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La Copa América no es para todos

La imagen de esta Copa América, al menos hasta hoy, no es ningún gol. Tampoco un jugador que destaque sobre los demás. Lo icónico tras diez días de competición son las gradas vacías.

Estadios gigantes y desiertos, en el mejor de los casos rozando la mitad del aforo para ver a equipos como Argentina o Colombia. La respuesta de los aficionados no es la esperada. Y la canarinha no está mucho mejor. Brasil sólo ha estado a punto de llenar el Arena Corinthians (44.000 espectadores). Sólo a punto.

La razón que explica el gatillazo de espectadores es que la gran fiesta del fútbol no es asequible para el bolsillo del común de los brasileños. Un país en crisis y con su salario mínimo en 998 reales (229 euros) no logra dar salida a entradas con un precio medio de 270 reales (62 euros). Eso significa que para ver jugar a su selección, un brasileño de a pie ha de invertir un tercio de sus ingresos mensuales. El fútbol se ha convertido en esta Copa América en un producto de lujo, una búsqueda de negocio con dudosa rentabilidad. Con un aficionado local desinteresado por todo que no sea su selección, la otra opción de lograr el éxito es recibiendo seguidores del resto de equipos, que deben sumar el coste del viaje a un país que está lejos de todo.

Aficionados peruanos desplazados a Sao Paulo declaraban una inversión de 1.500 euros por persona para viajar desde Lima y ver un par de partidos. La cifra es seis veces el sueldo mínimo de su país, y la mayor parte del gasto no es en vuelos u hoteles, sino en entradas. La pasión por unos colores a veces no tiene fronteras ni financiación posible, algo que ya es posible observar en los Mundiales.

PRECIOS SUPERIORES A LOS DE LIGA ESPAÑOLA

El consumo diario de fútbol es muy elevado en Brasil, ya sus mejores equipos promedian en los últimos años más de 40.000 espectadores en los mismos escenarios que hospedan esta Copa América. Una entrada para ver un partido de Corinthians, Gremio o Flamengo ronda los 20 reales, unos cinco euros. Son 15 veces más baratas que las localidades para cualquiera de los encuentros de la fase de grupos de la Copa América. Si avanzamos en la competencia, los precios suben proporcionalmente desde cuartos hasta la final, Río de Janeiro. Asistir al último partido en el Maracaná ya es misión imposible. El partido que decidirá el vencedor sí ha colgado el cartel de no hay billetes, con precios que van de los 60 a los 200 euros.

Para el aficionado neutral hay dos grandes atractivos futbolísticos en esta edición de la Copa América. Uno es ver a Leo Messi, el mejor jugador del mundo, tratando de levantar a una Argentina en su peor momento. El otro es observar cómo se desempeña Brasil en su hogar. Para ambas selecciones, el torneo es una oportunidad para desagraviarse después de fracasos en los últimos grandes torneos. Los locales lo sufrieron en su tierra como en ningún otro lugar, al ser eliminados e su Mundial por un contundente 1-7 de Alemania, en semifinales, en Belo Horizonte. El mismo verdugo tuvo la Argentina de Messi, ya en Maracaná. En Rusia, ninguna alcanzó las semifinales.

De vuelta en los escenarios del penúltimo Mundial, ni argentinos ni brasileños han logrado hasta ahora llenar un solo estadio. En el caso de la albiceleste, a duras penas se ha llegado a la mitad del aforo. Por ejemplo, en el Argentina-Colombia, un partido realmente atractivo disputado en Arena Fonte Nova de Salvador de Bahía, apenas se llegó a los 35.000 espectadores sobre los 50.000 posibles. Por su parte, la verdeamarela no ha vendido todos los billetes en ninguno de los partidos. En el Arena Corinthians casi lo logran, pero conviene reflejar un dato: es el estadio más pequeño del torneo.

En el apartado de los aficionados, encontramos un oasis inclasificable en el caso de los hinchas de Qatar. Junto a Japón, apenas se aprecian aficionados. Qatar se ha encargado de que su representación en la grada tenga unos mínimos, y ha comprometido a aficionados locales de las ciudades en las que juega para que sean sus aficionados por un día. Donde hay dinero, no falta de nada. Pero incluso así, las cifras son tremendas. En el Venezuela-Perú, disputado en el Arena do Gremio de Porto Alegre, con capacidad para 50.000 espectadores, apenas había 13.000 hinchas. Un aspecto muy parecido a un partido a puerta cerrada.