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Leicester campeón: el uno a uno de sus protagonistas de la hazaña

Las diez claves de éxito

Ranieri, el segundón que por fin terminó primero

Una reseña de cómo el italiano armó la maquinita azul 

Leicester es el nuevo campeón de la Premier

Los protagonistas del Leicester City y su hazaña inolvidable del pequeño club que alcanzó la Premier inglesa. Repasaremos uno a uno los jugadores que han hecho una vida futbolística de película en una de las ligas más exigentes y glamorosas del mundo del fútbol.

Las diez claves de su éxito(lea abajo). 

PORTEROS

Kasper Schmeichel. El hijo del mítico portero Peter Schmeichel ha sido el encargado de guardar la portería. Ha jugado todos los partidos de la Premier League y ha logrado mantener su puerta a cero en quince ocasiones. Es ágil y tiene muy buenos reflejos. Tras su paso por el City, estuvo acumulando cesiones en equipos de categorías inferiores hasta que en 2011 fichó por los ‘foxes’.

 

Mark Schwarzer. El veterano portero australiano procedente del Chelsea no ha tenido presencia durante la Premier, pero ha sido el portero durante la Copa de la Liga, dando a Schmeichel tiempo para descansar.

DEFENSAS

Roberth Huth. El central alemán ha sido un fijo para Ranieri. Sólo se ha perdido un partido del campeonato liguero por acumulación de tarjetas amarillas.

Wes Morgan. El capitán del equipo ha jugado absolutamente todos los minutos del torneo. Junto a Huth, han logrado que el Leicester sólo haya perdido tres partidos de Premier durante la temporada. Dominante en el juego aéreo. Su gol contra el Southampton (1-0) fue clave.

Marcin Wasilewski. Jugó el partido que se perdió Huth por sanción y lo ganaron (2-3 contra el Everton). También participó en la derrota contra el Arsenal (2-1), como lateral derecho. No ha tenido más oportunidades en el centro de la zaga.

Jeffrey Schlupp. Comenzó la temporada siendo lateral indiscutible, pero una lesión apenas disputadas una decena de jornadas le mantuvo fuera de los terrenos de juego unos tres meses. Al volver siguió jugando, pero lo hizo desde el banquillo. Es el único canterano junto con Andy King que ha participado en la hazaña del Leicester.

Christian Fuchs. A partir de la octava jornada, el austriaco se ganó un puesto en el once de Ranieri. Tras ese partido, ha disputado todos los minutos salvo el encuentro de ida contra el WBA. Le cuesta sacar el balón jugado pero en defensa no se complica.

Danny Simpson. Le ocurrió lo mismo que a Fuchs. Hasta el octavo partido no entró en los planes del técnico italiano y poco a poco se ha ganado el puesto en el lateral derecho. El Manchester United se pasó la mitad de su carrera cediéndolo y tras pasar por QPR y Newcastle, aterrizó en el club en verano de 2014.

CENTROCAMPISTAS

N’Golo Kanté. Es una de las joyas del equipo. Un todoterreno en el campo, un portento físico que ha dominado el tráfico de balones en el centro del campo. Su grandísima temporada ha derivado en la llamada de Didier Deschamps para la selección francesa y los grandes equipos de Europa no han tardado en interesarse por él.

 

Danny Drinkwater. El compañero de Kanté en el medio de la cancha. Más creador que el francés. Ha repartido ocho asistencias durante la Premier League. Esta temporada ha debutado con la selección absoluta de Inglaterra.

Gökhan Inler. Su paso en la liga italiana como centrocampista y su gran potencia de disparo hicieron que acabase en el club inglés a principio de temporada. Sin embargo su presencia ha sido casi testimonial, saliendo desde el banquillo en los cinco partidos en los que Ranieri le dio minutos.

Andy King. El galés ha sido el hombre de refresco al que ha recurrido el técnico italiano para dar descanso a sus titulares. Junto con Schlupp, es el único canterano.

Daniel Amartey. El joven ghanés de 21 años comenzó la temporada en el Copenhague. En el mercado de invierno llegó al Leicester, pero no tuvo demasiadas oportunidades en el equipo.

