrique Cerezo con buenas palabras y elogios hacia Simeone. Lo que no se puede ocultar es que el Cholo atraviesa por un particular calvario. Quizás su peor momento desde que llegó en 2011. Ha tenido resultados más negativos en la Champions, pero lo de León es la confirmación de una pérdida de indentidad en el estilo combativo, luchador y agresivo de un entrenador en horas bajas. Simeone tiene la presión y la responsabilidad de plantearse si sigue siendo el entrenador idóneo para el Atlético de Madrid o apartarse para que se renueve el proyecto. No le van a fulminar. Lo sabe. Le toca a él ser honrado consigo mismo y empezar a tomar decisiones en beneficio del futuro del club. No sería bueno que se cobijara en el apoyo mayoritario que sigue teniendo de una afición que, lógicamente, le señala como el ídolo y tiene el miedo de un desplome mayor sin él.

Conviene no confundir la admiración con el inmovilismo. O creerse que los problemas los arregla Cavani si llega a cerrarse el fichaje. Ni Gil Marín ni la mayoría de los aficionados romperían con Simeone por lo que representa y cómo subió el nivel competitivo desde que llegó en 2011. Pero tampoco sería bueno esperar a que escampe o que el Cholo se aferrara al cargo (tiene contrato hasta 2022 y un sueldo de 22 millones de euros) por lo que representa o porque necesita una revancha. El primer plebiscito es este domingo en el Wanda Metropolitano contra el Leganés.

Sería sorprendente que hubiera una reacción mayoritaria de críticas o pitos contra Simeone, a pesar de que está en sus niveles más bajos de crédito por la gestión de la plantilla y una propuesta de juego de equipo menor. A los problemas del Cholo se une que su ayudante, su mano derecha, el ‘Mono’ Burgos, se quiere bajar del barco (según la Ser) y se plantea su carrera como primer entrenador. Algo se rompe en el cholismo.

Fuente: El Confidencial