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Oblack, el muro del Atlético de Madrid que no le gusta hablar de él

Jan Oblak, portero y figura del Atlético de Madrid, es un tipo hermético. Lo demostró con creces la semana pasada, en un encuentro con más de 150 periodistas a los que les costó horrores sacarle un titular. "No me gusta hablar de mí", se defendía, "Lo importante es el equipo". 

Acompañado de ese carácter tranquilo, sin estridencias, el guardameta esloveno ha convertido la portería del Atlético en una fortaleza casi impenetrable. Sus números son sobresalientes. No ha recibido gol en 31 de sus 47 partidos en la actual temporada, solo tres equipos (Barcelona, Benfica y Sporting) han logrado hacerle más de un tanto en noventa minutos y se mantiene imbatido en sus últimos seis compromisos. Con solo 16 goles encajados en Liga, está a un paso de batir el récord histórico de Paco Liaño, que terminó la temporada 93-94 con un promedio de 0,47 goles por partido.

A sus 23 años, y pese a su escasa querencia mediática, es una de las estrellas indiscutibles del Atlético y uno de los jugadores más queridos por la afición («Obi, Oblak, cada día te quiero más...»). Sus intervenciones han sostenido al equipo de Simeone en los momentos más delicados del año y su concurso volverá a ser fundamental para cerrar con éxito la semifinal ante el Bayern. Ya lo fue en la ida, cuando tras el gol de Saúl el equipo alemán se volcó sobre su portería. Allí sacó a relucir sus mejores virtudes para evitar el empate: colocación, enormes reflejos y autoridad en las salidas por alto. Y siempre en calma, sin un aspaviento ni una mueca de más. "Que nadie se asuste, son solo jugadores de fútbol", se le escuchó decir al referirse a los Lewandowski, Muller, Ribéry y compañía.

Ese carácter frío y reservado le ha acompañado desde su llegada al equipo rojiblanco, hace dos veranos, pese a que desde el primer minuto estuvo sometido a una innegable presión. Dieciséis millones pagó el Atlético al Benfica por traerse a un guardameta casi desconocido, el precio más alto que se ha desembolsado en España por un portero. Llegó, además, con la difícil misión de sustituir a Thibaut Courtois, otro guardameta de enorme ascendente entre la afición colchonera. Y encima aterrizó lesionado. Unas molestias en la cadera le dejaron fuera del equipo en los primeros amistosos de pretemporada, allí donde Simeone debía perfilar el equipo. Moyá, también fichado ese verano, cumplió con nota y se ganó jugar la Supercopa ante el Real Madrid. Tampoco falló, y el técnico argentino ya no quiso ni pudo quitarle en el arranque de la Liga.

Oblak hubo de esperar a la primera jornada de la Champions para debutar en partido oficial con el Atlético. El resultado fue un desastre. El equipo rojiblanco, finalista en la anterior edición, caía en ese primer partido ante el Olympiacos por 3-2. Oblak recibió cuatro tiros a portería y solo consiguió evitar un gol. No fue, en absoluto, el debut soñado.

Simeone, entonces, decidió confiar en Moyá también para la Champions y relegó a Oblak a un papel secundario. De septiembre a marzo solo disputó seis encuentros de Copa, hasta que en la vuelta de los octavos de la Champions, ante el Bayer Leverkusen, ocurrió lo inimaginable. Moyá cayó lesionado a los pocos minutos y Oblak tuvo que sustituirle. El esloveno se convirtió en el héroe de aquella eliminatoria decidida por penaltis. Después de aquello ya no soltó la titularidad.

Nacido en Skofja Loka, la ciudad medieval mejor conservada en Eslovenia (según reza su publicidad), la progresión de Oblak ha ido en claro ascenso esta temporada. Riguroso en los entrenamientos, sus actuaciones han llamado la atención de numerosos clubes europeos. Ante cualquier posible oferta el Atlético reaccionó rápido. En enero anunció la renovación del cancerbero hasta 2021. Su cláusula ahora es de 100 millones de euros, la más alta de la plantilla rojiblanca.

Fuente: Diario ABC