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Celso Borges: "Ni me hace menos jugador ni me genera dudas no gustarle a todos"

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El reconocido periódico español ‘La Voz de Galicia’, le realizó una entrevista al futbolista costarricense Celso Borges, quién milita en el Deportivo La Coruña de la Liga Santander.

El mediocampista tico habla sobre su visión del Dépor y del fútbol en general.

-Volverá a tener la temporada más larga del plantel. ¿Cómo lleva la exigencia física?

 -He llegado muy bien al final de temporada. He conseguido gestionar la carga de partidos cuidándome bastante en descanso y dieta. En realidad la carga física llega más a través de la emocional, y el final de temporada ha sido liberador en ese sentido

-Explíquese.

 -Lo importante es no perder la ilusión ni el optimismo. Mantener el ánimo es clave y eso requiere mucha energía, porque si no están los resultados para aportar energía extra, hay que buscarla por otro lado. Por dicha he vivido todo tipo de experiencias a lo largo de mi carrera y he ido aprendiendo a gestionarlas.

-A los picos propios de la competición se sumó el cambio en el banquillo. El nuevo apostó precisamente por influir en el grupo a través de las emociones.

-Es que el entrenador de fútbol necesita cada vez más saber gestionar emociones. Mucho del éxito va en su capacidad de tomar decisiones correctas con respecto a los sentimientos, que le permitan ser fiel a su idea y que al tiempo no perturben la dinámica del grupo. En ese sentido, Mel dio en la tecla cuando llegó.

-¿Pero esa fórmula no es más permeable al desgaste?

 -El desgaste lo va a marcar siempre el resultado. Si el entrenador no tiene carencias en lo táctico y lo complementa con una buena gestión del grupo crece mucho su potencial de larga vida en el puesto. Perder genera desgaste en lo emocional y a su vez se traduce en el nivel de los entrenamientos. Es una rueda.

-¿Cree que la gestión de emociones ha superado al conocimiento táctico en importancia?

-Es que a todos los jugadores no se les llega de la misma manera. A unos con la táctica, a otros desde la parte más emocional, otros no necesitan tanto cuidado. Eso lo marca cada jugador y es lo más difícil a lo que se enfrenta un entrenador, ser completo en todas las áreas. Yo he tenido la suerte de disponer de la otra perspectiva [su padre, Alexandre Guimaraes, es entrenador y fue seleccionador tico]. He escuchado durante mucho tiempo cómo un entrenador interpreta reacciones o cuestiones cotidianas de un vestuario. Eso me ha llevado a pensar en ocasiones «si hago esto, él lo va a interpretar así».

-Juega con ventaja, entonces.

 -No es eso, porque si no, no habría aprendido nada. Simplemente me da una visión más grupal del juego, de lo que es estar dentro de un equipo. Valoro las dos partes, la emocional y la táctica. Lo que necesito es sentir que aprendo y con eso ya es ganancia.

-¿Se ha topado con algún técnico del que no ha sacado nada?

 -Al final aprendes hasta de los que crees que están haciendo las cosas mal. Ves lo que no hacer según los resultados.

-En el aspecto emocional deberían jugar un papel importante los capitanes ¿Lo hacen?

-Los capitanes son nuestra cara ante la gente, pero en el vestuario estamos todos y necesitamos ser de apoyo. Es como dejarlo todo en manos del gobierno, lavarse las manos, y decir «que lo resuelvan ellos». Primero arregla tus cosas y luego ponte a apoyar en lo que puedas. Nuestra capitanía está muy bien cubierta, con gente de peso a la que se respeta muchísimo. Aquí [es tercer capitán en Costa Rica] es distinto porque llevamos mucho juntos, pero aún así te das cuenta de lo difícil que es estar dentro del grupo de capitanes, de la inteligencia emocional que se necesita. Total respeto y admiración para quienes lo hacen en el Dépor. ¿Qué es ser un líder? ¿Gritar más alto? A mí me motiva más ver entrenar a Álex y a Laure independientemente de la situación en que se encuentren. O a Germán y a Pedro preparando sus partidos. Eso también es ser líder.

-Vuelve Juan Domínguez, van a retener a Guilherme y se estudia fichar a otro centrocampista. Juega en el puesto más disputado ¿Cómo le hace sentir?

-Feliz. Eso hace que mi nivel individual crezca y se notó en el final de temporada. El nivel de competencia en esos puestos nos obligó a llegar fuertes al último tramo. No le tengo ningún miedo a la competencia, viene alguien de quien aprender. Cuando uno que opta al mismo puesto te exige, entonces tu nivel va a subir. Y cuando te den la oportunidad querrás reivindicarte y el equipo se verá beneficiado. El jugador es egoísta por naturaleza. Jugar es lo único que nos pone contentos, pero lo importante es cómo vives cuando no juegas. No echarte a morir.

-Segundo máximo goleador y centrocampista más empleado, pero sigue teniendo detractores. ¿Cómo gestiona la crítica?

-¿Qué hago? ¿Me enfoco en el sector que nunca estará contento con lo que yo haga, o en el que me valora según mi rendimiento y unos días me verá mejor y otros peor? Querer quedar bien con todo el mundo es perder el tiempo. Ley de vida. Aquí juego con Keylor, que lo hace casi perfecto y aún así hay gente a la que no convence. Me interesa el respeto de mis compañeros, del club, y saber convivir con la crítica. No gustarle a todos no me hace menos jugador ni me genera más dudas. Es parte del juego.

-Un juego que cada vez aburre más en una Liga con tantas diferencias entre equipos.

-Eso es tan distinto vivirlo desde dentro que verlo desde fuera. Cuando yo era aficionado también iba al campo y me aburría y me preguntaba por qué no pasaba nada. Pero la formación en el juego me ayudó a ganar interés. Y ahora voy a la liga española y percibo que siempre está pasando algo. Nunca imaginé vivir un nivel como el que estoy viviendo, contando con buenos compañeros y enfrentándome a gente que es muy buena.

-Pero el factor económico pesa demasiado sobre la competencia.

-Volvemos a cuestiones de mentalidad. El presupuesto te da un mayor rango de opciones, pero no garantiza el éxito. Mira qué pasó con Costa Rica en el Mundial; cuál de las selecciones a las que nos enfrentamos no tenía un mejor ránking o manejaba un mayor presupuesto que nosotros. Y sin embargo, conseguimos convencernos de que siempre era once contra once. Nos hacíamos fuertes en el grupo. El Dépor podría perder siempre si el presupuesto se tradujese en once uno contra uno a lo largo de todo el campo, pero el objetivo es imponer la suma, el grupo. Lo veo realmente como una cuestión de mentalidad. Porque crecí en Costa Rica. Ni en Brasil, ni en España, ni en Argentina. No tenemos ese bagaje deportivo y eso nos llevó a simplificar el juego: sin nombres; once contra once, siempre.