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El América de Cali de Guimaraes y su regreso a la gloria

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Después de 11 años de penas, cinco de ellos en la segunda división, el cuadro escarlata pagó sus culpas y volvió a ser el campeón del fútbol profesional colombiano.

América de Cali, dirigido por el tico Alexandre Guimaraes, siempre ha estado ligado al sufrimiento. Desde que comenzó en el fútbol profesional colombiano, en 1948, hasta ahora que obtuvo su estrella 14. Pero eso no ha importado, pues la pasión de los estudiantes del colegio Santa Librada de Cali, que fundaron la institución el 13 de febrero de 1927, aumentó tanto que el sentimiento se esparció por millones hasta convertirse en la voz de un pueblo, un pueblo que ha sabido tolerar el dolor de una manera única.

Padeció porque Benjamín Urrea (Garabato) se opuso a que el club se afiliara a la Dimayor y dijo que nunca sería campeón. Y la maldición parecía eterna, pues pasaron 31 años y La Mechita no podía celebrar. Hasta que de la mano de Gabriel Ochoa Uribe logró conseguir su primera estrella, aquel 19 de diciembre de 1979. Toda una hinchada festejó el comienzo de una época de gloria.

 

En la década del 80 se repitieron año a año triunfos, consagraciones y finales de Copa Libertadores. Eso sí, levantar el trofeo continental más importante se quedó en un anhelo para América, que cayó en tres finales consecutivas y despertó el fantasma de Garabato. Tanto que en 1996 jugó su cuarta final y, como en 1986, la perdió ante River Plate.

El nuevo milenio apareció en el camino escarlata con un tricampeonato, pero el lastre de la Lista Clinton, a la que ingresó en 1996, comenzó a influir en su destino. Y se volvieron frecuentes las malas campañas, los pésimos resultados y las gestiones administrativas negativas. En medio de eso, Diego Édison Umaña conformó un equipo destacado que salió campeón en 2008. Fue apenas una ilusión, porque los tiempos de gloria estaban muy lejos. Y había que pagar los pecados del pasado, cuando el club contó con dineros del narcotráfico.

Y en 2011 llegó el momento. El 17 de diciembre se dio la peor jornada en la historia americana. El descenso, algo que nadie pensó para el América, sucedió. Lágrimas, insultos y disturbios en las tribunas y las afueras de un Pascual Guerrero que padeció cinco años al cuadro escarlata en la segunda división.

Nunca la B tuvo tanta atención como cuando acogió al gigante caído en desgracia. Pero apareció Tulio Gómez, un exitoso empresario hincha de La Mechita que se convirtió en el máximo accionista del club y lideró un proyecto serio para devolverlo a la A.

El 27 de noviembre de 2016 también será eterno en la memoria roja por ser la fecha en que recuperó la categoría, al ganarle al Quindío con un gol de Ernesto Tecla Farías y otro de Cristian Martínez Borja. Pasaron 1.807 noches, casi cinco años, y 226 partidos para que el rojo caleño volviera a la A.

Y llegó a la Liga como todos los que ascienden. La desventaja del mismo promedio de los peores equipos de los tres últimos años. Mantenerse en primera fue su primer éxito. Apareció con aire en la camiseta y no solamente se mantuvo, sino que fue semifinalista en los dos campeonatos de 2017. Pero en 2018 volvieron los malos resultados, aunque la recuperación económica continuaba.

Este año, en el primer semestre Fernando Pecoso Castro dirigió un plantel que jugaba bien, pero que en las últimas fechas del todos contra todos dejó de rendir. Jersson González, ídolo americano, fue el entrenador en la última parte del torneo. Y para el segundo semestre arribó Alexandre Guimarães, un brasileño nacionalizado costarricense, con amplia trayectoria dirigiendo en ese país.

Con un fútbol sencillo y práctico logró que su mensaje calara en el plantel. Eso sí, en algún momento fue discutido por la hinchada y casi sale de América. Por fortuna, la junta directiva, en cabeza de Ricardo Gato Pérez como presidente, confió en él y le brindó respaldo.

Y Guimarães fue armando un equipo sólido. De local parecía imbatible y de visita sabía sacar resultados. América se metió segundo del todos contra todos para ser cabeza de grupo en los cuadrangulares semifinales. Y fue mejor que Santa Fe, Deportivo Cali y Alianza Petrolera. Y en el juego de ida de la final no se amilanó ante el favorito Júnior, al que le empató 0-0 en el Metropolitano.

El sábado, ante 40.000 hinchas vestidos de rojo en el estadio Pascual Guerrero y millones ansiosos en todos los rincones del país, América cumplió una cita con la historia y fue más que el cuadro tiburón, se impuso 2-0 y selló definitivamente su resurrección. En las tribunas había un ambiente especial, así como en las calles de Cali y el aeropuerto, pues centenares de hinchas viajaron desde muchos sitios para acompañar a su Mecha. Con tanta ilusión era imposible pensar en una derrota.

Y los muchachos de Guimarães respondieron. El brasileño Neto Volpi, con sus atajadas; Marlon Torres y Juan Pablo Segovia, con su liderazgo en la defensa; Luis Alejandro Paz y Carlos Sierra, con la lucha en la mitad; Rafael Carrascal, con la pausa y la tranquilidad; Matías Pisano y Yesus Cabrera, con la gambeta; Duván Vergara, con la irreverencia y el desequilibrio, y Michael Rangel, con los goles que valen oro. Con ellos, apoyados por muchos otros que también sumaron, como Arled Cadavid, Edwin Velasco, Juan Pablo Zuluaga, Pedro Franco y Daniel Quiñones, América volvió a ser campeón.

Fue el equipo que más puntos sumó en el semestre (51), el que más triunfos consiguió (15) y el que menos juegos perdió (5). Tuvo la mejor delantera del campeonato, con cuarenta goles a favor y solamente cayó una vez en casa. De ñapa, fue el equipo más rendidor del año. Después de salir del infierno de la B y sufrir durante años las burlas de los rivales, uno de los clubes más grandes de Colombia por fin recuperó su prestigio.

Entonces lloró todo mundo en el Pascual, en Cali y en buena parte del país. Pero esas lágrimas ahora fueron de felicidad, de desahogo. Y la fiesta no paró en toda la noche, en muchos lugares todavía no termina y en otros empatará con la Feria de Cali.

América no estaba muerto, andaba de parranda. Volvió para quedarse definitivamente y hacerle honor a su enorme hinchada, esa reducida y tradicional que lo siguió hasta 1979 y la multitudinaria que lo comenzó a seguir desde entonces, en las buenas y, sobre todo, en las malas. Esa que llenó todos los estadios de la B, esa que sufrió varias derrotas en partidos de promoción, esa que aguantó en silencio las celebraciones de sus rivales, esa que recuperó la humildad, para volver a recuperar la grandeza. ¡Viva el América campeón!

Fuente: El Espectador