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La dura infancia que tuvo Casemiro

 

El futbolista Casemiro ha confesado que en su infancia sufrió mucho por los problemas económicos que padecía su familia. El centrocampista del Real Madrid explicó que algunas noches tenía que buscar una casa para dormir porque no entraban todos en la casa de su madre y que él tuvo que ejercer de padre de sus hermanos porque su padre les abandonó cuando el jugador tenía tres años.

"En el centro de entrenamiento tenía un sitio fijo en el que dormir. Tenía mi cuarto, aire acondicionado, televisión, equipo de música y comida todas las horas del día. Era un privilegio para mí, acostumbrado a tener que cambiar de casa cada noche. No cabíamos todos en la nuestra y así íbamos a veces a casa de la tía y a veces a casa de la abuela. Allí teníamos que entrar todos en la misma habitación y en el mismo baño", dijo el brasileño en una entrevista a una televisión brasileña.

Además, Casemiro explicó que aún era más complicado cuando tenía que jugar los partidos. "Los fines de semana cuando jugábamos en Sao José dos Campos yo no tenía donde dormir, siempre estaba pidiendo a mis compañeros que me dejaran dormir en su casa para llegar a tiempo para el partido".

Cuando, con diez años, llegó a las categorías inferiores del Sao Paulo, a Casemiro ni le dio tiempo a echar de menos a su familia . A su hermano Lucas, a su hermana Blanca y a su madre Magda, que trabajaba todo el día para cuidar de ellos (el padre se marchó cuando el centrocampista del Madrid tenía 3 años). No le dio tiempo porque se puso a descubrir algo nuevo para él.

“En el centro de entrenamiento tenía un sitio fijo en el que dormir. Tenía mi cuarto, aire acondicionado, televisión, equipo de música y comida todas las horas del día. Era un privilegio para mí, acostumbrado a tener que cambiar de casa cada noche. No cabíamos todo en la nuestra y así íbamos a veces a casa de la tía y a veces a la de la abuela. Allí teníamos que entrar todos en la misma habitación y en el mismo baño”, contaba Casemiro en una entrevista a una cadena de televisión brasileña.

Nació el 23 de febrero de 1992 en São José dos Campos, ciudad de unos 600,000 habitantes a 94 kilómetros de Sao Paulo, una de las más ricas de ese estado. No para Casemiro, sin embargo, que vivía en uno de los barrios más pobres.

“Mi madre tenía que trabajar y nos dejaba solos a mis hermanos y a mí. Nos dejaba la comida hecha y yo llegaba a casa del colegio y la calentaba para todos. Era el mayor y tenía que cuidar de mis hermanos hasta que ella volvía por la noche”, recordaba.

Por la noche es cuando se marchaba a casa de la abuela y de la tía. Y los fines de semana a casa de amigos. Para poder llegar a tiempo al campo de fútbol. “Los fines de semana cuando jugábamos en Sao José dos Campos yo no tenía donde dormir , siempre estaba pidiendo a mis compañeros que me dejaran dormir en su casa para llegar a tiempo para el partido”.

SUS PRIMEROS PASOS

En Sao José de Campos empezó Casemiro a dar sus primeras patadas al balón. Jesús Moreira, su primer entrenador cuando tenía cinco años, recuerda todavía sus comienzos.

“Siempre ha tenido un perfil de jugador europeo. Atléticamente era perfecto para eso”, dice. No fue el único que quedó fascinado por su potencia.

“Lo veía jugar en las categorías inferiores del Sao Paulo y era como ver a un adulto jugando contra niños . Tenían todos la misma edad pero él pegaba unos zambombazos… Era el dueño del centro del campo y eso que empezó como exterior. Era impresionante desde el punto de vista físico pero, además, tenía la técnica de los brasileños”, cuenta Casiraghi, histórico ojeador del Inter que le siguió durante varios años.

Antes que debutara con el primer equipo del Sao Paulo –donde se formó y donde jugó hasta 2012- y antes de que fuera la revelación del campeonato suramericano sub20 que se disputó en Perú en 2011.

Ese que ganó Brasil, el Brasil de Casemiro, Neymar y Lucas Moura. Por entonces, Casemiro era Joao Carlao. “Quiero llegar a la Seleçao, dar el salto a Europa y ser un ídolo”, contestó Casemiro ese verano cuando le preguntaron cuáles eran sus sueños.

Se definía a si mismo como un jugador polivalente. Hasta había jugado en defensa en el Mundial sub 20. “Hoy un futbolista tiene que saber adaptarse y desempeñarse en al menos dos, tres posiciones. Yo prefiero hacer de segundo centrocampista para poder tener algo más de libertad en ataque pero también puedo jugar delante de la defensa. Es muy importante saber marcar el hombre y saber pasar la pelota. Son dos aspectos fundamentales”, decía.

Los mismos que ha mostrado en el Real Madrid. Casemiro es la mezcla perfecta entre Modric y Khedira. Entre el toque y el músculo.

“Cuando le vi debutar con el Castilla dije: ‘¿así está Casemiro ahora? ¿Con ocho kilos de más?”, cuenta otro ojeador que también le estuvo siguiendo durante su etapa en el Sao Paulo. Igual que muchos clubes italianos.

“Después de ese sudamericano sub20 dejó de hablarse de Casemiro como una de las nuevas promesas, desapareció del mapa futbolístico”, añade.

“Dejó de jugar con el Sao Paulo. Se dejó llevar, no supo recuperarse y volver a rendir como antes, no llevaba una vida demasiado regular”, apunta también Casiraghi.

SU LLEGADA AL REAL MADRID

El presidente del Sao Paulo, Juvenal Juvencio, decidió desprenderse de él. Era febrero de 2012; Casemiro aterrizó en el Castilla. Cedido; con el único objetivo de volver a ponerse a punto.

Lo consiguió. El Madrid ejerció la opción de compra, luego lo cedió al Porto y lo repatrió a casa blanca. En esta campaña llegó su consagración.

Su lucha ha sido constante, de superación, de no dejarse vencer nunca. Está rodeado de estrellas pero ha sabido hacerse un hueco en un equipo gigante, quizás el más grande de la historia.

Es así que el chico que no tenía un cuarto en el que dormir ya es uno más del primer equipo y pasea su sonrisa en un cuerpo de adulto (1,84 por 80 kilos).

Un chico que no se olvida que siempre se ha sentido como el responsable de la familia; que con 16 años, cuando firmó su primer contrato, le dijo a su madre Magda, aquejada de un problema en la muñeca, que ya no tenía que trabajar.

Un chico que, con su primer contrato, celebraba poder comprarse todos los Yakult (bebida energética muy popular entre los niños brasileños) que quisiése.

“La señora con el carrito de los Yakult pasaba por mi calle todos los días a las cinco de la tarde. No teníamos dinero para comprarlos. Así que mi madre, todos los días, antes de que llegaran las cinco me decía: ‘hijo, vámonos para casa que se ha hecho tarde’. Hoy día bromeo con mi madre sobre eso, cuando vamos al supermercado me compro 80 botes de Yakult”. 

Fuente: Diario Diez