Tyson confiesa en su biografía que era gordo, tímido y afeminado

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"Toda la verdad" se llama la biografía autoriza del boxeador estadounidense Mike Tyson, que confiesa de niño ser gordo, tímido y hasta afeminado. Su libro llama la atención de la crítica como lo ha hecho con otros casos de publicaciones similares de deportistas como el tenista André Agassi,  que dijo no querer jugar ese deporte.

 

El libro de Agassi puede servir para colocar las memorias de Tyson en el mapa. Recordemos: 'Open' retrataba a un crío que proyectaba la imagen de un triunfador precoz y exhibicionista. Luego, por dentro, estaba siempre a punto de romperse. ¿Qué tenía Agassi? A ratos parecía un trastorno de la personalidad límite, a ratos parecía un neurótico o un depresivo o un narcisista. Odiaba el tenis, odiaba a su padre, odiaba el pelo que se le caía... Daba vueltas por el mundo como un alma en pena. Hasta que, un día, todo lo que estaba torcido se acababa enderezando.La voz de Agassi que narraba su vida desde los cuarenta y tantos se reía de sus fanfarronerías y de sus crisis de personalidad. Era fácil empatizar con él. 'Open' era un libro reconfortante.En 'Toda la verdad' ocurre algo parecido. ¿Quién lo hubiera dicho?

Tyson parece un amigo sabio, dotado para la autoparodia, capaz de verse a sí mismo con una distancia inteligente y encantadora. "Era tan capullo". "Era tan imbécil". "Era tan arrogante". Frases así aparecen cada pocas páginas en 'Toda la verdad'.Es verdad que era un imbécil. Si Agassi era un chico de clase media que, pobrecito, no encontraba su lugar en el mundo y andaba de los nervios, Tyson era un chico pobre, pobrísimo en realidad, que quería ser un psicópata."No quería ser el héroe, quería ser el villano", dice Tyson en sus memorias. Y qué villano. Cuando los contrincantes se le acercaban para intercambiar un saludo deportivo, Tyson les daba la espalda. Si sus rivales se iban a la lona y el árbitro le daba la victoria, se acercaba a darles un humillante besito. Cuando se llevó por delante a su primer enemigo y lo vio en el suelo, no se le ocurrió otra cosa que ponerle el botín en el cuello. Y el día que luchó por su primer campeonato del mundo, se dedicó a insultar al campeón, Trevor Berbick:"¿Qué cojones miras?".

Tyson quería ser un psicópata pero no lo era. Era un pobre chaval.El relato de la primera parte de la vida de Tyson suena a película de boxeo, pero es real. Su madre no iba por mal camino, estudiaba para maestra y vivía en un barrio de Brooklyn casi de clase media. Pero lo estropeó todo cuando se emparejó con el padre de Mike. Perdió el trabajo, perdió su casa y se tuvo que ir con los críos a la temible Brownsville. Bebía, organizaba timbas, rondaba las afueras de la prostitución.Gordo, feo y afeminadoLos dos hijos mayores se esforzaban en la escuela. En cambio, el pequeño, Mike, gordo, tímido y afeminado, según se define Tyson a sí mismo, no tenía suerte. Le pusieron gafas, pero un chico del colegio se las arrancó y las destrozó. Dejó de ir a clase. Como en casa no se duchaban, le llamaban apestoso. Alguien, en la escuela, le diagnosticó algún tipo de discapacidad intelectual y todo el mundo dio por buena aquella opinión.Abandonado por todos, el chaval se metió en una banda de matones por lo de siempre: porque quería que lo quisieran. Robaba, fumaba marihuana, criaba palomas, lo arrestaban, se metía en peleas, entraba y salía de los reformatorios... Hasta que se cruzó en su camino Cus D'Amato, su ángel de la guarda.Si un guionista hubiera inventado a D'Amato, nadie se lo habría creído: un italiano setentón, pequeño y cascarrabias, un marginado del boxeo que guardaba una historia de gloria. Lo primero que le dijo D'Amato a Tyson es que lo iba a convertir en profesional. Lo segundo es que sería campeón del mundo. Lo metió en su casa, lo convirtió en un monje, le dio libros de Nietzsche, le trató de negro a negro y lo guió hasta el profesionalismo. Y unos meses antes de ganar el cinturón de campeón, se murió. Cuando lo enterraron, Gay Talese y Norman Mailer fueron al funeral.En realidad, ahí empezó la cuesta abajo. Hay tramos achampanados en la caída: todas esas juergas con Spike Lee, Eddie Murphy y compañía, las amantes, los coches... Pero el tono general es sórdido. La famosa historia del doble pene que le servía para pasar los controles anti doping, la condena por violar a Desiree Washington, los combates en un high de cocaína, el mordisco a Evander Holyfield... Y la ruina, claro.No importa: a su manera, Toda la verdad acaba bien. Mike sobrevive y, si sobrevive, gana.