Marc Albrrighton. Destacó en el Aston Villa por su habilidad en la banda. No se ha perdido ningún partido de Premier League, en la que ha marcado dos goles y ha dado siete asistencias.

DELANTEROS

Demarai Gray. Otro de los refuerzos de invierno, junto con Amartey. Salió de la cantera del Birmingham y se le ha visto en diez ocasiones ocupando el extremo izquierdo. En todas salió desde el banquillo aportando su velocidad y aun así, ha logrado un gol y cuatro asistencias.

Riyad Mahrez. El designado como mejor jugador del campeonato ha sido la revelación de la temporada. Salió del Le Havre francés. El argelino es un regateador muy rápido. Ahora todos los grandes de Europa se pegan por él. Sus 17 goles y 10 asistencias le avalan.

 

Nathan Dyer. Comenzó la temporada en el Swansea, donde brilló durante años. Desde su llegada no ha conseguido jugar como titular en ningún partido desde que llegó.

Jamie Vardy. El delantero que salió de la nada se ha convertido en uno de los delanteros más codiciados del mundo. Si nada se tuerce estará en la Eurocopa con la selección Inglesa tras marcar 22 goles y dar ocho asistencias en 34 partidos. El ídolo de la afición, que cada vez que marca entona el ya famoso ‘Jamie Vardy’s having a party’.

 

Shinji Okazaki. Su chilena contra el Newcastle ha sido uno de los mejores goles del campeonato. En Alemania sus registros goleadores fueron muy buenos. Ha jugado todos los partidos menos dos, pero sólo ha completado cuatro de ellos. Cinco goles y dos asistencias ha sido su aportación y es uno de los más queridos por la afición.

Leonardo Ulloa. El argentino que pasó por el Almería ha contribuido a los resultados del equipo con seis tantos y tres pases de gol. Sin ser titular, sus goles contra Norwich (1-0) y West Ham (2-2) han sido decisivos.

ENTRENADOR

Claudio Ranieri. El artífice del milagro. Veterano y viejo conocido en España tras su paso por Atlético de Madrid y Valencia. Se preocupa por el orden defensivo y las contras organizadas. Su anterior trabajo fue como seleccionador de una Grecia, de la que salió sin éxito. Su actual equipo ha perdido nada más que tres partidos a lo largo de toda la temporada. Ahora es el arquitecto de un club que ha hecho historia.

Tomado del diario AS.

Las diez claves de su éxito

Claudio Ranieri es el técnico de moda del fútbol europeo. El éxito del Leicester, un modesto que en dos temporadas ha pasada de estar en segunda división a ganar la Premier , lo ha colocado en el puesto más alto de los técnicos europeos.

Y lo ha hecho con una receta sencilla, sensata y muy terrenal, como el propio técnico italiano. Ranieri reveló las 10 claves de su éxito en Inglaterra en una reciente entrevista que concedió al Corriere dello Sport y de la que extraemos las siguientes frases que forman el decálogo de un técnico campeón.

 

1. “Cuando llegué a Leicester comprobé que los jugadores tenían miedo de las tácticas italianas. “Confío en vosotros y hablaremos muy poco de tácticas”, les dije. “Pero a cambio tenéis que darlo todo”, les rematé”.

 

2. “Entrenamos mucho, pero no demasiadas veces. Los jugadores necesitan recuperarse primero y luego entrenar. Los sábados jugamos, los domingos es día libre, los lunes entrenamos de forma ligera, el martes apretamos, el miércoles descansamos, el jueves hacemos otro entrenamiento duro, que rematamos el viernes”.

 

3. “Jugar mal equivale a traicionar a tus compañeros”.

 

4. “Me asustaba ver la cantidad de comida que comían mis jugadores: jamás había visto futbolistas tan hambrientos. Al principio me sorprendía, pero al final me acostumbré, no tenía otra solución. Y además, si corren tanto tienen permiso para comer lo que quieran”.

