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Lukaku cuenta su dramática infancia y su fuerza para patear la pobreza

Pocas veces los futbolistas se atreven a abrirse en canal. Metidos en su burbuja, el miedo al exterior obliga a la prudencia. Pero Romelu Lukaku, uno de los grandes jugadores de la selección de Bélgica, delantero del Manchester United, no podía más.

Necesitaba explicar que las ratas campaban a sus anchas por su apartamento durante su dura infancia. Que su madre tenía que mezclar el agua con la leche para que no faltara. Que el pan a duras penas llegaba. Que la electricidad marchaba para no volver en semanas. Tampoco el agua caliente. Era sólo un crío de seis años.

En un artículo publicado en The Player's Tribune antes del estreno belga en el Mundial frente a Panamá, Romelu Lukaku, de 25 años, abrió las puertas a su propio infierno infantil. "Volví a la cocina y vi a mi madre frente a la nevera con el cartón de leche. Como siempre, el menú solía ser pan con leche. Pero esta vez estaba mezclándola con algo. Estaba agitando. No sabía lo que pasaba. Después me la dio con una sonrisa, como si todo fuera genial. Pero me di cuenta en seguida de lo que estaba pasando. Estaba mezclando la leche con agua. No teníamos suficiente dinero para que nos alcanzara toda la semana. Estábamos en la ruina. No sólo pobres, sino en la ruina".

Punto de quiebre

El padre de Lukaku, Roger, migrante en Bélgica, nacido en Kinshasa (antigua Zaire, ahora República Democrática del Congo), fue futbolista profesional. Incluso llegó a jugar las clasificatorias para el Mundial de Estados Unidos de 1994 con Zaire. "Pero cuando él llegó al final de su carrera, el dinero se acabó", cuenta ahora su hijo Romelu. "Lo primero que perdimos fue la televisión por cable. Se acabó el fútbol. No había señal". "Había días en que mi madre tenía que pedir prestado pan. Los panaderos me conocían a mí y a mi hermano (Jordan, ahora futbolista de la Lazio). Así que le dejaban cogerlo el lunes y pagarlo el viernes".

"Sabía que estábamos luchando. Pero cuando la vi mezclar la leche con agua me di cuenta de que aquello había terminado. Esa era nuestra vida. Lo juro por Dios, me hice una promesa. Fue como si alguien me hubiera despertado. Supe exactamente qué hacer. No podía ver a mi madre así (...) Así que finalmente le dije: "Mamá, va a cambiar. Voy a ser futbolista del Anderlecht. Ocurrirá pronto. Ya no tendrás que preocuparte más. Yo tenía seis años ".

Antes, eso sí, tuvo que soportar como los padres de los críos dudaban de su edad. Tenía que llevar su documento de identidad en la mochila para enseñarlo a todo el mundo. "Quería ser el mejor futbolista de la historia de Bélgica. Esa era mi meta. No sólo bueno. El mejor. Jugaba con tanta ira por tantas cosas... Porque veía las ratas correr por mi casa. Porque no podía ver partidos de Champions League. Por cómo me miraban los otros padres.... Estaba en una misión". Y marcó 76 goles en 34 partidos. Con 12 años. Con las viejas botas de su padre.

"Hay gente que quiere verme fracasar

Todo fue tan rápido que se convirtió en una estrella juvenil. Sin esquivar los prejuicios de su propio país. "Cuando las cosas iban bien, leía artículos en los periódicos que me llamaban 'Romelu Lukaku, delantero belga'. Cuando no iban bien: 'Romelu Lukaku, delantero belga de origen congoleño".

"Yo nací en Bélgica. Soñaba con jugar en el Anderlecht. Soñaba con ser como Vincent Kompany (su padre también fue migrante congoleño). Soy belga. Todos somos belgas. No sé por qué hay gente en mi propio país que quiere verme fracasar. Cuando me fui al Chelsea y no jugaba, oí que la gente se reía de mí. Cuando fui cedido al West Brom, los eschuché reírse otra vez de mí. Pero es genial. Esa gente no estaba conmigo cuando nosotros poníamos agua en nuestros cereales".

Bélgica, al menos antes del inicio de su Mundial, tienen en Lukaku a uno de sus futbolistas capitales. Pero difícilmente deje de ser sospechoso.