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Ricardo Gareca, el héroe de Perú

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Hay gente que anda por los 40 años y ni se acuerda de la última vez que vio a Perú en una Copa del Mundo. Por eso un país está agitado, tembloroso, emocionado. Indignado, también, por el caso Guerrero. "Cuando nos clasificamos se me vino a la cabeza la imagen de mi viejo, Alberto. Él siempre creyó en mí", cuenta Gareca, el héroe de una página inolvidable, algo así como un Quijote que se atrevió contra un destino de postergaciones. Confiesa que cree en aquello de las energías, y cabulero al fin como tantos entrenadores, mantiene en la muñeca derecha esa pulsera roja que le regaló un hincha antes del repechaje con Nueva Zelanda.

-¿En algún lado te has sentido más querido que en Perú?

-. No, bueno., me está tocando vivir una situación inédita porque todo lo que ha ocurrido despertó una gran ilusión a nivel país. La gente es muy agradecida. Pasaron tantos años sin participar de un Mundial. Quizá tanto afecto se deba a la trascendencia de trabajar en una selección, aquí la repercusión es a nivel nacional. Bueno, algo así nunca me ha tocado. Después, sí, hay lugares donde también me he sentido muy querido, como en Vélez, en Talleres. Pero aquí hay un país detrás.

Vive en el limeño barrio de Miraflores. Sale poco, tiene una muy recortada vida pública. Apenas, alguna visita a un restaurante con sus colaboradores o cuado lo visita Gladys, su compañera de toda la vida. Anda por los 60 años Gareca y extraña los afectos, claro. Sus hijos, Milton, el mayor, ayudante de campo de la 8va de Vélez, y el menor, Robertino, preparador físico en los infantiles del club. Y a sus nietos, a Felicitas y Benjamín. El abuelo Gareca es un hombre sensible que siente gratitud por Perú, el país que creyó en él después de su desteñido paso por Palmeiras. Con olfato, obviamente, ese intangible tan natural en los goleadores, Gareca apostó por Perú y ya lleva casi tres años. Antes, desestimó dirigir a la selección de Costa Rica, pese a que había sido la sensación del Mundial 2014. Era Perú, sentía que era Perú.

Tantas historias de grandes goleadores tienen un comienzo similar. Sí, Gareca también fue arquero. En la infancia, claro, en el club Juvencia de su Tapiales natal. Pero si se trata de hombres de área, un apellido aparece en la charla.

Paolo Guerrero... "No, no, nunca, nunca dudé con él, es el capitán y sigue manteniendo la capitanía. No consumió nada prohibido. No tiene antecedentes, jamás dio indicios de nada. Es un hombre muy importante para todos nosotros. Paolo es un referente del pueblo peruano", destacaba Gareca cuando ni se imaginaba que el TAS ampliaría de 6 a 14 meses la sanción por doping hasta dejar al goleador sin Mundial. Conocida la noticia, el entrenador acompañó el malestar de la Federación peruana y la angustia de toda una nación, aun en shock. "Paolo es un jugador sensacional, un ídolo, pero la historia continúa y hay que representar al país de la mejor manera. Vamos a estar preparados para la exigencia máxima y todos los inconvenientes que se presenten los vamos a solucionar", alentó. Guerrero había vuelto a jugar en Flamengo el 7 de mayo y Gareca ya lo proyectaba para los próximos amistosos frente a Escocia, Arabia Saudita y Suecia.

-Perú tenía sólo 4 puntos después de las primeras 6 fechas de las eliminatorias. Derrotas con Colombia, Chile, Brasil, Uruguay... ¿Creías en ese sprint de 12 puntos en las seis fechas finales?

-El comienzo no fue bueno, pero las eliminatorias son como un campeonato. A veces el comienzo puede ser complicado, pero lo importante es la mirada global. Siempre tuve esperanza y confianza en que el equipo podría ir consolidándose sobre la competencia. Perdimos muchos partidos que no debíamos haberlos perdido. Al principio tuvimos que transitar por una situación difícil. Pero ahora ya estamos en otra etapa, la de los ajustes finales en la lista, ya sin Paolo. Es una instancia delicada, porque hay que tratar de acertar para elegir lo mejor.