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Las tres preocupaciones de Rusia, a 76 días del Mundial: su selección, el estadio de Samara y el racismo

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Rusia quiere organizar un Mundial perfecto. Envuelta en una controversia internacional a propósito del caso del ex coronel envenenado junto con su hija en Inglaterra, el país que preside Vladimir Putin acelera hacia la Copa del Mundo con la intención de copar la atención del planeta durante el mes que durará el certamen.

Pero ese tránsito no está exento de preocupaciones. El equipo nacional es una de ellas, pero no la única. Ubicado en el puesto 63 del ranking FIFA, el seleccionado ruso no consigue reunir la jerarquía necesaria como para ser considerado candidato, y muchos expertos se preguntan si, al menos, el equipo de Stanislav Cherchesov logrará superar la ronda inicial. Integra el Grupo A junto con Uruguay, Egipto y Arabia Saudita, pero la estadística reciente no lo acompaña: en 2017 solo ganó 3 de los 11 partidos que disputó.

Los últimos amistosos dan prueba de ello. Ya había perdido 1-0 con la Argentina en noviembre; luego empató 3-3 con España en San Petersburgo, pero en esta última fecha FIFA cayó sin atenuantes 3-0 ante Brasil en Moscú y 3-1 frente a Francia en San Petersburgo. Las derrotas no estuvieron exentas de escándalo. Una salida a una discoteca en el centro de Moscú, la misma noche de la derrota con los brasileños, puede dejar sin Mundial a los jugadores Roman Neustädter y Konstantin Rausch, que fueron multados por la Federación.

"Daremos lo mejor de nosotros para no volver a cometer estos errores", dijeron los jugadores en un comunicado del organismo. En 2016, Neustädter -que nació en Ucrania pero creció y se formó futbolísticamente en Alemania- optó por jugar la Eurocopa de ese año con Rusia después de obtener la nacionalidad de aquel país. Rausch, que nació en la antigua Unión Soviética pero creció en Alemania, se nacionalizó ruso en 2015 y pasó del Colonia al Dynamo de Moscú en enero para tener más posibilidades de jugar el Mundial.

Una sede incompleta

La segunda preocupación pasa por la demorada finalización del estadio de Samara, la última de las sedes que falta poner a punto. La FIFA mostró su preocupación por las contingencias. "Todavía hay mucho trabajo por hacer", dijo el director de Competiciones de la entidad, el británico Colin Smith, tras la visita a varios de los estadios mundialistas del torneo.

Smith señaló que aún hay "importantes demoras" en Samara. "Nos aseguraron que todos los trabajos importantes estarán listos a fines de abril", fue citado por medios rusos.

Uno de los aspectos que preocupan es el estado del césped. El viceprimer ministro ruso Arkady Dvorkovich señaló que el pasto comenzará a crecer cuando comiencen a subir las temperaturas, todavía muy bajas en el inicio de la primavera rusa. Está previsto que el estadio de la ciudad del Volga reciba ya un partido amistoso el 28 de abril.

El estadio de Samara es uno de los que más problemas genera al comité organizador y a la FIFA. Originalmente debía estar listo en 2017, pero diversos inconvenientes han demorado su inauguración. La ciudad industrial, ubicada a unos 1000 kilómetros al este de Moscú, recibirá cuatro partidos de la fase de grupos, uno de octavos de final y uno de cuartos. Entre los partidos de la fase de grupos se encuentran los duelos Costa Rica-Serbia (17 de junio), Dinamarca-Australia (21), Rusia-Uruguay (25) y Colombia-Senegal (28).

El flagelo del racismo

El tercer problema que preocupa a los rusos es el del racismo. Señalada una vez más por los gritos de mono escuchados el martes en el amistoso contra Francia, Rusia se ha propuesto actuar con firmeza para que el racismo no empañe el Mundial.

Los onomatopeyas con sonidos simiescos se escucharon varias veces contra los franceses, especialmente en el minuto 73, cuando el mediocampista Paul Pogba tocó el balón. También fue objetivo de esos gritos Ousmane Dembélé en el momento de lanzar dos tiros de esquina.

"Vamos a estudiar el vídeo y todo lo que pasó alrededor del partido. Daremos luego nuestra evaluación", declaró un responsable de la seguridad y de las relaciones con los aficionados de la Federación Rusa de Fútbol (RFS), Vladimir Markin. Otro responsable aseguró que la RFS estaba dispuesta a investigar el episodio.

El exinternacional Alexei Smertin, nombrado inspector responsable de cuestiones de racismo y discriminación en el fútbol ruso, añadió que "las medidas apropiadas se tomarán" tan pronto se conozcan los resultados de las primeras investigaciones.

La reacción más contundente y la más sorprendente vino del vicepresidente de la Duma (Cámara de Diputados), Igor Lebedev, miembro del partido nacionalista LDPR y también del Comité de Dirección de la RFS. "¡Terminen con esto! En muchos casos se superan los límites. Hay reglas de comportamiento, no únicamente en el estadio, también en la vida", declaró. "Disponemos ya de medios de sancionar el racismo, pero o bien son demasiado débiles o bien los aficionados no los entienden", añadió, asegurando que "ese mal comportamiento no se detendrá mientras no sea castigado".

La lucha contra el racismo en el fútbol ruso no es algo nuevo. Se lanzó en 2015 una campaña importante tras los incidentes racistas que afectaron al brasileño Hulk y al ghanés Emmanuel Frimpong, ese último expulsado por haber reaccionado de manera vehemente a insultos racistas.

En San Petersburgo, segunda ciudad de Rusia, el problema parece profundo. Los barras del Zenit, uno de los clubes más populares del país, son conocidos por sus excesos racistas, hasta el punto de haber ejercido durante mucho tiempo presión sobre su equipo para que no contratara jugadores negros.

El propio Zenit tomó medidas para combatir ese clima, pero el estadio de San Petersburgo ya había sido recientemente escenario de un "comportamiento racista", según la terminología de la UEFA, el pasado 15 de marzo durante un partido de la Europa League contra el RB Leipzig alemán.