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La nota sensible de un periodista sobre Maradona

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El periodista Ricardo Montoya, en un artículo publicado en el diario El Comercio de Perú, le dedicó unas palabras al ex futbolista e ídolo argentino Diego Armando Maradona. 

Las últimas apariciones de Maradona en público han dejado dudas sobre cuál es su verdadero estado de salud. 

“Lo bravo, lo verdaderamente incómodo, es enarbolar la bandera de la ayuda, es el tratar de hacerlo consciente de su abismo y ayudar en su rescate", dice parte del artículo. 

Aquí la nota completa titulada: "Para no llorar al Diego"

Cada cierto tiempo, un viento fuerte y gélido nos vuelve a golpear el rostro. Desde algún lugar del mundo la televisión registra, otra vez, un episodio en que el Diego Armando Maradona de hoy se parodia, sin querer, a sí mismo. Aunque lo intente, no lo puede evitar. Todavía le sobreviven algunos de sus antiguos gestos y ciertos rasgos fisonómicos que evidencian que sí, que por mucho que nos esforcemos en negarlo, el de la imagen que observamos, empequeñeciendo con furia su recuerdo, es él, el mismo del 86.

Maradona está enfermo. Balbucea, es inconexo en su discurso y tiene las pupilas permanentemente dilatadas. Si no consume drogas, como hace años proclama, lo disimula con entusiasmo amateur. A estas alturas de su vida, y en este contexto, condenar los exabruptos de Diego y decir con cara de circunstancia “qué pena” y luego despreciarlo en voz quedita es lo más simple. También es lo más inútil. Lo bravo, lo verdaderamente incómodo, es enarbolar la bandera de la ayuda, es el tratar de hacerlo consciente de su abismo y ayudar en su rescate.

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“Un hombre no cambia, solamente pierde fuerzas con el paso de los años”, sostenía Al Pacino en la oscura “ Carlitos Way” de Brian de Palma. En el caso de Maradona esto no se cumple a rajatabla. Sus despropósitos no tienen espíritu de enmienda porque, pese a que transcurren en el tiempo real, siempre hay alguien capaz de proferirle amenes o aleluyas, para después, en la emergencia de salud del Diego, acompañar su propia angustia con una irresistible empanada. Maradona, aunque rodeado, está solo y se rehúsa a aceptarlo.

“No fue capricho de un destino ciego/ que a algunos sí y a otros no perdona/ que no naciste inglés, chileno o griego/ sino hijo del caño y la rabona./ Amo el potrero/ ese jardín sin riego/ donde fuiste posible, Maradona”. Ufano, el poeta bonaerense Juan Sasturain, condensa en estos versos la procedencia del hombre al que después apodarían ‘barrilete cósmico’. Argentino de nacimiento, pero apátrida en su talento, Maradona en realidad le pertenece no solo a los rioplatenses sino a todos aquellos que conocieron, por obra y gracia suya, las diversas dimensiones humanas que habitan dentro de una pelota. Si después, como afirma Eduardo Sacheri, por ese carácter defectuoso que tiene, el tiempo se empeñó en trascurrir en lugar de dejar al Diego suspendido en su momento justo, ya escapa de su entera responsabilidad. Como el mismo dijo alguna vez, dentro de su contradictoria humanidad: “Yo no pretendo ser espejo de nadie”.

El deber de la memoria obliga a socorrerlo y no, simplemente, a aceptar esta versión posmoderna de un Maradona etílico al que se le entrevista, en lugar de evitar que maneje en ese estado. Es mejor arar la tierra en líneas torcidas para tener paz. Esa es la única forma de no tener que llorarlo pronto.