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El Salvador y su historia íntima de la mayor goleada en los mundiales Hungria los aplastó 10 a 1 en España 82

La mayor goleada en un Mundial de Fútbol fue la que se dio en el encuentro disputado el 15 de junio de 1982 en el Nuevo Estadio de Elche (actualmente Estadio Manuel Martínez Valero), durante la Copa Mundial de Fútbol España 82.

Se enfrentaban las selecciones húngara y salvadoreña y el resultado final fue un contundente Hungría 10 – El Salvador 1. 36 años después de aquella paliza histórica, sale a la luz la historia íntima.

Durante 20 años no hablamos de eso. Era como tener un muerto en el closet. Poquito a poco empezamos a salir de ese duelo silencioso. Fue como si todo el país hubiera necesitado terapia". El Mundial cambia los hábitos de la gente. El fútbol puede moldear el estado de ánimo. Ocultar, a veces; distraer, otras; aliviar, también. Mucho se ha hablado al respecto. Esa frase inicial la dijo Rodrigo Arias, un periodista salvadoreño que indagó tanto como fue posible sobre aquel partido. La mayor goleada de la historia de la Copa del Mundo: Hungría 10 vs. El Salvador 1, en España 82.

Marcados por la guerra

Para hablar de aquel equipo de El Salvador, hay que decir que fue el único objetivo común que encontraron los revolucionarios y el ejército durante una cruenta guerra civil que comenzó en 1979 y durante más de una década dejó más de 75.000 muertos. En 1981, la etapa más difícil para el país, casi todas las actividades se vieron interrumpidas en algún momento, el toque de queda impedía que la gente esté en las calles después de las 18. pero el fútbol siguió adelante siempre. Se cambió el horario y los partidos se jugaban a las 11 de la mañana. Las canchas eran el único territorio sagrado. El objetivo mundialista estaba por encima de todo. Tan claro lo tuvieron, que después de las eliminatorias, los futbolistas que integraron "la selecta" -así se conoce a la selección de El Salvador-, dejaron de jugar con sus clubes. Pasaron a ser exclusivamente seleccionados. Si el pueblo salvadoreño conserva algún puñado de buenos recuerdos de aquellos años tristes, lo más probable es que estén aferrados a los festejos que les permitió la pelota.

El fútbol ayudó a Francisco Jovel, defensor de Deportivo Aguila, que fue detenido en un retén de las fuerzas armadas y obligado a bajar de su auto tras mostrar su documentación. Y cuando el asunto parecía ponerse complicado, un soldado lo reconoció: "Paco, ¿qué haces aquí? Tu sigue". Francisco Jovel era el mismo nombre de uno de los principales líderes de la guerrilla, que por entonces se hacía llamar "Comandante Roberto Roca".

Los retenes durante la guerra civil, que podían ser del ejército o de la guerrilla, se tomaban muy en serio. En 1980, Saturnino Osorio, integrante de la selecta en el Mundial de México 70, fue asesinado a balazos cuando esquivó una rama en la ruta, creyendo que sólo era eso, cuando en realidad se trataba de un improvisado puesto de control.

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Pero con el equipo, todo era respeto. El defensor Mario Castillo, que aún vive en San Miguel, a 137 kilómetros de la capital, le comenta a LA NACION: "Le voy a contar algo bien bonito. Cuando se decretaba paro de transporte, nadie podía salir a la calle. Pero nosotros teníamos que viajar para ir a entrenarnos. Y en la ruta, cuando nos paraba el ejército o la guerrilla, no sólo nos daban el permiso, sino que nos ponían un carro para que nos acompañe para no tener problemas".

Sin actividad en sus equipos, los jugadores participaron en varios amistosos con la selección. Entre ellos, hay uno muy recordado ante Boca (que ganó 2 a 0 con dos tantos de Diego Maradona), en Los Angeles, el 6 de enero de 1982. Para los salvadoreños, aquel era un partido de los más imporantes que podían jugar. Para el conjunto argentino, era parte de una extenuante gira de 11 partidos en un mes. El periplo tenía como objetivo recaudar dinero para intentar retener a su figura, que finalmente terminó partiendo a Barcelona.