 

5. “En Inglaterra se divierten con el fútbol. En Italia es difícil hacerlo. Y además se entrenan con menos convicción, se lo toman como una obligación. En Inglaterra, en cambio, tienen claro que son gente joven, saludable, que disfruta de un gran trabajo y que serían tontos si no lo aprovecharan”.

 

6. “No he tenido que llamar la atención a ningún jugador en un entrenamiento por no esforzarse. Para ello es clave que se sientan relajados, no acosados. Quieren calma, respeto, no a una prima donna que les mande”.

 

7. “A mis jugadores les digo siempre que busquen el fuego en su interior, que una ocasión como esta no la van a volver a tener en la vida”.

 

8 . “No trabajamos para ganarnos la vida, ninguno de nosotros lo está viviendo así. Si fuera así, nos levantaríamos cansados de la cama. Sólo si vives para trabajar le darás sentido a lo que haces”.

 

9. “Cuando fiché por el Leicester, el presidente me pidió llegar a Navidades con 24 puntos. No recuerdo exactamente, pero creo que llegamos a esas fechas con 37 ó 39”.

 

10. “En un tiempo en el que el dinero lo es todo, damos esperanza a todo el mundo”.

 

Ranieri,el segundón que terminó primero

 

“Una sola verdad permanece intacta. En el fútbol inglés, italiano o francés, sea cual sea el equipo que alinee, (Claudio) Ranieri queda segundo”. Lo escribió el periodista Jack O'Malley.

 

A Ranieri le llamaban “Bollito” (acabado, anticuado) en Italia, y antes, en Inglaterra, “The Tinkerer” (algo así como chapucero) por su manera de rotar en el Chelsea. Mucho antes, en Italia, su apodo era “Er Fettina” (el chuletas) porque su familia tenía una carnicería en Testaccio, Roma.

 

Al estadio de la Roma acudía de niño a ver a su equipo. “Cuando iba de niño a la grada esperaba solo una cosa: que mi equipo lo diera todo de principio a fin”.

 

Ranieri fue un jugador de poca fortuna que empezó siendo delantero y acabó de defensa. “En la defensa se ve todo. Desde ahí aprendí a ver el fútbol”.

 

La victoria del Leicester es un milagro también personal. Después de 30 años entrenando, con los “foxes” ha podido desarrollar en un ambiente óptimo sus dos mejores características: un fútbol rapidísimo, y una psicología paternal en un vestuario lleno de “hombres libres y responsables”.

 

Lo mejor que había apuntado en su carrera se quintaesenció, por extrañas circunstancias, en Leicester. Alrededor de un 4-4-2 clásico hizo un fútbol de poquísima posesión, muy veloz hacia el gol. A su manera, muy puro, muy personal. Casi todos lo que pasó en el campo fue significativo, y en el vestuario consiguió reproducir su ideal de camaradería romana de los años 70 (admiró a Chinaglia, y su Lazio de las pistolas). Todo en su Leicester fue verdad, tuvo importancia, emoción.

 

Podría decirse que en su carrera estaba ya su Leicester. Y que sólo él lo vio.

 

La victoria ilumina mejor el resto de su carrera. Se convierte, después de Ancelotti, Mourinho, y Benítez en el cuarto entrenador en ganar títulos en Italia, España e Inglaterra. Aunque hasta la Premier 2015-2016 sólo había ganado dos copas. Lo más parecido a una liga eran la serie B italiana, o la Ligue 2 francesa. Premios de Segunda división. O subcampeonatos dolorosos como el de la Roma.

 

Por encima de estadísticas, su hazaña pasa a la leyenda del fútbol mundial. Ranieri ya es un mito. Pero toda su carrera adquiere otra proporción. El Leicester desvela lo que de grandioso hubo en otros “pequeños Leicester”. Todos los equipos modestos o medianos los dejó en mejor lugar. También revela su falta de fortuna: los grandes le llamaron en los peores momentos.

