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Violento atraco en casa de Cruyff desencadenó su baja en el Mundial'78

El impacto de Johan Cruyff en el Mundial de 1974 resultó tan brutal que aquella final perdida en Múnich aún se recuerda como la más dulce de las derrotas. Fue tan hondo el calado, tan relevante la repercusión de su fútbol, como incomprensible y misteriosa su ausencia, cuatro años después, en la Copa del Mundo de Argentina. Una decisión que marcó para siempre su carrera y que sólo pudo digerir y explicar 30 años más tarde. Un drama personal donde el genio antepuso la familia a la pasión.

Cruyff jugó el último de sus 48 partidos con Holanda en Wembley, un 9 de febrero de 1977. A punto de cumplir la treintena, lució el brazalete de capitán y lideró el histórico 0-2, decidido con goles de Jan Peters. El templo inglés del fútbol no había asistido a una lección similar desde aquel 3-6 de los húngaros en 1953. Era la primera victoria holandesa ante los inventores del juego, la prueba fehaciente de que aquella Naranja Mecánica seguía cargada de presente y futuro.

Sin embargo, a finales de aquel 1977, Cruyff decidió abandonar su selección.

Algunos hablaron de un conflicto abierto con la Federación (KNVB) a propósito de las primas, una de esas guerras habituales en aquel grupo plagado de rebeldes con y sin causa. Otros se decantaron por la postura del activista político, renuente a jugar en una Argentina aterrorizada por los crímenes de Jorge Videla. "Johan se definía como un hombre 'social', ni de derechas ni de izquierdas. En cualquier caso, creía en las sociedades libres y democráticas", aseguraba el sábado su amigo Jordi Finestras, en declaraciones a AFP.

Van der Kerkhof, Rep, Krol, Neeskens, Resenbrink...Esta tesis, sostenida durante décadas, quedó derrumbada en 2008 por el protagonista de la historia. "Si hubiese tenido que ver con la política, no habría jugado en España durante la dictadura de Franco", reveló durante una entrevista con el diario peruano Deporte Total. "Ya estaba cansado y con la sensación de que mi etapa había terminado", desarrolló El Flaco, en unas palabras que no casan nada bien con los hechos. Con Holanda, rodeado de Willi van der Kerkhof, Johnny Rep, Ruud Krol, Johan Neeskens o Rob Resenbrink, la revancha de 1974 parecía más que factible.

Sin embargo, en Barcelona las cosas no funcionaban tan bien.

En la primavera de 1978, la Liga se escapaba sin remedio por cuarta temporada consecutiva. En apenas una semana, el Barcelona encadenó cuatro tropiezos que engordaron su leyenda negra, la de un equipo tan frágil de moral como cargado de talento. A las derrotas en el Pizjuán (2-1) y Eindhoven (3-1), que desencadenaría la eliminación en la Copa de la UEFA, se sumó el pinchazo en el Camp Nou ante el Espanyol (1-1) y la debacle del Bernabéu (4-0). Aquel infausto miércoles, cuando el doblete de Henning Jensen, Johan causó baja por acumulación de amarillas y Neeskens por lesión.

Consuelo menorSólo dos semanas más tarde, consuelo menor, Cruyff regresaría a Chamartín para recoger el trofeo de Copa de manos del Rey Juan Carlos. Un premio de consolación tras una final menor ante Las Palmas, decidida con dos goles de Charly Rexach y otro de Juan Manuel Asensi (3-1). "Majestad, estoy cansado", espetó al monarca cuando éste se interesó por el que ya sabía su último partido con la zamarra azulgrana. Nuevos horizontes, nuevos rumbos en su vida. Primero unos meses sabáticos. Luego, la balbuciente liga de Estados Unidos. Esa era la explicación oficial, al menos.

No obstante, la realidad admitía otros matices.

La explicación de todo, la génesis de todas las decisiones posteriores, se remonta a una noche de septiembre de 1977. "Alguien entró en mi piso de Barcelona y me puso un rifle en la cabeza", relató el propio Johan en Catalunya Radio. "Me ataron y a mi mujer también", detalló el hombre que había revolucionado el fútbol de la mano de Rinus Michels.

Habían pasado tres décadas y al fin podía hablar sobre lo sucedido. "La policía escoltaba a mis hijos hasta el colegio y también tuve vigilancia privada durante unos cuantos meses. Y llega un momento que dices basta. Hay momentos en que hay otros valores en la vida". Instantes decisivos que le apartaron de aquella final en el Monumental de Buenos Aires y aquel terrible gol a trompicones de Mario Kempes.