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Revelación: La vida no era de fiesta en la famosa Mansión Playboy

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Hugh Hefner era conocido como el mujeriego más notorio del mundo con una serie de novias deslumbrantes y conejitas Playboy sexys a su entera disposición.

Hefner se convirtió en una de las personalidades más populares al liderar la mansión Playboy, pero en el fondo se escondían los secretos mas oscuros.

Era el mujeriego más conocido del mundo y ante las cámaras lo aceptaban tal cual era. Hugh Hefner fue el creador de la mansión y la revista Playboy, pero detrás de una vida de lujos y fiestas se escondían los peores secretos.

Las “novias” Playboy, aquellas que a lo largo de los años vivían con el magnate en la mansión revelaron cómo se vivía allí, los abusos a los que se enfrentaban y las crueles reglas a las que se sometieron.

Cada una de las “conejitas” revelaron que quien viviera en la Mansión Playboy debía tener relaciones sexuales con Hefner. Tanto este, como otros datos aparecieron en el libro “Down the Rabbit Hole: Curious Adventures and Cautionary Tales of a ex Playboy Bunny”, de Holly Madison.

El difunto millonario veía pornografía, fumaba marihuana y se masturbaba mientras las novias se besaban a su alrededor, cuenta la ex modelo en el libro. Se turnaban para complacer a Hefner, pero él siempre terminaba solo.

Otra modelo, Kendra Wilkinson dijo que encontraba el sexo tan insoportable que no podía mantenerse sobria por ello: “Tenía que estar muy borracha o fumar mucha hierba para sobrevivir esas noches, no había forma de evitarlo”.

Las “novias” que habitaban la mansión Playboy recibían $ 1,000 todas las semanas y en ese momento, Hugh Hefner aprovechaba para decirles todo lo mal que habían hecho en esa semana.

“Todos odiamos este proceso. Hef siempre aprovechaba la ocasión para mencionar cualquier cosa que no le gustara en la relación”, cuentan. “La mayoría de las quejas se referían a la falta de armonía entre las novias, o tu falta de participación sexual en las ‘fiestas’ que realizaba en su dormitorio”.

Por otro lado, a las modelos se las sometía a un “toque de queda”, a las 9 de la noche debían volver a la mansión, además no podían salir en fotos fuera de la mansión en mal estado, si había una entrevista en la vivienda debían permanecer calladas.

Por otro lado, solo se les permitía tener el cabello rubio, no podían tener autos propios, sino que el magnate les prestaba uno de los suyos que debía ser devuelto cuando dejaban la mansión Playboy.

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LOS COMIENZOS

Tal como contó el propio fundador de Playboy poco antes de morir en la serie documental El playboy americano: La historia de Hugh Hefner (se puede ver por Amazon Prime Video y en sus diez capítulos recorre minuciosamente cada paso de su vida y del imperio Playboy a lo largo de las décadas), Hef perteneció a una familia tradicional de la ciudad de Chicago en la que no estaba bien visto “expresar las emociones”.

Rápidamente, de niño, según contó en numerosas entrevistas, eligió escaparse “a un mundo de fantasía” y dibujar con gran talento sus propias historietas. Era tímido, le gustaba ir al cine y pronto encontró en la lectura un modo de refugio.

Entre otras cosas, fueron la revista Esquire (“leerla me cambió la vida, me volví más seguro de mí y más extrovertido”) y el libro Comportamiento sexual del hombre (1948), del sexólogo Alfred Kinsey, las publicaciones que le abrirían lentamente un camino nuevo. Mientras tanto, era un estudiante en la Universidad de Illinois, a la que fue siguiendo a su novia del secundario, Millie Williams.

Siguiendo los mandatos de la época, tal como cuenta en la serie, a los 22 años tuvo su debut sexual y, después del verano de 1948, cuando su novia se graduó, le pidió matrimonio. Al poco tiempo, Millie le contó que había tenido un pequeño affaire con otra persona y Hefner se sintió herido.

“Yo estaba destrozado. Quizás es difícil imaginar al creador de Playboy así, pero en ese momento solamente había intimado con una mujer en mi vida, la mujer con la que me iba a casar”, relata en El playboy americano.

Mientras decidía qué hacer, Hefner se destacaba como editor de una revista universitaria llamada Shaft donde ya mostraba su talento, dibujaba viñetas calificadas como “atrevidas” y se animaba a escribir columnas.