 

Ranieri, futbolista modesto, empezó a entrenar en la tercera división italiana. Uno de sus equipos ganó al Cagliari, gallito de la categoría, y su presidente no lo dudó, le ofreció el banquillo. Llevó al Cagliari de la C1 a la Serie A, con Enzo Francescoli de estrella. En los entrenamientos a primera hora, Ranieri despertaba a los futbolistas con una cantinela: “Dilly-Dong, dilly-Dong, el entrenamiento ha empezado”. A final de temporada, regaló a cada jugador una campana con ese lema grabado. El mismo que sonaría años después en la rueda de prensa en Leicester. “Estamos en Champions, dilly-dong”.

 

En Cagliari recibió la llamada del Napoles post-Maradona. En el primer año, 1991, lo devolvió a Europa. Al siguiente fue despedido. En Europa, con Zola y Fonseca en la delantera, aplasta al Valencia en Mestalla con un 0-5.

 

Pese a ello, cuando Paco Roig presentó a Claudio Ranieri como entrenador del Valencia se equivocó de apellido. “Aquí está el señor Rinaldi”.

 

En las negociaciones, Roig fue más Roig que nunca. “Para convencerme dijeron que en Valencia había un magnífico colegio italiano para mi hija, pero al llegar descubrí que no lo había”. Era un entrenador de moda que había ganado la copa italiana con una Fiorentina en la que jugaba Batistuta. Con la Fiorentina se había cumplido el sino de Ranieri: cogió al equipo en Serie B, lo ascendió y lo hizo campeón de Copa.

 

Míster Rinaldi llegó a un Valencia en crisis tras Valdano. Se libró de Romario y acabó metiéndolo en Champions con una Copa del Rey. La ganó contra el Atlético en Sevilla, tras eliminar al Madrid con un 6-0 y al Barcelona con 2-3 en el Camp Nou la noche de aquel gol de Mendieta que cantaron Los Planetas. Hubo otra memorable actuación liguera en el Camp Nou. Perdían 3-0 y acabaron 3-4 con una remontada en veinte minutos. Los doce goles del Piojo López contra el Barça en esos meses marcaron a Van Gaal. “Quiero que mi equipo sea una máquina de guerra. Sin sentimientos”, proclamó Ranieri con su fuerte acento. Lo consiguió.

 

Ranieri no sólo perfilaba al futbolista, lo bautizaba. Cañizares era “un dragón”, Illie “te pica y te mata, letal como una cobra” (igual que ahora Vardy es un “caballo fantástico”).

 

Además estaban Carboni, Mendieta, Farinós… La base que haría historia después con Cúper y Benítez.

 

Ranieri se ganó a la prensa y afición valenciana con su sonriente realismo. No lloraba, no vendía imposibles. “Si mi abuela tuviera cojones sería mi abuelo”, dijo una vez. A Valencia volvería en una breve segunda etapa sin mucha suerte.

 

Después llegó al Atlético de Gil (“llamativo y excéntrico”, lo definió en sus memorias). Ha llegado a los equipos grandes en mal momento o en plena transición. “Un entrenador es como un paracaidista que no sabe si el paracaídas se le abrirá”. En unos meses llegó la intervención judicial. “Si no ganas tendré que despedirte”, le dijo Rubí, el administrador judicial. “Nunca vi que a un entrenador lo echara un juez, así que me fui yo”, explicó a Malcom Pagani en una entrevista.

 

Fueron meses difíciles. Una mañana suspendió un entrenamiento al grito de “¡Me gustan los hombres, no las mujeres! ¡Estoy muy harto, tengo los huevos gonfios (hinchados)!”. Minutos después, en rueda de prensa, se explicó mejor. “Me gustan los hombres… pero en el campo. También sé que hay mujeres que juegan bien. Tarde o temprano entrenaré a un equipo femenino”.

 

Lo del los hombres lo ha repetido. Lo dijo del Leicester como el mayor elogio. “Mi plantilla no tiene jugadores, tiene hombres. No es cuestión de estilo, ni de ganar o perder. Es poder mirarse al espejo por la mañana”.

 

Entrenando a la Roma, su equipo, en 2011, sufrió lo mismo que había provocado en Van Gaal. La Roma ganaba 3-0 contra el Génova y acabó 3-4. "Tras el pitido final, fui al vestuario para darle las gracias al equipo y decidí presentar mi dimisión".

