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El temor al virus en Japón han convertido a Tokio 2020 en los Juegos del miedo

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Cuando en el 2020 el Comité Olímpico Internacional se vio obligado a postergar los Juegos Olímpicos hasta este año, se guardaba la esperanza de que se celebraran en medio de la algarabía y el orgullo por haver vencido al coronavirus. La realdiad es otra, las medidas en la Villa Olímpica son estrictas para preservar la burbuja y desgraciadamente las gradas estarán vacías.

El Comité Organizador de Tokio 2020 hizo una advertencia hace unos días en un correo electrónico, por si a algún atleta o periodista foráneo se le ocurre romper la burbuja.

"Los japoneses estarán muy atentos a cada uno de tus pasos y, en el improbable caso de que incumplas las reglas, puedes ser fotografiado y denunciado en las redes sociales".

Los Juegos de la victoria, aquellos que debían servir para celebrar que la humanidad ha superado al coronavirus, son oficialmente unos Juegos atemorizados y coartados por la pandemia. La ruina económica que supone para Japón la ausencia de visitantes e incluso de público local ya da igual; lo único que importa es evitar un contagio más, uno más, cueste lo cueste.

"La tasa de incidencia del virus en Japón ronda los 25 casos por cada 100.000 habitantes y en España, por ejemplo, está sobre los 600 casos. La diferencia es mayúscula, pero es que su enfoque ante el virus es muy distinto. Desde el inicio de la pandemia, Japón, así como el resto de los países asiáticos, mantiene una política de covid cero. No buscan la manera de convivir con la pandemia, tratan de erradicarla. Y la organización de los Juegos choca contra esa idea", analiza Joan Caylà, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología, que valora las medidas como el cierre de gradas o la rigidez de los protocolos en Tokio.

El lentísimo ritmo de vacunación que mantiene Japón, pese a haber multiplicado los esfuerzos en las últimas semanas, también responde a esa manera de combatir el coronavirus. 

Que sólo un 22% de la población haya recibido el esquema completo tiene un motivo. "Para ellos la vacunación no era una tarea prioritaria, más después de frenar mucho el covid durante 2020. No hay que olvidar que a principios de siglo ya limitaron un coronavirus y que tenían protocolos y costumbres adquiridas de entonces. Ahora han visto que el control absoluto es imposible en este mundo globalizado y están yendo más rápido, pero todavía es pronto", añade Caylà.

nunca hubo juegos con graderías vacías

En la historia olímpica ha ocurrido de todo: boicots, bancarrotas, accidentes... En los Juegos de Múnich 1972 unos terroristas entraron en la Villa, secuestraron y asesinaron a once miembros del equipo israelí e incluso así se mantuvo el entusiasmo alrededor de la competición.

"Nunca se habían celebrado unos Juegos a puerta cerrada ni unos Juegos con la abierta hostilidad de un sector mayoritario de la población local. En los últimos años hubo grupos políticos en contra y organizaciones ecologistas, pero siempre en minoría. Curiosamente en los Juegos de Amberes 1920, celebrados cuando la mal llamada gripe española daba sus últimos coletazos, el estadio siempre estaba medio vacío y la prensa de la época lo criticó", expone el historiador olímpico Fernando Arrechea que da con una de las claves de estos Juegos: si hubiera sido por el Gobierno japonés no se hubieran celebrado.

Sectores del Partido Liberal Democrático (PLD), el partido gobernante, así lo expresaron públicamente e incluso el entorno del emperador se mostró crítico, pero la cancelación hubiera obligado a devolver a las televisiones lo abonado por los derechos de retransmisión y la altísima factura hubiera ensanchado la ya gigantesca deuda japonesa. 

"Además, sería doloroso para ellos que los primeros Juegos postpandemia se celebrasen precisamente en China, su gran rival histórico, en el invierno de 2022", asume Arrechea en una visión geopolítica que alcanza lo práctico

Porque el miedo, la crispación y el desánimo que se respira en Japón alrededor de los Juegos se pueden palpar en cada paso y, eso evidentemente, afectará a la competición. Hay ejemplos en la infinidad de gestiones que deben hacer cualquiera de los 11.000 desplazados a Japón -entre atletas, oficiales, prensa...-, pero hay vacíos que demuestran hasta qué punto el olímpico se ha visto afectado. 

La baja de última hora de Liz Cambage, una de las mejores jugadoras de baloncesto del mundo, por culpa de los agobios de la burbuja es el gran ejemplo, pero sólo hay que ver las deslucidas listas de tenistas o golfistas inscritos para adivinar que el contexto también perjudicará al espectáculo.

el trabajo mental es fundamental

Por no hablar de la carga psicológica de, por ejemplo, tener que hacerte una prueba PCR seis horas antes del partido, el combate o la carrera de tu vida y no saber si vas a dar positivo o negativo. 

"Hay inquietud por el desarrollo de los Juegos, por las condiciones en las que se celebran. Sin contar que competir sin público, y eso que ya es normal dentro del año que llevamos, tiene efecto en determinados deportistas", reflexiona la psicóloga Eva Molleja, que trabaja con nadadoras, golfistas o triatletas presentes en Tokio en una conversación organizada por Eurosport, que emitirá todas las competiciones.

Molleja no olvida, en ese sentido, el desorden que para muchos provocó el aplazamiento hace un año, un hecho ya insólito, y los efectos que eso puede tener en el rendimiento. "Ha llevado mucho trabajo mental", reconoce ante el abismo del qué ocurrirá.

Posiblemente, pese a todo, una cabriola de Simone Biles alumbrará al mundo y habrá nuevos récords en la piscina y el tartán. Pero pase lo que pase, ni el más bello ejercicio, ni el más feliz resultado de la selección, borrarán de los libros la tristeza de una concatenación de gradas vacías y la certeza de una derrota. 

Los Juegos de Tokio iban a ser los Juegos de la liberación, el inicio de una vida libre de virus. Y en realidad, serán los Juegos del miedo, de una ciudad que se protege de la pandemia.

 

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