Finalmente se casó con Millie y Hef al poco tiempo fue convocado para trabajar en la revista de su adolescencia, Esquire. Sin embargo, el trabajo no era lo que esperaba y en su puesto, más dedicado a cuestiones publicitarias, notaba que la publicación era más conservadora de lo que se había imaginado. En 1952 llegó la primera hija de la pareja, Christie, y Hefner decidió cambiar de trabajo, aunque no estaba del todo convencido de lo que hacía: iba de un puesto a otro en lugares que le parecían “aburridos”.

Tampoco encontraba en las publicaciones de la época nada cercano a sus intereses: las revistas masculinas ofrecían únicamente contenidos sobre caza, pesca y otros deportes. Entonces reunió a un grupo reducido de amigos en su departamento de Chicago y empezó a trazar la revista de sus sueños: quería “incorporar al sexo como algo común, algo natural” en el sumario, quería además que hubiera grandes entrevistas a figuras musicales, quería literatura (para el primer número de Playboy consigue los derechos para publicar textos de Arthur Conan Doyle).

Y sumó algo central: la imagen poderosa de la gran figura de ese momento, Marilyn Monroe, que posaba semi-desnuda, en unas fotos que le habían tomado antes de hacerse famosa y que el propio Hefner había comprado a su autor. El nombre pensado era Stag Party (un concepto que se puede usar para definir una fiesta de hombres solos, “fiesta del ciervo”, e inclusive se utiliza como sinónimo de despedida de solteros), hasta que una semana antes de la salida a la venta recibieron una carta documento que indicaba que existía una publicación con esa denominación. Entonces apareció el nombre Playboy y el logotipo, que en el proyecto inicial era un ciervo, pasó a ser un conejo, creación del ilustrador Arv Miller.

Después de semanas de trabajo, la primera entrega fue todo un éxito y el puntapié para una enorme trayectoria de un medio gráfico que implementaría, con el correr de las décadas, novedades que siempre sorprendían a los lectores: las ediciones traían imágenes desplegables, relatos de autores notables (Jack Kerouac, Roald Dahl, Ursula K Le Guin y Margaret Atwood, entre decenas de otros) y notas a grandes personalidades (una de las incorporaciones a mediados de los ’60 fue la Entrevista Playboy, en la que aparecieron personajes tan diversos como Martin Luther King Jr, Fidel Castro y todo tipo de activistas, pacifistas y personalidades vinculadas con el mundo de la cultura).

Mientras las ventas crecían a un ritmo acelerado en todo el país, el gran impacto del combo que incluía imágenes de mujeres jóvenes desnudas con temáticas consideradas “peligrosas” en tiempos conservadores llevó a Playboy a ser víctima de persecuciones (el FBI abrió una investigación para analizar si Hefner y su gente se dedicaban a distribuir material “obsceno” y el editor fue interrogado en más de una ocasión).

Con el correr de los años, el negocio de la revista se amplió a otros rubros: Hefner se puso al frente de un sorprendente programa televisivo que se llamó Playboy’s Penthouse, donde se mostraba en una suerte de piso de soltero rodeado de allegados a la revista, mujeres sonrientes y humoristas.

Por el programa, toda una novedad para la época, pasaron cantantes como Ella Fitzgerald y Nat King Cole, lo que provocó la censura de una gran cantidad de emisoras, en particular del sur de Estados Unidos, en tiempos de segregación racial y puritanismo.

“Nuestro programa mostraba a blancos y a negros, todos juntos, y las televisoras del sur se oponían”, relataría Hefner en su serie.

En paralelo al gran éxito de su creación y al crecimiento de su figura, Hef se fue alejando de su familia (había tenido otro hijo más con Millie, pero ya no se veían con frecuencia). Entonces decidieron divorciarse.

A partir de entonces, comenzó una nueva etapa en la vida del creador de Playboy: él mismo empieza a verse como el gran mito, el soltero definitivo, el gran anfitrión del sueño americano. Para subrayarlo todavía más, se mudó a una mansión al norte de Chicago, con decenas de habitaciones, piletas subterráneas con cascadas, pasadizos ocultos, una sala de cine y una cama giratoria redonda en el cuarto principal.