 

Atlético y Roma fueron sus dos únicas renuncias.

 

“Hablo poco de táctica, vosotros, jugadores, corred”. Su modelo no es ningún equipo histórico, sino el Catanzaro de los 70 en el que jugó, entrenado por Gianni Di Marzio. Era un equipo de amigos que pasaban las fiestas juntos. Que se veían también en Navidad. Aún conserva esas amistades y anualmente queda con ellos y navegan juntos por el mediterráneo. De alguna forma ha intentado reproducir ese ideal. Lo ha logrado en el Leicester, que ha mejorado a su Valencia en fútbol y ha emulado al Cagliari en ambiente. Hay otro tercer elemento que apasiona a Ranieri y que se repite en sus clubes: el trabajo con los jóvenes

 

En la decisión de ir a Leicester pesó la experiencia previa en el Chelsea. Fue el club donde más tiempo permaneció. Cuatro temporadas, cuya percepción están algo distorsionadas por lo que vino después: los años de Mournho y el dinero de Abramovich. Ranieri fue fichado en el año 2000, cuando el club lo presidía Ken Bates. Estuvo cuatro temporadas. Pasó del sexto puesto al cuarto, luego al segundo y a las semifinales de la Champions League que perdió frente al Mónaco. En esa última temporada, en 2003, es cuando Roman Abramovich compra el Chelsea. “Seguirás en el club”, le dijo en su primera reunión. Hasta el final dejó viva una posibilidad. Pero ya se le conocía como “Dead man walking”, un sentenciado. Los contactos del club con Mourinho eran notorios.

 

En 2004, después de colocar al club en la élite europea y de haber fichado a Terry y Lampard, dejó Stamford Bridge. Publicó entonces su biografía “Proud (orgulloso) Man Walking”. En esas páginas, poco vengativas, repasaba su temporada.

 

Buenas palabras para todos, salvo para Peter Kenyon, el directivo, muy asociado al “marketing” y alejado de su visión técnica y clásica; tampoco para Panucci, el único jugador “que no dio todo por él”.

 

En esas páginas cuenta sus esfuerzos con la dieta de la zona, su buena relación con Abramovich, o cómo su preparador, Roberto Sassi, se presentó al ruso: “Soy el segundo mejor preparador físico del mundo. El primero está muerto”. Sassi, luego director del centro técnico de la Juventus, fue importante en sus esos años para Ranieri. Uno de los pioneros de la tecnología en el fútbol.

 

Ranieri explica en el libro su visión del entrenador como una “father figure” (figura paternal), del vestuario como “una familia”, y revela su gusto por cierto tipo de futbolista al explicar su “fijación” por Geremi. “Siempre me han gustado jugadores que son flexibles tácticamente, individuos con carácter que nunca se rinden y que saben cómo defender. Por lo que había visto antes de tenerlo a mi disposición, Geremi combinaba todas estas cualidades . Había sido un golpe para mí cuando John Toshack , entonces el entrenador del Real Madrid, le arrancó del club turco Glencler–Birligi. Yo ya lo había pedido para el Chelsea el año anterior”.

 

En ese libro, Ranieri reconoce como su gran error el planteamiento en la ida de las semifinales ante el Mónaco. “Me enteré de que mientras preparábamos el partido, el club se había reunido con representantes de Mourinho. Era una falta de respeto, para mí y para los jugadores. Planteé ese partido con demasiadas ganas de vencer, y alineé a un delantero de más”.

 

Así lo reconoció ante los jugadores al acabar el partido. “Chicos, fue mi culpa”.

 

En esa biografía, Ranieri admitía su error, pero indirectamente culpaba a Mourinho y al club.

 

El portugués no tendría piedad años después, iniciando otro de sus piques. “Ranieri tiene la mentalidad de alguien que no necesita ganar. Tiene casi 70 años, ha ganado una Supercopa y otro pequeño trofeo y es demasiado viejo para cambiar su mentalidad. Es viejo y no ha ganado nada. Yo estudié italiano cinco horas al día durante muchos meses para asegurarme de que podía comunicarme con los jugadores. Ranieri, después de cinco años en Inglaterra aún luchaba por decir “buenas tardes” con dificultad”.

