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“Chuck”, el mejor amigo de la trampa

Fue, seguramente, uno de los más corruptos de todos. Tanto que le decían “Mr 10 por ciento”. Era su comisión (eufemismo de coima) por cada contrato que firmaba. Y firmó muchos: fue miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA 17 años (1996-2013), secretario general de la Concacaf 21 años (1990-2011) y 2 años vicepresidente ejecutivo de la Federación de Estados Unidos (1984-86).

Sólo la Concacaf estimó que se quedó con 20 millones de dólares. Al IRS (organismo impositivo de Estados Unidos) le resultó sencillo descubrir que el hombre evadía impuestos. El siguiente paso fue el FBI. Lo acusó de 10 cargos y le dijo: “elegí, 75 años preso o hablás”. Charles Gordon Blazer, “Chuck”, no sólo habló. Hasta se escondió un micrófono para grabar a sus pares de la FIFA y la Concacaf. Así, el más corrupto de todos, murió el último jueves a los 72 años sin recibir siquiera una condena. A la cárcel fueron los demás. Y la FIFA cambió su cara. Tal vez no sus costumbres.

No había que ser Sherlock Holmes. El propio “Chuck” fue dejando todas las pistas. Lo hacía en su blog “Travels with Chuck Blazer and his friends” (Viajes con Chuck Blazer y sus amigos). Aparecía disfrazado de Papa Noel o de pirata. Y contaba que Vladimir Putin le decía que, en realidad, se parecía a Karl Marx. Cabellera y barba tupida y canosa, panza generosa y mucha verborragia. Su viaje a Rusia incluye generosas referencias a la comida que sirve Aeroflot en sus vuelos. Y, si se trata de Nueva York, su blog era inclusive mejor que la Guía Michelin, como ironizó el periodista Andrew Jennings en su libro “Omertá”, sobre la corrupción en la FIFA. Los mejores “filetes Porterhouse se comen en Wolfgang”. En The Dutch se cena genial. Elaine’s tiene fabulosas albóndigas de ternera y pistachos. Hay que ir también a Terrase y Scarlattis. Y a Campagnola’s. Y probar los bocadillos de salmón nova, huevos y cebollas de Barney Greengrass.

La candidatura de Rusia 2018 lo invitó a L’Atelier, del Four Seasons. Y la inglesa (derrotada) al Oak Room, del hotel Plaza. Michel Platini le convidó un rico vino St Emilion en el Chateau Figeac y luego a cenar a Le Charlot. En el Mundial 2006, los alemanes lo llevaron al Bayerrischer Hof, en Munich. Y al Lorenz Adlon, del hotel Kempiski. La lista es interminable. Se sorprendió aún más el dirigente de la FIFA al que Chuck lo sacó a pasear por las noches de Nueva York. Especialmente cuando lo llevó al local de strip tease Scores de Manhattan. Todo pago, claro, con tarjeta corporativa. Igual que los 18.000 dólares mensuales del alquiler en la Torre Trump, apartamento aparte para los gatos. Casi todo está en el blog. Igual que las fotos con Juan Pablo II, Nelson Mandela, Desmond Tutu y Bill y Hillary Clinton, entre tantos otros.

Sus abogados, al confirmar su muerte, destacaron el aporte de Chuck para sanear la corrupción en el fútbol. Blazer, está claro, se convirtió en delator sólo porque fue descubierto. Suele ser así con casi todos los delatores. Hablan a cambio de salvarse ellos. Entregan inclusive a dirigentes que, eventualmente, pudieron haber sido muchísimo menos corruptos que ellos. Y que ahora están presos. Polémico, la justicia aprovechó en el caso FIFA las ventajas del país superpotencia, de sus leyes extraterritoriales, que permiten investigar a cualquier sospechoso que haya cobrado coima en dólares o negociado a través de servidores de Estados Unidos. Chuck, que además tenía propiedades en Bahamas y Miami y cuentas en Islas Caymán, fue piedra fundamental.

Ya había “traicionado” primero a su jefe Jack Warner. La FIFA dejó hacer. A cambio, la Concacaf ofreció 35 votos en bloque que sirvieron siempre a los reinados de Joao Havelange primero y Joseph Blatter después. Anguila, Aruba, Granada, Monserrat, Dominica y otros no tienen el más mínimo peso en el fútbol mundial. Pero sus votos en la FIFA valían, y valen, igual que los de Inglaterra, Alemania o quien fuere. Después de “entregar” a Warner, Chuck “traicionó” al resto. La Comisión Etica de la FIFA lo expulsó de por vida en 2013.

Blatter, caído también él en desgracia luego de tanta delación, no tiene sin embargo por ahora delitos graves en su contra. Putin ya le avisó que será su invitado personal al Mundial de Rusia. Observa, en tanto, que la nueva FIFA de su compatriota Gianni Infantino no parece ser tan diferente a la suya. Infantino ya echó al alemán Hans-Joachim Eckert y el rumano Cornel Borbely, juez y fiscal de la Comisión Etica que, justamente, investigaban denuncias en su contra. Infantino echó a más gente y, además, intervino en las elecciones de las Confederaciones de Africa y de Asia para que allí llegara gente amiga. No le importó tanto su currículum, polémico en algunos casos, sino su incondicionalidad. Y a los medios que lo denunciaron, igual que hacía Blatter, los acusó de inventar noticias.

La FIFA ahora está desoyendo un fallo del Tribunal de Arbitraje Deportivo de Suiza sobre elecciones en Nigeria. Ya surgirá acaso un nuevo Chuck Blazer que delate, en realidad, que los viejos vicios carecen de nombre propio, sino que forman parte de una cultura. La cultura del poder.

Fuente: La Gaceta