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Las cosas no cambian en Haití tras diez años del trágico terremoto

Tras una década del terremoto de magnitud 7.3 que asoló Haití, provocando la muerte de al menos 200.000 personas y la destrucción de gran parte de ese país caribeño, el 35 por ciento de la población del territorio necesita ayuda humanitaria urgente para su supervivencia.

Según afirmó la organización no gubernamental española Alianza por la Solidaridad-ActionAid, que trabaja en el terreno desde 2006, la profunda crisis en el país tiene su origen tanto en la situación política como en las catástrofes naturales.

Por una parte, Haití ha tenido varios gobiernos acusados de corrupción que han llevado al estallido de fuertes protestas sociales mientras que, por otro, la han azotado disímiles catástrofes, en buena medida, por ser uno de los países más vulnerables al cambio climático.

El 12 de enero de 2010, un sismo de magnitud 7.3 en escala Ritcher sacudió el país, con su epicentro en plena tierra, a solo 10 km de profundidad y muy cerca de Puerto Príncipe, la capital. Ese desastre dejaría además de los mencionados fallecidos, 300.000 heridos y 1.5 millones de personas sin hogar. 

Ese sería solo el inicio de la tragedia. Desde entonces, la nación ha sido castigada por huracanes y tormentas tropicales de gran intensidad.

Así, en 2012 fue víctima de los huracanes Sandy e Isaac, para poco después sufrir el flagelo de Matthew (2016), que causó más de un millar de muertos y dejó a decenas de miles de personas sin hogar, cuando aún quedaban varias viviendo en precarios campamentos organizados después del terremoto. Finalmente, sería presa del huracán Irma en 2017.

Todo ello ha estado agudizado por prolongadas sequías que han tenido lugar en los últimos años: A partir de 2015, cuando se perdieron en algunas zonas el 70 por ciento de las cosechas por la falta de lluvias en la época de cultivo, no ha habido un año bueno para los agricultores haitianos. 

De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos, más de 3.7 millones de personas en el país caribeño se enfrentan hoy a una grave crisis alimentaria que requiere los máximos esfuerzos de la comunidad internacional.

En el apartado político, durante el último año, la situación ha empeorado drásticamente. La crisis de gobernabilidad se ha agudizado y amplios sectores sociales, principalmente en las ciudades, reclaman la dimisión del presidente Jovenel Möise, a quien acusan de corrupción.

Mientras esto sucede, el costo de vida en Haití ha aumentado. En julio de 2018 subieron los precios de los productos derivados del petróleo, lo que provocó un incremento del precio de la canasta básica de alimentos del ocho por ciento, respecto a 2017.

Igualmente, la depreciación de la moneda local, el Gourde haitiano, frente al dólar, así como el aumento de la inflación a lo largo del año, que ha rebasado el 21 por ciento, también tuvieron un fuerte impacto en el poder de compra.

Esa débil economía entró en recesión en 2019, con una reducción del Producto Interno Bruto nacional de 1.2 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional.

Promesas incumplidas

"El apoyo internacional que el país recibió o que fue prometido tras el terremoto nunca se concretó, o cesó desde entonces", declaró la  jefa de la misión de Médicos Sin Frontera (MSF) en Haití, Hassan Issa.

Tras el terremoto del 2010, Haití se convirtió en el mayor receptor de ayuda humanitaria de la historia reciente, pero el dinero recibido se gestionó de manera tal que la mayoría de las víctimas del sismo no recibieron ningún apoyo para reconstruir sus vidas. 

La Oficina de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios detalló recientemente que de los 126.2 millones de dólares solicitados para proyectos en Haití en 2019, sólo consiguieron 40.5 millones; esto se traduce en un déficit de fondos de casi el 68 por ciento de lo estimado necesario para que el país se recupere.

No solo los fondos destinados a Haití han disminuido -en 2011 fueron cuatro veces superiores al año recién concluido- de acuerdo con Issa, la atención mediática también se ha desviado, aunque el país sigue estando hundido en la precariedad y la violencia.

"Las estructuras médicas -incluidas las gestionadas por MSF- apenas consiguen suministrar los servicios básicos (...) en tanto las necesidades médicas siguen siendo importantes", manifestó la representante de esa organización en el país caribeño.

Por otra parte, de acuerdo con pronósticos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se estima que unas 34.000 personas que perdieron sus casas en el terremoto seguirán de forma permanente en los frágiles refugios temporales erigidos tras el sismo.

El jefe de la misión de la OIM en Haití, Giuseppe Loprete, explicó que en los 22 sitios de asentamiento temporal que quedan en el territorio la situación es muy difícil, con barrios enteros en los que no hay carreteras o accesos. 

Al mismo tiempo, refirió áreas residenciales con esos problemas de caminos y otros como la falta de electricidad durante la mayor parte del día, la dificultad del acceso al agua, el hacinamiento, la ausencia de policía y clínicas.

Paralelamente, han proliferado bandas violentas que controlan estas zonas en situación de vulnerabilidad, incluyendo los asentamientos temporales.

Entre septiembre y octubre de 2019, la escasez de combustible y la inseguridad limitaron la capacidad de las organizaciones humanitarias para ayudar a miles de haitianos, a la vez que los servicios públicos también redujeron considerablemente sus actividades. 

A partir de noviembre de 2019, la situación se ha estabilizado y las organizaciones humanitarias y de desarrollo están reanudando gradualmente su trabajo. Sin embargo, el difícil estado de uno de los países más pobres del mundo, agudizada durante la última década, no es fácilmente reversible.

Las dificultades de acceso a los servicios provisionales, las escuelas, los hospitales, el aumento de la inseguridad, entre otras muchas causas llevan a que se estima que, en la actualidad, un quinto de la población haitiana, entre 1.5 y dos millones, vive fuera del país.

Fuente: Telesur