También pasaron por la Argentina en una de sus giras. En marzo perdieron dos amistosos. Uno con San Lorenzo, en la cancha de Ferro (0-2) y otro con Talleres de Córdoba, en Barrio Jardín (1-2).

Aunque los resultados no eran muy buenos, estaban con el ánimo por las nubes por el Mundial. Los jugadores no dejaron de entrenarse en ningún momento. Ni siquiera pese a los seis meses de atraso en el pago de sus salarios por parte de la Federación. Pero cuando llegó la hora de cruzar el Atlántico para ir al Mundial, todo ese ímpetu contrastó con la falta de experiencia y la endeble estructura de la federación salvadoreña.

Un largo viaje, muchos problemas

Tras seis meses sin cobrar (tampoco les habían pagado los premios de la clasificación), los jugadores se pusieron firmes con las autoridades. Castillo recuerda: "Queríamos cobrar nuestro dinero. Por eso se demoró el viaje hasta último momento. Se armó un despelote y el presidente de la Asamblea Constituyente (N. de la R.: Roberto d'Aubuisson), intervino y terminaron cancelando la deuda con una partida de dinero que estaba destinada a pagarle a los maestros. Ellos creían que si la selección no iba al Mundial iba a ser un papelón".

Los dirigentes le avisaron a los jugadores que no podían viajar todos. Para empezar, aunque el reglamento les permitía ir con 22 jugadores, se decidió que sólo viajarían 20, para evitar gastos innecesarios. Los perjudicados fuerno Gilberto Quinteros y Miguel González. El equipo junto entonces el dinero para que ambos viajen, aunque no fueron inscriptos y no podían jugar. Más tarde, los futbolistas denunciaron que los dirigentes habían dado de baja esas dos plazas para poder llevar a sus familiares a España.

El viaje fue agotador. De San Salvador viajaron a Guatemala, donde tuvieron 12 horas de escala. Luego, en un vuelo de Iberia hicieron escalas en San José y en Santo Domingo. Allí tuvieron otras cuatro horas de espera antes de partir a Madrid, donde tuvieron que hacer una última conexión a Alicante. Tardaron dos días en llegar y lo hicieron apenas tres antes del partido con Hungría.

Ya en suelo español, sin indumentaria oficial todavía, la primera práctica fue en un campo de tiro y los jugadores se entrenaron con su propia ropa. Los periodistas españoles que fueron a hacer las notas del último equipo en llegar a España, al ver el grupo sin uniforme, les preguntaron: "¿Realmente son ustedes la selección?". Y un diario de Alicante, escribió: "¿Futbolistas o guerrilleros?", lo que motivó que el presidente de la federación, Castillo Mayorga, enviara una carta de queja al centro de prensa del comité organizador.

"Cuando llegamos muchos tenían patrocinio para usar los botines de Puma. Y Adidas buscó a otros jugadores para ofrecerles 500 dólares por partido en el Mundial -recuerda Castillo-. Entre una cosa y otro, al menos cuatro jugadores quedaron sin arreglar ni con uno ni con otro. Eso también nos trajo problemas y todo se sumó para llegar mal al partido con Hungría".

No conocían nada de su rival. Un agente español les vendió un video de un amistoso que habían jugado un año antes con España, en el que los húngaros se impusieron por 3 a 0, en Valencia. Al menos el equipo fue bastante parecido al que iban a enfrentar, ya que coincidieron siete futbolistas de aquel partido.

La goleada

Para el debut en el Grupo C, el 15 de junio de 1982, en el estadio de Elche, llegó la ropa de la firma Adidas, pero tuvieron tres juegos de camisetas blancas y sólo uno de color azul. Otros tres, desaparecieron. Los jugadores acusaron a los dirigentes de llevárselos. Usaron siempre la blanca y la azul la guardaron de recuerdo.

