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Andrey Amador está a tiempo de ser capo, dice medio español

El sitio español 20 Minutos, dedicó una amplia nota refiriéndose al costarricense Andrey Amador, ciclista del Movistar Team que hasta el día de hoy es un peón de Nairo Quintana, aunque sus actuaciones lo avalan para ser un capo.

La nota:

No ha quedado demostrada la ascendencia aristocrática de Henri Pépin, pero su afición a la buena vida está fuera de toda duda. También su amor por el ciclismo. Ambos afectos coincidieron cuando decidió inscribirse en el Tour de 1907. Para hacer más llevadero el viaje, Pépin decidió contratar a dos corredores que le auxiliarían llegado el caso y que le harían compañía por las pedregosas carreteras de Francia. Dargassies y Gauban, que así se llamaban, fueron los primeros gregarios de la historia (domestiques) y Monsieur Pépin fue el primer cicloturista que vieron los tiempos, al menos hasta la quinta etapa, cuando tomó el tren de vuelta a casa.

Desde entonces ha habido gregarios de todo tipo y condición: vocacionales, resignados, entusiastas y frustrados. También existen los gregarios que esperan una oportunidad y a ese grupo pertenece el costarricense Andrey Amador, protagonista recurrente en el Giro de Italia. El romance viene de antiguo y no tiene explicación, como no deben tenerla los grandes amores. Nada hacía pensar que un muchacho criado en un clima tropical encontraría su hábitat profesional en las nevadas y neblinosas montañas de los Alpes. Y así ha sido desde que debutó en 2010, cuando se convirtió en el primer centroamericano en una gran carrera de tres semanas. En 2012 ganó una etapa, en 2015 finalizó cuarto y en 2016 se vistió de líder durante un día.

Hay quien asegura que su destino comenzó a forjarse cuando siendo un niño le regalaron una bicicleta de color rosa, pero el argumento parece poco científico. Más sólida resulta la hipótesis genética: el origen ruso de su madre, Raissa Bikkazakova, podría explicar la querencia por los fríos siberianos y las cumbres italianas, muy apreciadas por campeones rusos como Menchov (2009), Tonkov (1996), Berzin (1994) o el candidato Ugrumov.

En cualquier caso, no acertamos con el calificativo si consideramos a Andrey Amador un gregario. Su trayectoria y su protagonismo en el Giro, renovado en esta edición, nos sitúan ante un ciclista que merecería expresarse más veces como capitán del equipo. Después de nueve temporadas como profesional ya sabemos que no es diligencia lo que demuestra, sino talento y clase. La prueba es su presencia permanente en todas las maniobras que prepara Movistar para desgastar rivales y tender puentes a Nairo. Cumplido ese trabajo extenuante, Amador continúa entre los mejores de la clasificación.

A los 30 años, Andrey Amador debería haber alcanzado el momento idóneo de maduración deportiva. Poco queda de aquel chico hiperactivo que comenzó a montar en bicicleta para parecerse a su hermano Iván. Ya han pasado diez años de su llegada a Navarra, la tierra de Indurain y de Abarca Sports, la estructura que es propietaria de la licencia profesional del Movistar. En Pamplona conoció a su novia, Laura Segú, y en España pasa su tiempo cuando no se escapa a su casa de Playa Herradura, un paraíso con vistas al Pacífico.

Diríamos que lo tiene todo (entorno feliz y Netflix) si no fuera porque todavía podría conseguir mucho más. Para ello le hará falta experimentar una sensación extraña, pero inequívocamente placentera: que trabajen para él. Sólo entonces sabrá y sabremos de lo que es capaz. Henri Pépin nos dará la razón desde el hogar celestial de los cicloturistas.