Buscar en Google:

La gran movida de Novak Djokovic para volver a ser el número uno del tenis

Djokovic, que ya dominó la competición en 2015 y 2016, encadena tres títulos del Grand Slam y ya mira de frente a Roland Garros.

«Gracias, Marian, por volver a mi equipo», dijo Novak Djokovic tras recibir la copa de manos de Ivan Lendl, rodeado por un elenco en el que también estaban, entre otros, Rod Laver. Las palabras iban dirigidas a Marian Vajda, con quien minutos después se fundiría en un abrazo, ya en los vestuarios. Inmerso en una crisis a la que no encontraba solución, Djokovic decidió regresar en abril del pasado año al lado de su entrenador desde la adolescencia. Fallidos los experimentos con Andre Agassi, en la primavera de 2017, y la tan fugaz como estrambótica experiencia al lado de Radek Stepanek, en noviembre de 2018, buscó inspiración en sus orígenes, algo menos de un año después de haber despedido a todo su equipo técnico. Eran momentos delicadísimos para el serbio, que llegó a meditar abandonar la raqueta. La reacción no se demoró en exceso. Ya con el eslovaco en su rincón, Nole, que venía de sucesivas derrotas ante adversarios de segundo orden, recuperó tono pese a perder con Nadal en las semifinales de Roma.

El tropiezo ante Marco Cechinatto en cuartos de Roland Garros supuso un golpe difícil de asumir. Nole llegó a poner en duda su presencia en los torneos de hierba, pero pronto se plantó en la final de Queen's, que perdió ante Marin Cilic, e irrumpió con una victoria en Wimbledon, venciendo a Kevin Anderson después de una disputadísima semifinal contra Nadal.

Era su primer título del Grand Slam después de ganar en 2016 su hasta ahora único Roland Garros, un triunfo crucial en el nuevo repunte de su carrera. Djokovic se imponía por cuarta vez en el All England Club, demostrando que había recuperado buena parte de sus esencias y que volvía a tener apetito.

No obstante, resultaba difícil aventurar entonces los éxitos que estaban por venir. Semanas después, conquistó en Nueva York su tercer Abierto de Estados Unidos, ya una decidida proclama de autoridad, refrendada jerárquicamente con la vuelta en noviembre al número 1 del mundo. El hecho de concluir la temporada con sendas derrotas en las finales de Paris-Bercy (Khachanov) y la Copa Masters (Zverev) es más atribuible al relajamiento lógico derivado de los éxitos conseguidos que a cualquier manifestación de fragilidad. Con el triunfo en Melbourne, dispone de la oportunidad de encadenar otra vez cuatro majors consecutivos, como ya hizo al ganar Wimbledon y el US Open, en 2015, y el Abierto de Australia y Roland Garros, en 2016. Fueron entonces 30 victorias seguidas en los grandes, racha a la que puso fin Sam Querrey en la tercera ronda de Wimbledon.

«Tengo que trabajar un poco más en mi juego sobre tierra, de manera más específica a como lo hice en la última temporada», dijo tras su victoria de ayer. «Ya estoy jugando mejor, pero quiero decir concretamente en tierra para tener una oportunidad de ganar el título [en París]. El último desafío allí es ganar contra Nadal». Es, junto a Robin Soderling, el único jugador que ha sido capaz de vencer al español en Roland Garros. Lo hizo en cuartos de final de 2015, antes de perder de manera sorprendente la final ante Wawrinka.

Una vez superado Pete Sampras en la orla de campeones del Grand Slam, no elude mirar a lo más alto. «Quiero concentrarme en seguir mejorando mi juego y en mantener el equilibrio mental, físico y emocional. Así, si sigo compitiendo a alto nivel en los años venideros, tendré la oportunidad de continuar aproximándome al récord de Roger [Federer]. Todavía está lejos». Cinco majors le separan de los 20 del suizo y tan sólo dos de los 17 de Nadal. La pelea sigue abierta. Federer, campeón saliente en Melbourne, aún no ha dicho su última palabra, pese a que cuenta con la desventaja de sus 37 años. Está claro que Nole, con 31, el más joven de los tres, está ahora mismo en una magnífica disposición. Se fortalece como número 1 del mundo, con 2.635 puntos de ventaja sobre Nadal. Pero su autoridad trasciende el poder de las cifras.