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Puma quiere convertir a Usain Bolt en su próximo Michael Jordan

La marca espera que, cuando deje el deporte, el jamaicano siga siendo su embajador y máximo generador de ingresos

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Puma encontró en Jamaica un pozo de petróleo. Tenía 15 años y el chaval era demasiado alto para lo que hacía. Correr, correr mucho. Aún era un niño, pero ya estábamos en el tiempo en el que las marcas deportivas firmaban contrato a todo aquello que tuviese potencial. Antes eso que dejárselo a la competencia. Usain Bolt era chico con talento, nada más. 16 años después es prácticamente imposible pensar en un negocio más redondo. Hoy quien piensa en atletismo lo hace empezando por Puma y la sonrisa más conocida del deporte está asociada para siempre a esa marca.

Ahora Bolt se retira, aunque algún notable especialista duda de que realmente los mundiales de Londres sean el final. Uno de los motivos principales para creer en su continuidad es, precisamente, su marca deportiva. Demasiado dinero hay de por medio como para no intentar persuadirle de que siga corriendo, de que haga un par de años más, aunque sea tan solo para que corre relevos en los Juegos de Tokio. En este tiempo, por más que Van Niekerk pueda crecer, el atletismo se quedaría huérfano de líder en ausencia de Bolt.

En Puma ya piensan en lo que vendrá después, cuando cuelgue las zapatillas de tacos si es que no logran convencerle de lo contrario. No se plantean, por descontado, dejar de tenerle en nómina. Todo lo contrario, es posible que ahora que no tiene nada que hacer se dediquen a potenciar más aún la vertiente de 'showman' que, sin duda, tiene el de Trelawny. Antes los deportistas terminaban de ganar dinero cuando se retiraban, pero Michael Jordan le enseñó al mundo que las leyendas no funcionan en ese registro.

El mítico jugador de baloncesto, para muchos el mejor deportista de todos los tiempos, sigue siendo año tras año el hombre que más ingresos por publicidad produce. Jordan es una mina de oro sin necesidad ni siquiera de aparecer mucho. Es un icono, el molde a partir del cual se quieren forjar el resto de los ídolos. La silueta del escolta saltando con las piernas abiertas tiene una marca propia dentro de Nike, que sigue teniéndole como una de sus claves en cualquier estrategia de marketing. En 2015 cobró en conceptos de imagen 110 millones de dólares. Hace muchos años que metió su última canasta.

 

La forja de un icono

Jordan es único, pero si algún deportista ha estado cerca alguna vez de poder proyectar su figura con tanta fuerza, ese es Usain Bolt. El atleta más grande de todos los tiempos, el hombre más rápido del mundo, dominador absoluto de una prueba mítica como pocas, los 100 metros lisos. Más allá del deportista, superlativo, está la personalidad. Bolt nunca escamoteó una sonrisa y sus actuaciones en la previa de cada carrera eran casi tan célebres como su extrema velocidad.

Esos gestos, el arquero, los dedos en las sienes, la sensación de que una culebrilla se le ha metido en la ropa y no puede dejar de moverse. La eterna sonrisa, inmarcesible, mezcla de una autoconfianza brutal (como para no tenerla) y ese tono festivo, casi de reggae, que uno asociaría automáticamente con Jamaica. Es atractivo por una ristra de motivos que casi no tiene fin. Por esa zancada imposible, por la facilidad terrible con la que ha ido dejando en la cuneta a todos y cada uno de sus rivales durante casi una década.

El monstruo tiene los récords mundiales de 100 y 200 en unos registros que, francamente, parecen más propios de extraterrestres que de un atleta. Él, además, jugó siempre con el hecho de ser diferente a los demás. En la línea de salida sus 195 centímetros eran una anomalía. Antes de su llegada se pensaba que esa altura no casaba con el hectómetro. Sus rivales eran más pequeños en altura y mucho más musculados, hipertrofiados en no pocos casos. Él también es fuerte, acero para los barcos, pero su cuerpo tiene un equilibrio que era poco común antes de su llegada a la prueba.

