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Messi no da la cara en una mala semana para el Barcelona

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El comportamiento de Messi está siendo irresponsable. No puede ser que en una mala semana del Barcelona, con el empate en Dortmund y la derrota en Granada, no haya salido a dar la cara el capitán del Barcelona.

Messi tiene que estar en las buenas y en la malas y en su actitud se percibe el berrinche. Tiene tanto crédito que da la sensación de que el Barcelona está en continua deuda y le rinde pleitesía, no vaya a ser que la rabieta de convierta en un cabreo y haga uso de la cláusula por la que se puede ir gratis al final de la temporada. Messi abusa de su poder. Jugó la última media hora del partido en Dortmund y la segunda parte en Granada y no apareció ante la prensa para dar algún tipo de explicación que arroje luz a la pobreza de fútbol que tramiste el nuevo proyecto.

La estrella argentina se ha quitado de enmedio, como si con él no fuera la crisis de juego y resultados, en una semana horrible para el barcelonismo y ha decidido ir a su bola a la espera de que vuelva a encontrar esa motivación para sentirse el líder del equipo. Cuando aparezca el mejor Messi, se le quite de la cara los morritos y la bronca por no tener a Neymar a su lado, se acabarán muchos de los problemas para un Ernesto Valverde que, al contrario que el capitán, está en descrédito. La agonía de El Txingurri es no tener fresco e ilusionado al único futbolista capaz de tapar todos los problemas colectivos. Ya se sabe que si falta profundidad, se arregla con un gol de falta o una incursión de Messi. Si hay desequilibro, le das la pelota y vuelca el campo al área rival. Contra el juego espeso, la claridad y el dinamismo de Messi.

El problema que tiene el Barcelona está en que Messi esté desengañado y no crea en el proyecto de Bartomeu ni en la capacidad de Valverde para ser competitivos en otra temporada en la que se pone como objetivo ganar la Champions. Como le dé por bajar los brazos más de la cuenta el futuro de este Barcelona es negro. Con Messi no se puede dudar. Es una apuesta ganadora. Son los dos últimos fracasos en la Champions (Roma y Anfield) los que hacen mella hasta en el futbolista más desequilibrante del mundo y le tienen enfurruñado. Es el Messi de la Selección argentina. Lo grave de la situación es que su enojo se contagie en el vestuario y se propague al cuerpo técnico y acabe con otro fiasco. Esos compañeros que se sienten que no están a la altura de Messi, que como el entrenador se hacen los responsables, dan síntomas de estar perdidos. La desconfianza y la seguridad se instala en una plantilla que se siente culpable por no ayudar a Messi a ganar otra Champions.

Un Barça decrépito

Lo razonable y está en su mano es que Mesi se ponga al frente del equipo cuando pierde y, todavía más, cuando se lleva un batacazo. No lo hizo en Anfield ni tampoco en Granada. Este comportamiento no es el de un profesional que, además de tener un peso esencial dentro del vestuario, ayuda a recuperar la estabilidad y el duro golpe moral a los aficionados. Se le perdona porque es Messi. Qué se le puede reprochar al que es capaz de ganar muchos partidos atascados por su talento individual, te hace disfrutar con sus genialidades y genera millones de euros al club y los patrocinadores. Nada. Como si no quiere ir a la Diada, pese a que haya quien valoraría más su presencia en la ofrenda floral en el monumento a Rafael Casanova. Messi es intocable y solo queda esperar a que se le pase la pataleta y encuentre su mejor estado de forma física e inspiración.

Mientras se la pasa el berrinche y pone en duda (como declaró en la entrevista con el diario 'Sport') que la directiva no hizo lo suficiente para acometer el regreso de Neymar, le toca a Ernesto Valverde dar palos de ciego para encontrar el rumbo de un equipo desorientado. Este Barcelona parece decrépito y Ernesto Valverde tiene cara de enterrador. La alegría se esfumó en Liverpool y desde ese día todo ha ido a peor. Con la derrota en la final de Copa del Rey contra el Valencia, el lío con el Atlético de Madrid para incorporar a Griezmann, la nula aceptacion del francés, la televisada negociación con el PSG por Neymar, el timo de Coutinho, la negativa de Dembélé a salir, el ninguneo a Rakitic, señalar a Aleñá por la derrota contra el Athletic de Bilbao, el dudoso fichaje de Junior Firpo cuando tenía a Cucurella y una mala pretemporada. La cortina de humo ha sido la aparición de Ansu Fati. Más malas noticias que buenas en un equipo que no dispara a portería y en el que Messi todavía no pone de su parte.