Eso que nació como la residencia de un auténtico playboy dio pie a fiestas a las que iban las chicas del mes de la revista, que se mezclaban con los amigos de Hef y las personalidades que no se querían perder lo que pasaba en el lugar “más comentado de Chicago”. Él mismo se vinculaba con ellas y decia que ya no quería más ningún vínculo monogámico para su vida.

Ese estilo abrió más adelante otra unidad de negocios para el imperio Hefner: los clubes nocturnos que llegaron a darle ganancias millonarias. El primero lo abrió en 1960 en Chicago y luego se expandieron por todo el país.

Además del ambiente de fiesta, buena bebida y música en vivo, estos locales contaban con un atractivo extra para los lectores de la revista: la atención de las llamadas “conejitas”, chicas jóvenes con poca ropa, en tacos altos y con pompones y orejas que despertaban todo tipo de fantasías entre los concurrentes.

Según contó Hefner, su idea era la de “llevar a la realidad las páginas de la revista” y para eso convocó a chicas de entre 18 y 22 años, a las que le ofrecía una oportunidad laboral como meseras.

“Eran nuestras empleadas más preciadas”, describió en una entrevista. Con los años, ese supuesto “trabajo de ensueño” (Hefner siempre señalaba que las chicas reunían grandes sumas de dinero por las propinas que recibían todas las noches y que eran cuidadas por empleadas mayores que velaban por su seguridad) fue criticado y hasta expuesto por la periodista y escritora Gloria Steinem, uno de los grandes emblemas feministas de los Estados Unidos.

Steinem trabajó como infiltrada en uno de los clubes nocturnos de Playboy en Nueva York y tiempo después relató lo que vivió en un notable artículo para la revista Show llamado A Bunny’s Tale (El cuento de una conejita) donde exponía la precariedad en la que trabajaban las chicas –muchas de ellas recién llegadas a la gran ciudad sin recursos–, los dolores después de estar largas horas de pie en tacos altos y con poca ropa, el acoso de los clientes a las jóvenes y los comentarios sexistas de los que eran víctimas noche tras noche.

Con su artículo quiso mostrar un mecanismo, que ponía a las mujeres como objeto en primera plana y no como profesionales en otros rubros dentro del sistema Playboy. “Los hombres no tienen que mostrar su cuerpo desnudo para servir comida”, detalló tiempo después Steinem en una entrevista.

Según contó, Hefner se vio sorprendido ante las acusaciones y hasta intentó acercarse a los grupos feministas que lo criticaban. En tiempos de revolución sexual, de la aparición de la píldora anticonceptiva y de debates sobre el aborto (todos temas que aparecían con frecuencia en la revista), él creía, según señaló, “que los grupos feministas y Playboy estábamos del mismo lado”.

Llegó a encontrarse cara a cara con Steinem y hasta dio una entrevista televisiva en la que debatió con un panel de mujeres, que intentaron explicarle que lo que ofrecía con sus productos provenía exclusivamente del punto de vista de los varones, que cosificaba a las jóvenes, a quienes no les ofrecía otro tipo de oportunidades profesionales. “Las mujeres no son conejos”, llegaron a decirle a un perplejo Hefner, que quedó tapado por las risas de quienes estaban en el piso.

DOS TRAGEDIAS

Con la década del ’70, los negocios de Playboy seguían floreciendo (según los expertos, hacia 1975, Playboy llegó a tener una tirada de 7,5 millones de ejemplares, el doble de la prestigiosa revista Time).

La revista se mudó a un edificio más grande en el centro de Chicago y la marca ya no pertenecía solamente a la publicación, sino que se extendía a los 15 clubes nocturnos que tenía la empresa en todo el país, una serie de resorts temáticos, una productora de cine y TV y una discográfica.

El staff también se agrandó y Hefner empezó a delegar algunas tareas en la edición de cada mes. Lo acompañaba una fiel asistente, Bobbie Arstein, a quien en más de una ocasión definió como su “mano derecha”.

Con el surgimiento de otros jugadores en el mercado de las revistas eróticas, Playboy se animó a mostrar por primera vez un desnudo frontal total en su edición de enero de 1972. También rompieron una barrera con los lectores: por primera vez se vio vello púbico en la publicación.