Confiados en que debía ser el partido más fácil del grupo (Argentina era el campeón mundial y Bélgica el subcampeón europeo), planificaron el encuentro para salir al ataque. Consideraban que era la única victoria que podían obtener. Fue el peor error. Hungría se divirtió con una defensa abierta y les propinó la mayor goleada de la historia de la Copa del Mundo.

Pese a todo, ese día El Salvador hizo un gol. Lo hizo Luis Ramírez Zapata, "El Pelé". El tanto lo convirtieron cuando ya perdían 5 a 0, pero lo festejaron todo lo que pudieron. Era el primer gol salvadoreño en un Mundial. Y sigue siendo el único.

Hace unos años, por ese solitario tanto se realizó un emotivo documental que se llamó "Uno, la historia de un gol".

El duelo contra la Argentina

¿Cómo seguir después de un 10-1 en contra? Luis Guevara Mora, el arquero que tenía apenas 18 años cuando recibió esos diez goles, contó que en el vestuario sólo hubo lágrimas y silencio: "Tuvimos la hombría de quedarnos callados y la lealtad de no descargar culpas unos a otros".

Con más precauciones, perdieron el partido siguiente con Bélgica (0-1) y luego... el duelo más esperado, contra la Argentina. "Nosotros en broma, antes del partido, decíamos: 'si nos meten cuatro en el primer tiempo no salimos a jugar el segundo'", dice Castillo entre risas.

Los mismos jugadores reconocen que jugaron más duro de lo normal ante nuestra selección. Jaime Rodríguez, encargado de seguir a Maradona, comentó: "No recuerdo las veces que le fui con todo. Yo lo reventaba, pero él nunca me dijo nada. Se levantaba y seguía jugando. El único que se enojó fue Gallego, que nos dijo '¡Cómo nos están pegando patadas!, ¡Guerrilleros hijos de puta, los vamos a matar!".

"Yo no lo escuché a Gallego, pero me lo contó Jaime -reconoce Castillo-. A mí me lo habían dicho en un partido contra Costa Rica, en las eliminatorias. Nos molestaba, claro. Era una forma de discriminación, como quién le dice 'negro' a alguien. Pero bueno, eso pasa en el fútbol también".

El partido fue muy áspero. La Argentina ganó 2 a 0 con un gol de Daniel Passarella, de penal, y otro de Daniel Bertoni. Esa fue la despedida.

El regreso fue lo más difícil. Cuando llegaron al aeropuerto en San Salvador se encontraron con las valijas rotas. Castillo agrega que los dirigentes de la Liga Mayor hicieron un pacto para que los equipos no contraten a ningún jugador que volvía de España. Y algunos tuvieron dificultades para encontrar trabajo. El Mágico Jorge González y Norberto Huezo aceptaron ofertas para irse a jugar a España. Francisco Osorto decidió abandonar el fútbol, aunque apenas tenía 25 años. Y el que más lo sufrió fue el arquero, Luis Guevara Mora: "Me ametrallaron el carro. Hubo 22 impactos de bala y ninguno me dio a mi, eso fue un milagro. Me apedrearon la casa, me agredieron en muchos lugares a los que fui".

Mucho años después, el Mágico González, todavía con tristeza, afirmó: "No eramos tan bobos como para que nos metieran 10 goles".

Fue difícil, pero el tiempo pasó y curó las heridas. Castillo, que hoy trabaja en la alcaldía de San Miguel, cuenta: "Cada tanto alguien me presenta diciendo que fui mundialista. Entonces lo primero que digo es 'bueno, para ahí, no cuentes más', para que no me hablen del 10 a 1".

"La mayoría de los jugadores envejecieron bien -dice Rodrigo Arias-. Guevara Mora, al que más le costó, se fue a jugar a Guatemala y allá fue exitoso. Después volvió a El Salvador y terminó siendo muy querido. Hoy se les reconoce a todos que aquellos momentos de las eliminatorias fueron de gran alegría para el pueblo".

Después de aquello, El Salvador nunca volvió a jugar un Mundial.