 

Pese a la sensación de orgullo, Ranieri acusó el golpe del Chelsea. “Soy mayor y estoy vacunado contra enfermedades tropicales. Hay poco que pueda sorprenderme ya, pero por un momento pensé que Abramovich querría contar conmigo para el año siguiente”. No fue así,

 

Tras el Chelsea, y el regreso fugaz a Valencia se tomó un descanso antes de regresar a Italia. Unos años de cambios: Parma, Juventus, Roma e Inter. Vuelve a su país como un entrenador de primer nivel y prestigio mundial.

 

En la Roma, su equipo de siempre, se atreve con Totti y De Rossi y alcanza el segundo puesto. Cuando vio que no podía mirarse al espejo, dimitió. No hubo título, pero firmó una gran página.

 

No fue la única. En el Parma no llegó al año, pero dejó un recuerdo imborrable y también acabó entre lágrimas. Agarró al equipo en puestos de descenso (3 victorias en 22 partidos), reconstruyó su moral, lo salvó, y alumbró el talento del joven Giuseppe Rossi.

 

Ese lustro italiano explica muchas cosas. Lo que de genuinamente italiano tiene Ranieri quizás quede mejor fuera. Su tono característico, de chistoso pizzaiolo, encanta en Inglaterra y en España, pero puede que resulte menos pintoresco en Italia.

 

Hay algo más. Algo que desmiente su fama de intérprete del “catenaccio”. Sus equipos italianos estuvieron entre los más goleadores del campeonato. Igual que el Leicester. Su fútbol, siendo prudente, no es aburrido. Busca el gol de otra manera: muchos hombres por detrás de la pelota, muchos espacios y una gran velocidad de ejecución.

 

En Valencia resumió su fútbol: “¿Para qué queremos el balón durante un minuto, si además no sabemos tenerlo, si en cinco segundos lo robamos, se lo damos al Piojo y él marca un gol?”.

 

Cambien al Piojo López por Vardy. Sus rápidas cabalgadas por enormes espacios abiertos en el rival se parecen. Ranieri es uno de los entrenadores que más repite la palabra libertad. “Sólo mente y corazón abierto, una batería llena y correr libre”, así es su fútbol ideal. Ha entrenado a Falcao, Batistuta, Lampard, Hasselbaink, Zola, Trezeguet… Libertad a cambio de implicación en defensa. Es decir, libertad con responsabilidad.

 

Esos últimos años italianos de Ranieri hablan también de la crisis estructural del Calcio, y de su proverbial mala suerte con los grandes clubes. Nunca le dieron un proyecto encarrilado. Su Juventus estaba recién ascendida. La mete en Champions League, pero no gana nada. El Inter aún tiene menos paciencia, y no aguanta más de medio año.

 

Después llegaría el Mónaco francés en segunda división. Otro ascenso, otro subcampeonato y otro despido. Tras eso, la selección griega en plena crisis nacional. Se queja Ranieri de no haber podido pasar ni medio mes con los futbolistas. Su Atlético fue intervenido, su Grecia también. La derrota con las Islas Feroe supone su despido fulminante.

 

Justo en ese momento declinante de su carrera, con una consolidada fama de segundón y de “anticuado”, decide ir al Leicester. El milagro empieza en esa apuesta personal. Vichai Srivaddhanaprabha, su propietario, estaba entre Gus Hiddink, Laudrup y él. Lo contrata por tres años con el objetivo de la salvación; por cada puesto sobre el 17 cobraría cien mil euros adicionales.

 

La historia es bien conocida. El Leicester tiene algunos seguidores ilustres. Uno es Gary Lineker, el delantero. Cuando conoció e fichaje de Ranieri tuiteó: “Claudio Ranieri? Really?”. Otro es el novelista Julian Barnes. Nació allí y conservó su amor por el club. “El Leicester nunca será nada diferente. Un media-tabla en el mejor de los casos”, sentenció, desmoralizado, al The Guardian. En “Historia del mundo en diez capítulos y medio” escribió un relato en el que el protagonista soñaba cosas asombrosas. La cura del cáncer. Aviones que nunca caerían. Y el Leicester ganando la FA Cup.