En 1974 una noticia sorprendió a los integrantes de Playboy: Bobbie Arnstein fue detenida mientras trabajaba en las oficinas de Playboy, acusada por ser supuestamente miembro de una red de tráfico de drogas. Con el paso de los días se reveló que la joven, en realidad, cayó en una investigación de la Administración de Control de Drogas (DEA) por quien era su novio de entonces, que sí tenía vínculos con narcotraficantes.

En la mirada de Hefner, la buscaban a Bobbie para ir detrás de un pez más gordo: la corporación Playboy. De inmediato se inició una investigación para ver si en los clubes y las residencias del magnate se traficaba cocaína. Luego de un juicio plagado de irregularidades, según cuenta el documental sobre Hefner, Bobbie fue condenada a 15 años de cárcel. Muy abatida por la noticia, después de comenzar el proceso de apelación, la joven se alejó de todo. Poco después, en enero de 1975, fue encontrada muerta en una habitación: se había quitado la vida.

“Fue devastador para todos”, dijo Hefner, quien después de muchos días de silencio decidió convocar a una conferencia de prensa en su mansión de Chicago para señalar a las autoridades y culparlas de la persecución de la que había sido víctima su compañera de trabajo y gran confidente.

Destruido anímicamente por la noticia, comenzó desde entonces una nueva etapa: se mudó a Los Ángeles con su novia de aquel momento, Barbi Benton, armó una nueva mansión y se rodeó de las estrellas de Hollywood.

El final de los ’70 encontraría a Hefner con algunos problemas económicos por la gran diversificación de la empresa en rubros de los que no conocía demasiado. La revista, mientras tanto, volvió a revivir a fuerza de sumar firmas destacadas (aparecen por entonces escritores como Kurt Vonnegut y Norman Mailer) y entrevistas con personajes novedosos (hay artículos memorables sobre, por ejemplo, la obra de David Bowie).

Por aquellos días, Hef y los demás integrantes del staff de Playboy se vieron deslumbrados por una joven rubia que de inmediato se convirtió en una “chica de tapa”: la canadiense Dorothy Stratten, que poco después fue coronada como “playmate del año” y comenzó una carrera como actriz.

Poco después, una noticia impactaría a todos: el 14 de agosto de 1980, la joven, que tenía apenas 20 años, fue salvajemente asesinada con un arma de fuego por su ex pareja, quien luego de matarla se quitó la vida. Ella quería alejarse de aquel hombre violento, para seguir con su carrera.

La historia recorrió el mundo: le habían arrancado la vida a la chica del momento, la más deslumbrante, la elegida.

Una vez más, el fundador de Playboy se recluyó, devastado por lo ocurrido. Al poco tiempo, decidió que su primogénita, Christie Hefner, fuera designada como CEO de la empresa y poco a poco optó por dedicarse a la vida familiar, mientras los negocios crecían con el lanzamiento de la señal televisiva Playboy Channel y una serie de casinos en los Estados Unidos y en Londres.

En 1989, y con 63 años, Hefner se casó con una ex playmate de 25 años, Kimberly Conrad, con quien tuvo dos hijos, Marston y Cooper. Según relató, en ese momento el magnate eligió, por fin, “la calma vida doméstica” y las reuniones en la mansión mermaron.

Sin embargo la pareja empezó a desgastarse y terminó, luego de casi 9 años de relación. Según contó en la serie, se divorciaron en buenos términos y la mujer con sus hijos se mudaron a una casa pegada a la masión de Hefner.

Siempre a tono con las novedades que traía cada época, Hefner produjo entonces una suerte de reality show llamado The Girl Next Door, donde se lo veía con su memorable bata, rodeado de chicas jóvenes muy bellas en su mansión.

Para esa época conoció a Crystal Harris, que también fue playmate, y con quien se casó en 2012.

La salud de Hefner se empezó a deteriorar poco después. Se alejó de los medios, dejó de aparecer en televisión y delegó en sus hijos todas las decisiones empresariales. El mito empezaba a extinguirse, de a poco.

El 27 de septiembre de 2017, mediante un comunicado en sus redes sociales, Playboy anunció que su fundador había muerto por causas naturales a los 91 años en la residencia de Holmby Hills, Los Ángeles. El lugar había sido antes vendido un año antes a un multimillonario, que le permitió a Hefner permanecer en su mítica mansión hasta el último día de su vida.