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Lewis Hamilton gana el GP de Italia y recupera el liderato del Mundial de Fórmula 1

El Mundial de Fórmula 1 ha ingresado en su normalidad. Hamilton ya tiene el maillot amarillo. El piloto más veloz a bordo del mejor coche logra que dos y dos sumen cuatro en un deporte matemático. Lo hizo el inglés en Monza, la casa de Ferrari, donde cada año se concita la pasión de los italianos por las carreras de bólidos. Vettel pasó un mal rato delante de los tiffossi. También Fernando Alonso, retirado en un recinto que le rindió pleitesía no hace mucho con los colores rojos de Ferrari.

En McLaren no se apean de la fatalidad. De nuevo el motor Honda fracasó. Pagó primero el pato Stoffel Vandoorne, un novato que podría pensar que para esto no viene a la Fórmula 1. «No power» (No potencia), bramó el belga, el grito que atormenta a la segunda mejor escudería de la F1. Y a falta de una vuelta también se retiró Alonso, problemas del propulsor que condena a McLaren a una agonía inncesaria. El español iba decimoquinto, lo que tampoco es un dato alentador.

Hamilton ganó con el codo en la ventanilla, sin despeinarse , sin ver un coche en toda la carrera. El motor Mercedes y las manos del inglés son insuperables cuando se funden en clima positivo. Vettel, que defendió su tercera posición frente al empuje final de Ricciardo, ya tiene la obligación de remontar a un enemigo con cara de campeón.

Hamilton hizo doblete con Bottas en una evidencia más que refrenda el chascarrillo popular. La Fórmula 1 es un campeonato de ingenieros más que de pilotos.

«Ha sido un fin de semana difícil, pero gracias a todos. Hemos luchado», se medio disculpó Vettel con esa vocecilla lánguida que se le queda cuando pierde.