 

Ni la literatura pudo imaginar que ganara la Premier.

 

Lo cierto es que ninguna afición que tuvo a Ranieri lo pudo olvidar. Ahora el Leicester lo convierte en inolvidable para todas los demás, haciendo justicia a treinta años de banquillos.

 

Para ganar nunca es tarde, y su victoria vale por cualquier palmarés.

 

Pero cuántos habrá como Ranieri, con un “Leicester” que nunca llega apenas esbozado.

 

Una reseña de cómo el italiano armó la maquinita azul 

Wes Morgan

El técnico italiano armó su equipo y empezó por la portería.

En el nombre del padre. Nunca es fácil para un hijo seguir la estela de su padre. Y mucho menos si tu papá fue una gloria del United. Kasper Schmeichel (Copenhague, 1986) se crió en Manchester mientras su progenitor, Peter, cuidaba la portería del multicampeón United de sir Alex Ferguson. Kasper comenzó su carrera en el City y después de una travesía por el Darlington, el Bury, el Falkirk, el Cardiff, el Coventry City, el Notts County y el Leeds United, encontró su lugar en el Leicester. Gracias a sus 97 paradas el equipo de Ranieri es el tercer equipo que menos goles ha encajado en la Premier (34). Y Kasper honró a Peter.

 

 Kasper Schmeichel

 

Las torres de Ranieri. El técnico italiano tiró de nostalgia. Robert Huth (Berlín, 1984) y Wes Morgan (Nottingham, 1984) se marcaron una campaña homenaje a los viejos central backs del fútbol inglés. Bien cerca de Schmeichel, Huth (191 cm) y Morgan (185 cm) se agigantaron (aún más) en las áreas. Morgan firmó dos goles y Huth, tres. Morgan, de origen inglés pero con nacionalidad jamaicana, se curtió en el fútbol sin glamur. Jugó con el Nottingham Forest en la League One y la Championship hasta que lo fichó el Leicester, para arremangarse en la segunda inglesa, en el curso 2011-2012. Huth comenzó su carrera en el Union Berlín y con 17 años aterrizó en el Chelsea y, tras pasar por el Middlesbrough y el Stoke City, fichó por el Leicester en la temporada 2014-2015. Hoy el fútbol lo puso en el escaparate y encontró en Morgan a su mejor ladero. Bien lo sabe Schmeichel, también Ranieri.

 

Cerrojos en las alas. Ranieri montó una defensa con dos laterales solventes: Christian Fuchs (Neunkirchen, 1986) y Danny Simpson (Salford, 1987). El austriaco y el inglés, encargados de tapar las alas en la zaga del Leicester, formaron un tándem tan cumplidor como opuesto. Fuchs, que se formó en el Mattersburg de Austria, pasó por Bochum de la Segunda alemana y jugó cinco temporadas en el Schalke 04, llegó este verano al equipo de Leicester. Acostumbrado a jugar de interior, se convirtió en un lateral técnico y de gran pegada. Simpson, en cambio, destaca por su velocidad y fiabilidad a la hora de marcar. Criado en la cantera del United, jugó en el Sunderland e Ipswich Town en la Championship, y pasó por el Newcastle y Queens Park Ranger antes de fichar por el Leicester.

 

 Manhcester United vs Leicester

 

El termostato de los Zorros. N'Golo Kanté (París, 1991) y Danny Drinkwater (Manchester, 1990) le dieron el equilibrio al juego del Leicester. Drinkwater, piensa; Kanté, juega; los dos corren y recuperan. Ambos pescaron 639 balones. El francés comenzó su carrera en el Boulogne (Ligue 2) y el Leicester se lo fichó al Caen (Ligue 1) por cerca de ocho millones de euros. Una ganga para un futbolista al que comparan con Makelele. Drinkwater es otro de los que anduvo con paso errante hasta que cayó en el Leicester en 2012. Se crio en el United y pasó por el Huddersfield Town, el Cardiff City, el Watford y el Barnsley, siempre en condición de cedido. Ranieri los mezcló y el Leicester los llevó a la gloria.