El mito dejará de ganar, llegarán otros intentando medirse con sus registros aunque, en buena lógica, tendrá que pasar bastante tiempo para que veamos como se baten. No competirá, pero seguirá siendo un activo para la marca que le vistió durante toda su carrera, muy probablemente el mejor de todos los que tiene contratados Puma. "Usain puede ser incluso más importante cuando deje de correr", comentaba hace pocas fechas el director general de la firma, Bjorn Gulden. "Puedo verle, incluso, llevando nuestros negocios en el Caribe", explicaba el ejecutivo, quizá optimista en exceso sobre las posibilidades del ídolo.

La idea del atleta es pasar a ser una especie de embajador total del atletismo. Su deporte, el que tanto le ha dado (y viceversa) ha vivido años de zozobra. Todos los problemas con el dopaje, especialmente los de Rusia y sus prácticas tramposas oficiales, han estigmatizado al deporte original. Bolt cree que él puede ayudar a cambiar esa visión, inspirar a los jóvenes del mundo con su ejemplo y seguir viviendo lo más cerca posible de la actividad que le convirtió en gigante.

Cuando Puma pensó en dejarle

Lo hará, en todo caso, de la mano de Puma, porque con las cosas de comer no se juega. Son muchos años de relación, más de media vida. Pero pudo no ser así. Los primeros Juegos Olímpicos en los que el mundo supo del poder de Usain Bolt fueron los de 2008, en Pekín, cuando arrasó con todo lo conocido previamente. Allí se dios a conocer, pero cuatro años antes ya fue olímpico. En Atenas, con solo 18 años, no tuvo buenas carreras. Se quedó por el camino y dejó malas sensaciones. El junior que aspiraba al cielo podía ser un fiasco.

La marca alemana, que le vestía desde tres años antes, evaluó la situación. Se planteó, muy en serio, no renovar sus contratos. Lo explicaba hace unos años el consejero delegado de la empresa, Jochen Zeitz: "Es joven, pero realmente no quiere entrenarse tan duro como debería. Tiene todo el potencial, pero se lesiona con frecuencia. Si no se entrena nunca será un grande".

Tomaron la decisión de rescindir el contrato con Bolt. Llevaba dos años con ellos. No iría más vestido de Puma. Un par de semanas más tarde reconsideraron lo que estaba decidido. "Igual no es buena idea, sigamos con él, estoy seguro de que lo puede sacar adelante. Es genial y tiene una gran personalidad, es un buen chico y si tiene un buen entrenador puede hacer milagros. Quedémonos con él y apoyémosle en estos tiempos difíciles", estimó el dirigente de la firma alemana. Es poco probable que haya otra decisión de la que esté más orgulloso.

"Me hubiese odiado si realmente le hubiese dejado ir, así que estoy muy agradecido por ese golpe de inspiración", explicaba Zeltz. "Creo que todo fue porque no le gusta perder y finalmente se dio cuenta de que necesitaba hacer más. Le gusta vivir la vida, le gustó su fama temprana, pero se dio cuenta de que tenía que empezar a trabajar muy duro porque de no ser así no tendría la carrera que él esperaba tener".

La historia ya la saben. Empezó a entrenarse con mayor regularidad y, aunque nunca perdió las ganas de disfrutar la vida, se convirtió en poco tiempo en el referente absoluto del atletismo mundial. Le quedan, en principio, solo las tres carreras de Londres por disputar. La prueba más mítica, los 100 metros, la que mide el hombre más rápido del planeta, es ahora la disciplina de Usain Bolt. Quien le vio correr sabe que nunca hubo uno como él. En el futuro igual habrá otros que superen sus registros, pero es improbable que consigan generar un icono como él. Por eso Puma le mira ahora y estima que, cuando se vaya, será su Michael Jordan.

Fuente: Diario El Confidencial