 

El jugador del año. El talento de Leicester lleva la marca de Riyad Mahrez (Sarcelles, 1991). Pulió su fútbol alegre y descarado en los suburbios de París. De padre argelino y madre marroquí, Mahrez comenzó a tocar las puertas del fútbol de élite en el Mundial de Brasil, cuando la selección de Argelia cayó ante la campeona Alemania en los octavos de final. Llegó a Leicester en el invierno de 2014, cuando Los Zorros, en la Championship, apenas soñaban con jugar en la Premier. Elegido el mejor jugador de la Premier, según los votos de sus compañeros, los de los 92 clubes que integran la Asociación Profesional de Futbolistas inglesa, Mahrez marcó (17 goles), asistió (11 pases de gol) y luchó (recuperó 206 pelotas). Ya se lo había advertido su técnico. “Ranieri siempre insiste e insiste. Repasa las estadísticas. Si no corres, no juegas. Por eso hago más de 11 kilómetros en cada partido”, reveló Mahrez.

 

 Mahrez

 

El correcaminos del campeón. Marc Albrighton (Tamworth, 1989) se formó en el Aston Villa, jugó en Segunda con el Wigan y llegó al Leicester el curso pasado. En su primera campaña en Los Zorros Albrighton no tuvo continuidad (jugó 10 partidos desde el inicio) hasta que llegó Ranieri. El extremo inglés se adueñó de la banda izquierda (participó en el 36 encuentros de Leicester, en 33 desde el arranque). Eléctrico y picante en el mano a mano, el extremo jamás se olvidó de mirar el retrovisor, robó 208 balones.

 

Okazaki para todo. Cuando todavía jugaba en la Bundesliga a Shinji Okazaki (Takarazuka, Japón, 1986) lo bautizaron “el futbolista Samurái” gracias a su espectacular gol de tijera para el Stuttgart ante Hannover. No se olvidó de las piruetas y esta temporada le firmó un gol de chilena al Newcastle de Rafa Benítez. Pero el delantero japonés es mucho más que acrobacias, compañero de Vardy en el ataque del Leicester, nunca se cansó de arrastrar marcadores y de luchar en las segundas jugadas. 

 

La Cenicienta de la Cenicienta. No hay historia que represente mejor la aventura del Leicester en la Premier que la de Jamie Vardy (Sheffield, 1987). Hace cinco años trabaja en una fábrica y jugaba por afición en la séptima categoría del fútbol inglés. Hoy es el goleador del campeón de la Premier (22), tercero en la tabla de artilleros de la liga inglesa, por detrás de Kane (Tottenham, 25) y Agüero (City, 23). Llegó al Leicester en la temporada 2012-2013 a cambio de un millón de libras (1,2 millones de euros), hoy su cláusula de rescisión es Vardy de 40 millones de euros. Y seguramente ya no tendrá que volver a trabajar en una fábrica de férulas, su salario es de cerca de 100.000 euros a la semana. 

 

Los revulsivos de Ranieri. El técnico italiano tocó poco su once inicial y cada vez que lo hizo, casi siempre fue por necesidad, algún lesionado o suspendido. Sin embargo, Ranieri contó con un grupo de revulsivos, capaces de cambiar la suerte del Leicester cuando los partidos se le atragantaban. El volante Andy King (Barnstaple, 1987), un histórico en el Leicester, jugó 23 partidos y marcó una diana. El delantero argentino, exjugador del Almería, Leandro Ulloa (Río Negro, 1986), que participó en 28 encuentros y anotó seis goles. El talentoso extremo Demarai Gray (Birmingham, 1996), dijo presente en 10 jornadas. Nathan Dyer (Trowbridge, 1987) saltó al campo en 12 partidos y firmó un gol. Y Jeffrey Schlupp (Hamburgo, 1992), que llegó al Leicester en 2011 y en esta campaña disputó un total de 22 encuentros.